NUESTROS PARTICULARES RASCACIELOS

El caserío de Valladolid nunca tuvo una buena relación con las alturas, teniendo en cuenta que buena parte de los edificios residenciales más altos de la ciudad son producto de desafortunadas decisiones y de la especulación.

Sea como fuere, la ciudad tiene unos edificios que son referentes en el perfil urbano. Y a partir de algunas de las construcciones más altas propongo un paseo por Valladolid.

El Duque de Lerma, junto al puente Mayor, con sus 87 metros y 23 plantas es el edificio más alto de Valladolid.

Este edificio, de azarosa historia, comenzó a construirse en 1970 para ser un hotel. Inacabado, pasó a manos de la administración pública para, finalmente, terminar convertido en viviendas tras una polémica decisión municipal.

Es el caso, que en 1999 fue inaugurado, ofreciendo el aspecto que ahora tiene y con su última y panorámica planta, aún desocupada.0

La segunda construcción en altura quizá sea la torre de la Catedral de Valladolid, que con los 8 metros del Cristo que la corona, su altura total también anda por los 80 metros. El ascensor permite acceder a un mirador situado a 70 metros (por debajo de la cúpula que sujeta la sagrada figura). Tampoco la construcción de este ascensor está libre de polémica, pues el gasto de su instalación fue contestado por diversas organizaciones y partidos.

Esta única torre de lo que debió ser un gran templo con otras tres más, se terminó de construir en 1923, año en el que se instaló el Cristo que la corona. Unas  obras  que comenzaron en 1880, y que vinieron a sustituir la única torre que existía en el edificio y que se había derrumbado en 1841. A este respecto merece indicar que el derrumbe de 1841 no solo fue un desgraciado accidente (sin víctimas), sino que dejó sin reloj público a la ciudad, por lo que el Ayuntamiento se aprestó a buscar una solución que subsanara el problema (tengamos en cuenta que la inmensa mayoría de la población se regía por los toques del reloj de la catedral). Es una curiosa historia que requiere otro artículo.

Y llegamos al edificio de las Mercedes, en el Paseo de Zorrilla 110, frente a la plaza de Toros. Este edificio, que alcanza los 65 metros, lo fecharemos en 1961/ 1964. Fue en su momento el más alto de Valladolid, una demostración del desarrollismo y la “modernización” de la ciudad.

Y ya tendremos que irnos a la moderna torre del Museo de la Ciencia para que con sus 55 metros de altura (antena incluida), nos sitúe en el cuarto edificio más alto de la ciudad.

A partir de aquí, edificios como Riosol, en la calle Doctrinos con fachada al paseo de Isabel la Católica, frente a la llamada Torre de Valladolid, etc. nos encontraremos con bloques de viviendas que rondan los 50 metros. Casi todos a lo largo de las riberas del Pisuerga, río sobre el que se ciernen sus alturas y que en alguna medida “ahogan” su cauce… Pero, en fin, como se defendía uno de los arquitectos que más contribuyeron a que estos edificios se prodigaran en Valladolid: “Ahora se les critica, pero tengo que decir que la sociedad de la época  los aplaudía”.

En cualquier caso, “rascacielos” muy lejos de la Torre Caja Madrid (en Madrid), de 250 metros, o el hotel Bali de Benidorm con 190 metros.

Bien, la ruta que propongo por los cuatro edificios indicados es un  paseo que, a poco que se callejee, supera los 7 km…. (como una hora y media).

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La torre de la Catedral, teniendo en cuenta que está construida en la parte alta de la ciudad histórica, es una edificio destacado en el caserío vallisoletano

 

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El Museo de la Ciencia abrió sus puertas al público en 2003. Al fondo de la imagen, a la izquierda de la torre, destaca el edificio de Las Mercedes

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 Las Mercedes, visto desde el Paseo de Zorrilla, tiene 20 plantas

 

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No, si nadie es supersticioso… pero por si acaso: placa conmemorativa de la inauguración del Duque de Lerma

 

 

Los Armengol (2ª parte)

Continuamos con una segunda y última entrega de la historia de los Armengol, condes de Urgell, y su vinculación con Valladolid. La 1ª parte terminó cuando falleció el conde Ansúrez, seguramente en 1118. Y en este punto continuamos.

