UN FERROCARRIL INJUSTAMENTE OLVIDADO

La vieja línea de Valladolid- Ariza necesió de siete puentes y  treinta y ocho pontones para salvar desniveles y cauces fluviales. De buen acero bilbaíno, se construyeron a lo largo de los 254 kilómetros de la línea ferroviaria, que llegó a tener en servicio veintisiete estaciones y tres apeaderos.

Escribe Pintado, autor de un espléndido estudio sobre la línea de Ariza, que sus puentes  “se yerguen en medio de los campos castellanos, con majestuosidad propia, cuya contemplación nos recuerda hoy que, en otros tiempos, por allí circularon trenes que vertebraron el pobre territorio que atravesaban”. Prestó, además de servicio de pasajeros, un notable servicio de mercancías: por aquí llegaba la remolacha a la azucarera Santa Victoria y de Valladolid salían los cereales para Cataluña. La línea se inauguró en enero de 1895 y se cerró definitivamente en 1993, después de un largo periodo de decadencia, descuido y desinterés por su mantenimiento. En aquel año ya sólo 8 personas trabajaban en la línea, que, para hacernos una idea, tenía 204 trabajadores en 1958.

Nació esta línea ferroviaria para unir las redes de ferrocarriles que transitaban por el norte con las del nordeste, y en sus años de gestación se la denominaba  “Línea del Duero”, tal como se pone de manifiesto en numerosos debates que hubo en el Ayuntamiento de Valladolid sobre este particular.

Las razones pretextadas para su cierre definitivo fueron las limitaciones de velocidad, debido a su mal estado, que no se quería reparar, lo que le hacía no competitivo para la explotación comercial; los numerosos pasos a nivel que tenía; y las presiones del Banco Mundial para que RENFE cerrara la línea por antieconómica.

 

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