EL CICLO DE LA VIDA, ECOMUSEO DE TORDEHUMOS

En una parte del corral de una vieja casa de labranza que pertenecía a la familia del cura de Tordehumos, se ha construido un lugar donde se conserva la memoria de la sociedad rural. Un museo, mejor un Ecomuseo,  muestra la forma de vivir y trabajar de los hombres y mujeres de Tierra de Campos. El Ecomuseo reconstruye el interior de una casa de labranza con todos los utensilios que rodeaban a las personas y que les acompañaban desde el nacimiento hasta la muerte. Y no es ninguna metáfora, por cuanto en la alcoba se verá la cuna de madera junto a una cama de matrimonio de hierro forjado… y el hachero y el reclinatorio que las familias sacaban del desván para velar a los difuntos, ya fuera en la propia casa, ya se hiciera en la iglesia. El hachero es un sencillo mueble de apenas cuatro tablas en el que se instalaban los grandes velones que advertían de la presencia de la muerte en el lugar.

Sin vitrinas de ningún tipo, útiles de labranza, herramientas y cacharros de cocina se ofrecen a la vista de los visitantes que, si son niños, se sentirán sorprendidos por objetos y mobiliario que hace ya tiempo desapareció de las casas modernas; y si son personas de mayor edad, todo el conjunto les produce una especie de flash-back que transporta a un pasado no tan remoto.museo tordehumos

Tanto en el interior como en el patio de la casa se han incluido referencias a los oficios necesarios para facilitar las labores domésticas y agrarias. El carpintero, el herrero y el albañil eran imprescindibles en toda población por pequeña que fuera. Incluso, en algún caso, como la herrería, era lugar de tertulias y mentideros entre los hombres, reservándose la cocina y, sobre todo, el lavadero, para  la charla de las mujeres. Y a tal fin incluye el Ecomuseo un lavadero en el que no falta la artesa, la vieja tabla de fregar y el banquillo, un útil para proteger en alguna medida las rodillas y que, por cierto, raramente se conserva en ningún lugar. Pues bien, aquí se podrán ver tres de ellos de diferente apariencia.

El banco del zapatero y el rincón del curandero (o curandera) completan una visión amplia y detallada de cuantos objetos y trabajos se necesitaban en la sociedad rural tradicional, en cuyas casas no era raro ver un  exprimidor de chicharrones, romana, espetera, planchas de hierro o un rudimentario taca taca de madera que facilitaba los primeros pasos por la vida,

Todo el Ecomuseo se ha recreado con instrumentos, herramientas y muebles originales, básicamente en torno a la cocina y la alcoba, piezas clave e imprescindibles en todas las casas por sencillas que fueran. Si de todo se puede ver en el museo, cocina económica o bilbaína incluida, acaso lo menos conocido sea el taller del herrero, en el que se verá un gran fuelle que avivaba la fragua y permitía dominar el hierro a base de golpes en el yunque. Piezas, como los ejes de los carros que se montaban en el macho pilón. Y en una fragua se forjó  el arado oliver que también aquí se puede contemplar y, sobre todo, el curiosísimo trillo veloz: una compleja máquina para su época, de discos, ejes y aspas  que si aventajaba en rapidez al trillo tradicional en las labores de la era, daba, sin embargo, demasiadas averías, lo que hacía bastante engorroso su mantenimiento.

ECOMUSEO

LUGAR: calle Mayor, Tordehumos.

VISITAS.  Concertar en el teléfono 983 714 586 y 983 714 580.

EDIFICIO. Antigua casa de labranza, fue adquirida por el Centro de Desarrollo Rural «El Sequillo». La iniciativa del museo se desarrolla con un programa  LEADER, cofinanciado por la Junta de Castilla y León.

COLECCIÓN: Unos 600 objetos donados por los habitantes de la Comarca de Tierra de Campos.

RECOMENDABLE: Un paseo hasta el castillo de Tordehumos, desde donde se obtienen  extensas vistas sobre varios municipios del entorno.

 

VILLAS DE MUCHAS IGLESIAS… Y ERMITAS

A mucha gente le llama la atención que su pueblo haya estado amurallado, y no lo creen, pero así era, pues fue mucho el esfuerzo por proteger las villas que pusieron los reyes medievales de Castilla y de León, que marcaban los destinos de unos súbditos, que, ajenos a las reparticiones y herencias de sus señores,  se limitaban a sufrir  su rigor o a disfrutar su benevolencia.

Muchas cosas de ahora tienen su explicación en aquellos remotos años. Por ejemplo, la construcción en piedra de buena parte de las viviendas. Y no es otra la razón que el que las murallas, durante los siglos XVIII y XIX, terminaron por convertirse en cantera para las nuevas casas o para las reconstrucciones del caserío cuando sufría algún fuego.

 Y también llama la atención la existencia de tantas iglesias y ermitas en poblaciones tan pequeñas. Tordehumos llegó a tener seis parroquias, Villagarcía tres y Tiedra cuatro. Su origen está en una forma de incentivar los reagrupamientos de las aldeas. “Era una de las maneras en las que Alfonso VIII respetaba la autonomía de aquellas aldeas”, ilustra Luis Cortina, un buen conocedor de la historia de Tordehumos. “En efecto, los aldeanos que se trasladaban a su nuevo destino se construían sus propias parroquias y las que dejaban abandonadas, fueron las que con el tiempo se convirtieron en ermitas”, apostilla Nunilo Gato, historiador y alcalde de Tiedra,  “de ahí  tantas iglesias y tantas ermitas en poblaciones tan pequeñas”.