Fallece Ansúrez

Se desconoce la fecha exacta de fallecimiento de Ansúrez, que debió ocurrir en 1118 ya que desde mediados de aquel año su nombre no aparece en ningún documento. No se discute, aunque tampoco hay información concluyente, que sus restos están en un panteón de la Catedral de Valladolid, su Colegiata.

Panteón del conde Ansúrez en la Catedral de Valladolid, flanqueada con los escudos ajedrezados propios de los Armengol.

La historiadora Luísa Tollendal recoge que Estefanía Armengol, hija de María Pérez y Armengol V, recibió generosas donaciones de la reina Urraca por el buen servicio prestado, y se denomina “cogermana” y “bona perente” (pariente, en definitiva, aunque no haya lazos de sangre) de la reina, debido a su matrimonio con Fernando García de Hita, posiblemente un pariente cercano a la reina.

La reina Doña Urraca, en documento fechado el 30 de junio de 1119,  dona  a Estefanía Armengol  Cevico de la Torre. Es curiosa la forma de expresar su libre voluntad para hacer la donación: “ Yo, la reina doña Urraca, de toda España, hija del gran emperador Alfonso, no con sentido perturbado, ni estando ebria, ni obligada por la presión de nadie, ni por arte de persuasión, sino por mi propia voluntad y buen ánimo, os doy a vos mi hermana, doña Estefanía hija del conde Armengol, Cevico, por herencia, por que sois mi buena pariente y por la buena ayuda que tuve de vos, os lo doy para que lo tengáis y poseáis como derecho de herencia, de forma que no tengan el él ninguna participación ni vuestro marido ni los hijos que tiene de otra esposa, sino os la doy solo a vos y a vuestros hijos y nietos y a quien voluntariamente queráis dar o vender”.

El 12 de noviembre de 1119 se fecha una Carta de arras de don Fernando García a su esposa Estefanía, hija de Armengol de Urgel. Fernando casaba en segundas nupcias (su anterior esposa  fue Tigridia). Las propiedades se repartían en Vallejera, provincia de Burgos, Castrillo de don Juan (Palencia), Antigüedad y en Garzón y Encinas (de Esgueva), y algunas otras, como la citada Cevico, y Uceda.

Armengol VI

En 1133 Ermengol VI estuvo en Castilla atendiendo a sus feudos. Rindió fidelidad a Alfonso VII de León y Castilla. Y entre otras lides le acompañó en el cerco de Córdoba. De ahí nació la tradición que los antiguos historiadores sostienen (sin base documental), que Armengol arrancara las argollas de la Mezquita y las puso en las puertas de Santa María de la Antigua de Valladolid.

De nuevo nos remitimos a Sabaté Curull para subrayar el compromiso de Armengol VI con Castilla y su fidelidad a Alfonso VII, y escribe que: Armengol VI, por parte de madre, ha recibido diversos bienes en Tierra de Campos, León, Castilla y Asturias, que ha atendido imbricado con el devenir de los Ansúrez. Precisamente, Pedro Ansúrez le ofrece la villa de Valladolid, más desarrollada que cuando había sido ofrecida a Armengol V como dote matrimonial. El segundo matrimonio de Armengol VI, efectuado en 1135, se lleva a cabo en clave castellana pactando una doble unión: la hermana del urgelitano, la viuda Estefanía, se casa con el también viudo conde Rodrigo González de Lara, al tiempo que él mismo se une con la hija de éste, Elvira Rodríguez de Lara. La caída en desgracia ante el Rey de Rodrigo González de Lara en 1137 no arrastra a Armengol, que ese mismo año continúa participando en la Corte real, donde se le seguirá encontrando, con los paréntesis en que se ocupa de los asuntos catalanes en 1146 y en 1149, testificando documentos emitidos por el Rey (…) El conde participó muy activamente en la expansión castellana”. Así, en 1146 acompaña a Alfonso VII en la campaña de Córdoba, en 1147 en la de Almería, en 1150 de nuevo en Córdoba, en 1152 en Guadix. Todo aquello le valió recibir, por ejemplo, el castillo de Calatrava, y que él mismo se titulara “comite Ermengaudo in Urgello et in Calatrava et in Valladolit”.

