LAS FUENTES: LA RADIO DEL PUEBLO

Las fuentes son, en algunos casos, las obras más señeras que se conocen o han conocido en la localidad, si exceptuamos los templos, palacios y fortalezas que proliferan por las comarcas vallisoletanas. De la importancia de las fuentes, pozos, manantiales y sus construcciones auxiliares como pilones, lavaderos y abrevaderos, dan testimonio los escudos de algunos municipios vallisoletanos. Así, Bahabón exhibe la fuente Grande, en el de Fuente el Sol y Lomoviejo se dibujan sendas fuentes con su pilón, y el de Pozal de Gallinas incluye una fuente o pozo.

La necesidad de disponer de agua potable ha consumido enormes sumas de dinero de las arcas públicas. Esto dio como resultado algunas construcciones de estimable trazado arquitectónico, como son las del Caño Nuevo de Olmedo, Pozaldez, San Pelayo (en la fotografía) o Alcazarén, aunque en realidad Valladolid presenta un sumario de fuentes compuesto sobre todo de  sobriedad y especial valor utilitario.fuente, san pelayo

Pero a la sombra de tan austeras construcciones se fue construyendo el tejido de la socialización. A la taberna no entraban las mujeres ni los niños –se les despachaba el vino por una ventana-; al campo iban principalmente los varones aunque las mujeres participaban en determinadas labores imprescindibles: la siega o la vendimia; al mercado de abastos prácticamente iban solo las mujeres; y al mercado de ganados, solo los hombres.  Pero en la fuente terminaban por encontrarse y charlar mujeres, hombres, niños y niñas, jóvenes y mayores, pastores y labradores, hidalgos y plebeyos, personas a pie y jinetes a caballo, civiles y militares… aunque ciertamente las fuentes y lavaderos era el lugar casi exclusivo de relaciones sociales de las mujeres.

Fueron las fuentes, por tanto, lugares importantes de socialización, de transmisión de noticias, de propagación de rumores, de referencias para citarse los novios o las personas para emprender algún trabajo, viaje o negocio… como “la radio del pueblo” la han calificado muchas personas con las que me he entrevistado a lo largo de los años.

Si la construcción y mantenimiento de fuentes fue siempre tarea principal para los Concejos, es el siglo XIX cuando más abunda su construcción por  la necesidad de cuidar la higiene para combatir los devastadores efectos de los diversos azotes de cólera morbo que vivió España en aquel siglo.

Y, como un apéndice imprescindible de la fuente está el lavadero: cubierto o descubierto, y en muchas ocasiones también el abrevadero.

Buen ejemplo de esto es la fuente de San Pelayo, que de su construcción central derivan caños a izquierda y derecha para abastecer un lavadero y un abrevadero respectivamente. Se construyó en 1825.

Cabe anotar, por último, el que algunas fuentes tienen gravada en su piedra, entre otros someros datos, como el año de construcción, el rey que reinaba o el alcalde del municipio, lo siguiente: “a expensas de propios”. Que no es otra cosa que la forma de denominar en su época las arcas públicas y que, por tanto, de esa fuente nadie podía cobrar por coger su agua o utilizar su lavadero.