Los pósitos, cillas, alhóndigas, paneras o graneros han cumplido una función importantísima para garantizar semilla y grano en tiempos de escasez. Los pósitos han contribuido a evitar hambrunas y a asegurar la siembra. Ya del agua de las nubes dependía que el trigo escasera o fuera abundante cada año. Pero, para paliar las penurias estaba el pósito.
Dejemos sentado una cosa. No significan exactamente lo mismo los cinco vocablos que más arriba he empleado, pero los vamos utilizar sin distinguir, porque incluso en el lenguaje popular se denominan de una forma u otra indistintamente, y dependiendo de localidades.
Si no todos, sí casi todos los municipios vallisoletanos han tenido pósito en algún momento de su historia (en diciembre de 1499, en Valladolid se encarga a dos regidores que estudien donde hacer la alhóndiga nueva), y algunos varios. Podían ser públicos o privados, gestionados por el Concejo o por una orden religiosa. Estos últimos se llenaban sobre todo con el llamado “diezmo”, que era ese impuesto obligatorio por el que cada agricultor entregaba a la iglesia la décima parte de su producción. Pero no nos engañemos, el grano del pósito no se regalaba, sino que se vendía o se prestaba al agricultor, y lo podía pagar en metálico, o en especie devolviendo lo recibido con algún interés añadido.
Eran, y son, edificios rotundos, robustos, generalmente de piedra, con escasos o ningún ventanal, con una puerta escueta, lo justo para las labores de trasiego del grano. Tenían que estar lo más aislados posible para evitar humedades y roedores, los dos principales enemigos de los pósitos. Y la entrada debía estar bien candada para evitar robos, pues su expolio podía ser una catástrofe para la población.
Se comenzaron a conocer en la Edad Media, pero posiblemente la época de mayor actividad estuvo en torno a los siglos XVII y XVIII. Y su rastro ha llegado muy vivo hasta nuestros días. Es fácil que preguntando en cualquier localidad acerca de donde estaba el pósito, se nos indique sin titubear donde está todavía, o donde estaba. Algunos de ellos se han reconvertido para otros menesteres.
Hay otros términos sinónimos de pósito, o relacionados con el almacén de grano, que son: trox, o troxe (en el relato de una de las inundaciones que sufrió Valladolid en el s. XVI dice que el agua no dejó bodega, ni casa, ni trox sin destruir). También está el término troj, troje, o troja: una calle Panera hay en Valladolid, que confluye con calle Troja. Aunque en realidad troxes o trojes son los compartimentos de la panera.
Calle o plaza del Pósito hay en Megeces, Valdestillas, Tordesillas, Ceinos de Campos, Cogeces del Monte, Vega de Ruiponce, Castroverde de Cerrato, Palazuelo de Vedija, y Tiedra, donde todavía se conserva el edificio.
Dos viejos pósitos aún conserva Medina de Rioseco, uno del siglo XVI en el Corro del Asado, que terminó siendo un orfanato (El Torno), y otro sin datar en la Avd. de Castilviejo. Y también Rueda, en el interior de la casona donde está la actual Estación Enológica, conserva un pósito.
Calle Panera hay en Castrodeza, municipio donde aún se puede ver la construcción del pósito. (En la foto de este artículo).
Calle Cilla o de la Cilla tienen Matapozuelos, Montealegre, La Parrilla, Aldea de San Miguel, La Pedraja de Portillo y Castrejón de Trabancos. Una casa conocida como de la Cilla hay en Viloria y otra en Villacarralón (que conserva una noble fachada).
En La Seca están los soportales de la Cilla. Y calle Granero hay en Barruelo del Valle y Villabrágima.
En fin, pregunten en los pueblos por el pósito, la cilla o la panera, y enseguida les dirán ¡velay!