Con las rentas obtenidas por sus posesiones, Armengol VI  ayuda a centros de Urgel y de Castilla. Así en 1135 concede a la Colegiata de Santa María la Mayor diversas posesiones (los lugares de Laguna y Tovar –que Sabaté sitúa en Burgos, pero parece más evidente que se refieren a la actual Laguna de Duero y Tovar, y en 1143 ayuda a los cistercienses a sentarse en Valbuena de Duero, y dos años más tarde colabora con su tía Mayor, hija de Pedro Ansúrez, a la fundación del Monasterio de Retuerta.

Tuvo por hermanas a Estefanía, Mayor y Teresa. Estefanía casó en segundas nupcias con Rodrigo González de Lara.

Alfonso VII, en fecha no determinada, confió Calatrava a los caballeros templarios. Esta plaza ganada a los musulmanes en enero de 1147 fue inicialmente puesta bajo el gobierno o tenencia del conde Armengol de Urgel, el yerno de Pedro Ansúrez, según consta en un diploma del monasterio de Retuerta del año 1148.

Estefanía y Mayor, fundadoras

En 1143 Alfonso VII y su esposa Berenguela entregaron  el lugar de Valbuena a la condesa Estefanía, que sin duda era Estefanía Armengol, hija de Armengol  VI y María Pérez, hija de Ansúrez.

Un Privilegio real de Alfonso X confirmaría años después la donación que Estefanía, condesa de Armengol, hizo en tiempo de Alfonso VII, con data del 15 de febrero de 1143, de la villa de Valbuena de Duero (Valladolid) con su señorío y jurisdicción, al convento y monjas de Nuestra Señora de Santa María, orden de San Benito, de la dicha villa.

Monasterio de Santa María de Valbuena

Y, continua Sabaté Curull: “Armengol VI muere en Castilla en 1154. En su último testamento de 1144, expresa su voluntad de ser enterrado en Solsona, pero todo parece indicar que fue enterrado en Valbuena del Duero”. Es más, en el Cronicón de Ripoll  se afirma que fue enterrado en el monasterio de Valbuena. En su testamento dejó las posesiones de Castilla a su esposa Elvira Ruíz (de la casa de Lara), que fue su tercera esposa.

Muy cerca del Monasterio de Valbuena  está el de Retuerta, de la orden de San Agustín, al que Armengol V, como otros nobles castellanos hicieron donaciones, pero fue Mayor Pérez, la hija de Ansúrez y Eylo la que sus heredades en el mismo pago de Retuerta para que los monjes pudieran construir el templo.

Monasterio de Santa María de Retuerta

En cuanto a fundaciones, finalmente, al parecer el documento escrito más antiguo en el que aparece por vez primera el nombre de Laguna de Duero hace referencia a la iglesia de Santa María, que fue donada por Armengol IV en 1135.

Los Armengol siguen en Castilla

No cede la vinculación de los Armengol con Castilla: de hecho, Ermengol VII (1125-1184) fue nombrado mayordomo mayor de Fernando II y asistió a la boda de Alfonso VII en 1170 en Sahagún; y estuvo presente en el tratado de paz firmado en Medina de Rioseco entre los reyes Alfonso VIII de Castilla y Fernando II de León. Fernando II le considera vasallo y amigo fiel y pasa a forma parte de los nobles más influyentes en el rey, que incluso le confía la tutela de su hijo, futuro Alfonso IX. Entre 1167 y 1173 Armengol VII confía los asuntos de Urgel a su esposa Dulce para ocuparse él de los asuntos leoneses, y los cuatro años siguientes alternó su estancia en León con la de su condado urgelino.

