En el borde del páramo que asoma sobre Piña de Esgueva destaca el perfil de unas arruinadas construcciones. Se trata de lo queda de una antigua “casa del monte”: pertenecía a los Baruque y estuvo habitada hasta los años 50 del siglo pasado. Hasta ella vamos a subir caminando por una marcada senda.
Para llegar hasta la casa del monte lo mejor es partir desde detrás de la iglesia de Piña, donde se apreciará un reguero de naves modernas, corrales y tapiales semiderruidos, testimonios del paso del tiempo y de los cambios que en los pueblos se han ido produciendo en razón de unas actividades u otras. En todo caso, siempre en busca de la supervivencia y adaptación a las necesidades de cada época, en un municipio que, como todos los del valle Esgueva, arrastran una larga tradición cerealista.
El camino hasta la casa del monte no tiene pérdida, pues siempre va en dirección a ella, a la que se llega en media hora. Pronto destacará, hacia la derecha, también en el cantil del páramo, una torre circular que llama la atención. Sobre ella cabe advertir que no se trata sino de una reciente construcción que se usa como refugio de cazadores, y que recuerda que en Piña los páramos son, de siempre, lugares de caza.
Son varios los municipios que tienen en su término alguna construcción que se conoce como casa del monte, como Villanueva de los Infantes, Bobadilla del Campo, Urueña, Villardefrades, Trigueros del Valle o Mayorga suman a su topografía alguna casa del monte. En total, cerca de una veintena de enclaves vallisoletanos. Muchas de estas construcciones, ya en completo abandono y ruina, están en el páramo, en el bosque, o en pinares y dehesas, en función de cual fue su utilidad: de labrantío, pinariegas, y de caza o de monteros.
Estas casas, durante los meses estivales, eran auténticas colonias y, en general, autosuficientes: hornos para cocer el pan, aljibes y fuentes próximas para abastecerse de agua, así como graneros y almacenes. De esta forma se evitaba el fatigoso y largo trasiego de subir y bajar la mies, y en las eras de la casa del monte se beldaba o trillaba para separar la paja del grano antes de llevarlo a los silos o al molino para convertirlo en harina.
Buena parte del pueblo se sentía vinculado con la casa del monte, pues, tal como me relató un anciano del lugar, incluso a los niños se les enviaba a la casa en verano para que curasen la tosferina porque allí corría un aire sano y limpio.
Por cierto, el origen del nombre de Piña de Esgueva no tiene una contundente explicación, pero la más plausible es que sea un derivado del latín “pinna” para citar una construcción militar o torre, cosa muy probable dada la existencia de numerosos castillos y fortificaciones en todo el valle.
El punto de partida para subir hasta la casa del monte es la Iglesia de Santa María, cuyo núcleo inicial se data entre los siglos XII y XIII, aunque como puede apreciarse ha tenido diversas reformas y añadidos. Pórtico y detalle del dintel.
Sendas panorámicas de las ruinas de la casa del monte.
El páramo. Un rebaño de ovejas. Me relató el pastor que apenas quedan siete u ocho rebaños en todo el valle, restos de una antigua e intensa actividad pastoril.
La casa del monte de Piña de Esgueva muestra restos de sólidas y grandes construcciones que demuestran su importancia pretérita. No faltan aljibes y silos bajo tierra, con los que, ahora, hay que tener cuidado para no precipitarse por ellos. Ahora estos aljibes se han tapado para evitar caídas, pero su ubicación se aprecia perfectamente.
La casa del monte es un verdadero balcón desde donde se obtienen espléndidas vistas del Valle Esgueva, agradable en cualquier época del año.
La caminata se puede prolongar siguiendo, sin perderlo, el borde del páramo en dirección Burgos, hasta encontrarnos con un refugio de cazadores. En la imagen se ve el refugio arriba del todo según regresamos al pueblo.
En la carretera, la vieja casa de los camineros. Hay varios edificios idénticos a lo largo de la carretera del valle Esgueva. Se construyeron en el último tercio del siglo XIX, cuando se acometió una importante mejora de la carretera y se organizó su mantenimiento mediante una dotación de trabajadores. Para ello se les facilitó vivienda.
Y ya, de paso, nos damos un paseo por Piña. En el centro del pueblo, la ermita de San Pedro y la fuente, en la plaza del mismo nombre. Se trata de una iglesia del siglo XVI y una fuente del XIX.
Casa Consistorial, de 1886.