Los viejos herrajes de las puertas, soluciones tecnológicas a las necesidades domésticas y cotidianas, demuestran una gran pericia por parte de sus fabricantes: la bisagra, el cerrojo o el candado se hacían por encargo de acuerdo a cada necesidad y características de la puerta. La manufactura de herrajes ha fabricado bisagras, clavos, remaches, llamadores, manillas, tiradores, goznes, cerraduras, cerrojos, candados, etc. Atendía a la necesidad de resolver cuestiones prácticas sin descuidar el diseño y la belleza. Los herrajes también reflejan épocas, modas, estilos, latitudes… Distinguía entre lo doméstico (el hogar), la actividad industrial y la actividad rústica.
Los herrajes, en combinación con los materiales tradicionales de construcción: madera, hierro, adobe, tapial, piedra o ladrillo mudéjar, ofrecen conjuntos armónicos y de gran belleza que merecen ser conservados, al menos documentalmente… Y, no debe pasar por alto, aprovechando la observación de herrajes, la madera: puertas y ventanas muchas veces tan bellamente armadas por las expertas manos del carpintero.
Tan antiguo como el afán del ser humano por guardar sus cosas es la existencia de sistemas de cierre: ya los egipcios fabricaban candados de madera, y de los romanos se tiene noticias de los primeros candados de hierro. Las cerraduras de las puertas habrán de esperar hasta el siglo XVIII para que se popularicen.
La apariencia de las viejas cerraduras, bocallaves o candados hace pensar en una tecnología simple, pero no es así. Cierto es que hasta la elaboración industrial de candados y cerraduras en los que se incluyen sofisticados sistemas de guardas que permiten la proliferación y el uso masivo de estos artilugios, los cerrojos, candados y bocallaves se construían artesanalmente, pero esto no significa que carecieran de un alto valor tecnológico para la época y de gran destreza por parte del herrero.
El uso del hierro para solucionar las necesidades de guardar puertas no solo se ciñe a candados y llaves, sino a remaches que permitían montar puertas de madera con cierta belleza y complejidad técnica, y repararlas mediante grapas que cerraban grietas o daños en la madera.
Buen ejemplo de este compendio de usos de herrajes es el que aparece en la fotografía, que es el detalle de la puerta de la panera de Castrodeza (en la fotografía)
Basta con recorrer con detenimiento las calles de la mayoría de municipios vallisoletanos para observar la existencia, aún, de herrajes de gran belleza. Lo que ocurre es que, hasta donde alcanzo a saber, estos artilugios no forman parte del patrimonio que los Ayuntamientos suelen incluir en sus planes urbanísticos, con lo que hay un serio peligro de que el paso del tiempo termine por arrumbar los viejos herrajes de las puertas, y, a lo sumo, ser sustituidos por artefactos recientes que, aprovechando las técnicas de envejecimiento artificial, acaben por sustituir lo verdadero por las imitaciones.