Y el 30 de agosto de 1208 sigue la vinculación, Ermengol VIII (1158-1209) el 30 de agosto de 1208 hace testamento dejando todo a su única hija, Aurembiaix, incluida la mitad de Valladolid, la otra mitad se la dejó al Papa.

Aurembiaix falleció, sin hijos, en 1230 y en su testamento lo dejo todo a su esposo Don Pedro (hijo de Sancho I de Portugal) incluyendo la herencia que tenía en Valladolid.

Mas, la reivindicación de las propiedades y derechos de Valladolid por parte de los Armengol eran más un deseo que una realidad. Veamos.  Tras la muerte del conde Ansúrez, se diluye la importancia de su dinastía, los Banu Gómez. No obstante, según Martínez Sopena “la herencia del conde sobrevivió merced a su descendencia femenina, que mantuvo a la casa de Urgel arraigada en el valle del Duero y que en el plano de dos generaciones dio paso en Tierra de Campos a la casa de Meneses. Aunque ni una ni otra pudieron beneficiarse de ciertos dominios: fue el caso de Valladolid, que pasó a la monarquía en tiempos de Alfonso VII y se convirtió en dote secular de las reinas. Los dos últimos condes de la estirpe de los armengoles –Armengol VIII y su hija doña Aurembiaix-, reivindicaron sin éxito su señorío”.

Alfonso VII había casado con doña Berenguela, hija del Conde catalán Ramón Berenguer III el Grande. La boda se consideró de enorme interés para la corona. Según el historiador García-Osuna, Alfonso estaba bien enterado sobre las virtudes y la belleza de Berenguela gracias a la información que le facilitó el conde Armengol VI, que como ya sabemos se había criado en los territorios leoneses de los Campos Góticos vallisoletanos y se había casado con Arsenda de Cabrera, y su madre, María Pérez era una de las hijas del conde Pedro Ansúrez.

Los Armengol (1ª parte)

Los Armengol -condes de Urgel-  en el reino de León y su vinculación con Valladolid

Amigas y amigos lectores, por razones que no vienen al caso, he realizado un exhaustivo recorrido por los libros, artículos y documentos en los que se citan a los condes de Urgel, vinculados con Valladolid: los Armengol, y emparentados con el conde Ansúrez y doña Eylo. Aquí os dejo mi atrevimiento en esta incursión en la Edad Media. Lo publicaré en dos partes. En esta llegaremos hasta la muerte del conde Ansúrez.

Condado de Urgel

El origen del condado de Urgel (en catalán Comtat d’Urgell) se sitúa en un pagus de la corona franca en el siglo viii. Es uno de los condados medievales históricos independientes, situados en el territorio de la actual Cataluña.  Mantuvo una dinastía propia desde comienzos del 815 hasta 1413, si bien desde comienzos del siglo xiv estuvo integrado políticamente en el dominio de la Corona de Aragón. Su máxima extensión abarcó los Pirineos y el reino taifa de Lérida, esto es, las comarcass de Alto Urgel, Noguera, Solsonés, Plana de Urgen, Urgel y Andorra, esta última independiente en la actualidad.

La capital histórica fue primero Seo de Urgel (La Seu d’Urgell) y más tarde Balaguer. Aunque la capital política, como sede de sus condes, fue Agramunt, donde se acuñó la moneda propia, la denominada «agramuntesa». En un panteón condal del Monasterio de Bellpuig de las Avellanas se enterraron algunos de sus antiguos condes. Andorra fue cedida al obispo de La Seo de Urgel por el conde Armengol IV de Urgel en el siglo xi. Después de muchas vicisitudes y tres dinastías sucesivas, el condado se extinguió y pasó a la Corona de Aragón tras la frustrada revuelta del conde Jaime II de Urgel contra el rey Fernando I de Aragón, conocido como Fernando de Antequera, el primer rey de la dinastía Trastámara, en 1413.

Los condes Ansúrez y Eylo

Según Mariano de Castro, catedrático de Historia, con la muerte de D. Sancho ante las murallas de Zamora, Alfonso VI asume en 1.072 la corona de Castilla, León y Galicia. Es en 1.075 cuando tenemos las primeras noticias de la boda de Eylo Alfonso con Pedro Ansúrez, el futuro Conde Ansúrez.

El matrimonio posiblemente residió en Sahagún y tuvo cinco hijos. Parece que la primogénita: Mayor Pérez fue la esposa de Alvar Fáñez Minaya, persona de confianza del Cid al que acompaña en sus conquistas.

El matrimonio sirvió para reforzar el papel destacado que ya tenían ambos linajes en la corte de León: los Banu Gómez y los Alfonso. Hasta el punto que no solo casa Pedro (Pero) Ansúrez con Eylo Alfonso hija del conde de Cea, sino que Martín Alfonso (hermana de Eylo) al parecer casó con una prima de Ansúrez –de la que se desconoce su nombre-.  Eylo y Ansúrez estaban vinculados a poderosas familias que gobernaban los condados de Saldaña y de Carrión. Con ese matrimonio se produce una alianza que da como resultado ser propietarios de un enorme patrimonio situado a lo largo del Carrión, el Pisuerga y el curso medio del Duero.

Representación idealizada de Ansúrez y Eylo, realizada por Fernando Pérez Rodríguez-Aragón, conservador del Museo de Valladolid. Exposición ”Valladolid y el conde Ansúrez”,  2018

Esos enlaces se tradujeron en el intercambio patrimonial y en la actuación conjunta en su defensa. “Es a partir de su matrimonio con Eylo Alfonso que Pedro Ansúrez accedió a sus propiedades en el valle de Trigueros y en Valladolid”, según la profesora de la Universidad Luisa Tollendal.

La amistad de Ansúrez con Alfonso VI, y su enorme peso patrimonial, le convirtieron en el principal magnate entre los nobles del reino.

Los linajes de los condes habían sido fieles al rey, que ve con buenos ojos esta unión ya que, además, reunía posesiones a lo largo del Pisuerga, zona fronteriza y difícil.

La condesa era hija del conde Alfonso Muñoz y hermana de dos alféreces reales. Pedro y Eylo en 1084 compraron tierras  en la zona de Trigueros del Valle. Cubillas de Santa Marta, y el monasterio de San Tirso, a orillas del Pisuerga. Pagos con sus tierras, viñas, prados, pastos, charcas, ejidos, montes, fuentes, árboles, frutales, piedras, aguas, conductos de aguas, molinos y moledores con sus elementos y pesqueras, huertos, eras, herrenes, y solares poblados y por poblar. En otros documentos también se citan los caminos, como parte de las propiedades.

Eylo y Ansúrez tuvieron dos hijos y tres hijas: Alfonso (que falleció muy joven, casi niño), Fernando, María, Mayor y Urraca.

Y ambos, con sus hijos, hicieron en septiembre de 1090 la permuta de unas tierras con el monasterio de Sahagún, según consta en un documento guardado en el Archivo de la Colegiata de Valladolid. Pedro y Eylo acumularon posesiones en las regiones que administraban: Liébana, Saldaña, Cuéllar, Tierra de Campos, y en localidades situadas a lo largo del Camino de Santiago: Carrión, Sahagún y otras, así como en términos de la cuenca del Pisuerga y el Duero, que en lo que a Valladolid concierne, podemos citar Mucientes, Cabezón, Simancas, Tordesillas y Megeces, según relata  el historiador Andrés Barón Faraldo en “El conde Pedro Ansúrez. Poder y dominio aristocrático”.

Ansúrez era un “comes”, es decir un delegado del rey en un territorio, con atribuciones de tipo judicial, económico y, sobre todo, militar. El rey podía nombrarlo o deponerlo a su voluntad. Concretamente en León y Castilla los condados nunca llegaron a ser hereditarios y ni siquiera vitalicios. En el siglo XII los condes ya han perdido en Castilla y León gran parte de sus antiguas atribuciones.

Eylo y su esposo administraban conjuntamente sus bienes: en prácticamente todos los documentos de compra de propiedades, recibimiento de donaciones y las propias que los condes hacen a la Colegiata, están firmados por los dos.

La actividad más importante y trascendente que llevaron a cabo los condes fue, sin duda, la fundación en Valladolid de la iglesia dedicada a Santa María que se consagró en 1094 o 1095 y a la que hicieron muchas donaciones de las propiedades que iban adquiriendo.

María y Armengol

Ese mismo año de 1095 se produjo el desposorio de María, la segunda hija de los condes, con el conde Armengol (o Ermengol) V de Urgel.

Los matrimonios de los otros hermanos, excepción de Alfonso, que falleció muy joven, fueron: Mayor con Alvar Fáñez (hombre de confianza del Cid), Urraca con el conde Sancho Pérez (en primeras nupcias, luego con Lopez Pérez –conde de Carrión-), y Fernando, con Elo Rodríguez.

Flocel Sabaté, de la Universidad de Lleida, relata que el que sería Ermengol V –nacido en el condado de Urgel en 1079- fue enviado muy joven a Castilla para ser educado en la corte de Alfonso VI de León y Castilla debido al prestigio que tenía el conquistador de Toledo entre los reinos cristianos de la península. Ermengol, en 1081 estaba próximo a cumplir los 14 años y aparece en el testamento de su padre como heredero del condado. En 1094 ya regia el condado –otros autores manejan la fecha de 1092 como proclamación de heredero de su padre Armengol IV-. La relación entre Ansúrez y el condado de Urgel venia asentada de años antes, cuando en 1090 Ansúrez y su esposa habían realizado unas donaciones a los monasterios de Sant Serni de Tavérnoles y de San Pedro de Huesca.

La presencia de magnates orientales  al lado de los reyes de León era frecuente a partir de Alfonso VI. “Los condes de Urgel , con el nombre dinástico de Armengol, aparecen relacionados con los territorios occidentales  a partir del IV con ese nombre (m. 1092) al encomendar éste la custodia de su hijo a Alfonso VI. Este niño, convertido en Armengol V contrajo matrimonio con María, una hija de Pedro Ansúrez. Llegado el caso, el conde Ansúrez defendió con denuedo los intereses  de su nieto, huérfano a los pocos años, en el condado de Urgell.

Ermengol V a su vez acumula propiedades en Castilla, pero está pendiente de sus dominios en Cataluña, en cuyo condado pasa varios años alternando con vueltas a Castilla, hasta que en 1101 ya no regresará a Castilla, y muere en 1102 en Mollerusa (Lérida), combatiendo con los mahobitas.

La historiadora Marta Herrero de la Fuente, en la “Colección diplomática del monasterio de Sahagún”, indica que “En abril de 1101 Pedro Ansúrez y Eylo entregaron sus cuerpos al monasterio de Sahagún con una serie de heredades”.  Es decir, querían ser enterrados donde yacían los restos de su hijo Alfonso, fallecido en 1093.

Los condes en Urgel

En 1103 Ansúrez marcha a Urgel a defender los derechos de su nieto Armengol VI, nacido en 1100 muy probablemente en Valladolid  (autores hay que citan la fecha de 1096) pues el año anterior había muerto su yerno en Mollerusa, como ya se ha indicado. Durante aquella estancia murió su hija María hacia 1105. Pascual Martínez Sopena, de la Universidad de Valladolid, al escribir sobre los escenarios en la vida del Conde Ansúrez, relata que entre los años 1103 y 1109 “los condes Pero y Eylo desaparecen de los documentos del reino; en cambio están presentes en el condado de Urgel y en Aragón”.

Irene Ruiz Albi, de la Universidad de Valladolid, al escribir sobre la colección diplomática del conde Ansúrez, deja claro que los años que pasó el conde en Cataluña, fue acompañado de su esposa.

En un diploma de la catedral de Huesca fechado en 1106 (Martínez Sopena), Pedro Ansúrez, autotitulado conde de Urgel “aparece en compañía de su esposa y su nieto el conde-niño Armengol VI, así como de Alfonso el Batallador”. En ese documento se recoge que el conde trajo de Castilla oro, plata y paños preciosos que gastó en la conquista de Balaguer.

Hay varios diplomas de aquellos años en Cataluña en los que el conde aparece acompañado de su esposa.

De entre todos ellos podemos destacar uno de la catedral de Solsona en el que comparecen “Petrus comes Urgellnensis et Eilo comisissa una cum Ermengaudo  filio eorum naturale comité Urgelleisium”. Vemos, remarca Martínez Sopena, que en el documento no aparece Armengol VI como nieto sino como hijo, lo que sugiere que había sido prohijado. Y, al mismo tiempo, queda claro que Pedro Ansúrez es tratado como Conde de Urgel.

Mural de los Condes de Urgell (Vestíbulo del Ayuntamiento de Balaguer). Obsérvese como a Pedro Ansúrez (segundo por la izquierda) se le representa como uno más de los condes de Urgell

Los  condes  pasan a integrarse en el patrimonio de Urgel, al que realizan, como  se ha dicho, diversas donaciones, Al mismo tiempo, gozan de derechos sobre propiedades en Urgel, y  establecen unas buenas relaciones con los nobles de Urgel hasta el punto de que en el condado se introducen formulas y símbolos castellanos: el crismón, dataciones, etc.

Pedro Ansúrez y Dña. Eylo el 24 de noviembre de 1106 hacen donación a Santa Maria de Solsona del Castillo de Gerb y sus términos para la remisión de sus propios pecados, por el alma del condel Ermengol V, por la de su hijo sepultado en Solsona y de su mujer María y por el niño Ermengol (futuro Ermengol VI).

Esta vinculación con Urgel y los Armengol, sin duda es la que inspira el estandarte ajedrezado al que con frecuencia se representa al conde Ansúrez, pues era el de los condes de Urgel.

Los condes vuelven a Castilla

En 1110, tras la muerte de Alfonso VI y con Urraca en el trono y casada con Alfonso I el Batallador,  Ansúrez y Eylo  volvieron a la corte de Castilla con toda su familia, incluído el menor Ermengol VI y su hermana Estefanía: el historiador José María Canal Sanchez-Pagín, indica que Estefania destacó la excelente acogida que la deparó Urraca. Los catalanes se integran perfectamente en la corte de Urraca e incluso Armengol VI confirma donaciones de su abuelo a la iglesia de Santa María.

El historiador Flocel Sabaté Curull, en su reseña sobre Armengol VI publicada en el Diccionario de la Real Academia de la Historia, escribe lo siguiente: En 1109 el ascenso al trono castellano de Urraca, casada con Alfonso el Batallador, permite a Pedro Ansúrez volver a Castilla y recuperar sus dominios castellanos, a los que en 1113 añadirá las mandaciones de Melgar, Simancas y Cabezón y, aún más adelante, Torremormojón, además de centrarse en el desarrollo de Valladolid. El conde Armengol VI, todavía menor, se desplaza con sus abuelos a Castilla, con residencia familiar en Valladolid y con acceso a la Corte real a merced de la variabilidad de la convulsa situación política. Participa de los avatares políticos integrado en la familia Ansúrez, y ya en 1114 signa entre los confirmantes en una donación de propiedades que su abuelo efectúa a la iglesia de Valladolid.”

En 1114 falleció doña Eylo y al parecer ese mismo año Ansúrez matrimonia con Elvira Sánchez de Mucientes, de la que nada especial se puede reseñar. Los restos de la Condesa Eylo no están localizados, pero bien pudiera ser que hubieran sido depositados en el monasterio de San Benito de Sahagún, a tenor del testamento que ambos hicieron el año 1101, y donde yacían los de su hijo Alfonso.

Corría el día 11 de septiembre de 1114 cuando Pedro Ansúrez dona a Santa María sus propiedades en Fuensaldaña, con el deseo de que sirvan para que su alma , y la de su esposa “Comitissa Eiloni, cui Deus uitam tribuat sepiternam” (a la que Dios conceda una vida sempiterna), sean llevadas al paraíso. El documento de donación hecho el XV de las Calendas de octubre, en la era 1152 (1114), lo firman, entre otros, el conde, la condesa Elvira Sánchez –su segunda esposa-, la condesa doña Mayor y el conde Armengol.

En 1115 Armengol VI, cumple 14 años lo que le convierte en mayor de edad y se marcha a Urgel para asumir las riendas del territorio.

Tres años más tarde falleció el conde Ansúrez.

Continuará….

LIBRO “HISTORIAS Y PERSONAJES NO TAN CONOCIDOS DEL VALLADOLID CONTEMPORÁNEO”

Amigas y amigos lectores, os dejo siete brevísimos fragmentos de los treinta personajes e historias de este libro.

El Catarro es, seguramente, el alias más popular de Valladolid, desde que en los años diez del siglo XX comenzó a hacerse conocido por los rescates de bañistas y recuperación de los cuerpos de ahogados en el Pisuerga llevados a cabo por el humilde pescador Juan Martín, el primer “Catarro”. 

Del pescador Juan, la notica más antigua que hay en la prensa data de octubre de 1892: el día 24 de ese mes, auxilió a dos jóvenes que paseaban en sus respectivos velocípedos y se cayeron al Pisuerga. Uno pudo ser rescatado vivo, pero el otro se hundió en el agua y fue sacado ya cadáver.

La popularidad del apodo creció exponencialmente a partir de que Marcelino Martín Pérez, hijo de Juan, comenzara a gobernar, previa licencia concedida por el Ayuntamiento –con el consiguiente canon por explotación del negocio- una barca de recreo en el lago del Campo Grande.

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La vida y los afanes de Pablo Rodríguez, más conocido como Blas Pajarero, van íntimamente entrelazados con la librería Relieve y el llamado Grupo Simancas, con independencia de las numerosas actividades en las que se implicaba al margen de estas dos referencias. Y en su biografía se anudan un buen número de escritores, periodistas, pintores y políticos.

Pablo fue una persona imprescindible en el Valladolid de los años 70 y 80. Mucha gente no conocían su verdadero nombre pues, sin duda, ese Blas Pajarero había hecho fortuna desde que en 1968 viera la luz su libro “Retazos de Torozos”, ilustrado por su amigo el pintor Félix Cuadrado Lomas.

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El filósofo Blas Ramos y Jorge Guillen fueron grandes amigos. Guillén, al evocar recuerdos del Valladolid de su infancia, escribió: “A mi amigo de entonces, Blas Ramos Sobrino (de Tiedra), con el que dialogué mucho ¡ya intelectuales! en aquellos años”.  Su amistad comenzó cuando ambos, casi unos niños en los albores del siglo XX, coincidieron en el colegio La Providencia, de la calle Torrecilla, en el que Blas acabó el bachillerato en 1908. La amistad siguió en Madrid, donde Blas vivió los años 1912 y 1913, y de donde con frecuencia venían a Valladolid juntos en el mismo tren.

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La actividad  creativa de la pintora Cristina Montes también se vio reflejada en el respeto que le tenía el mundo de la cultura y el arte vallisoletano, por lo que la invitaron a formar parte de jurados de concursos de pintura.

La escritora Elena Santiago, en el catálogo de la exposición que diez años después de haber fallecido Cristina hizo la Fundación Segundo y Santiago Montes, una fundación que Cristina estaba alentando cuando le sorprendió la muerte en diciembre de 1993, escribió que “pocas personas –como Cristina- llevan tan asomada la niña que han sido”. Un catálogo en el que también escribió la crítica de cultura María Aurora Viloria, cuyo artículo tituló “El calor de las cosas cercanas”: “Quizá la clave está en que Cristina era capaz de convertir en cercano todo lo que tocaba”.

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5941 – Left

En la calle Mantería, haciendo esquina con Agapito y Revilla, es perfectamente reconocible el viejo cinema Lafuente, obra del arquitecto Ramón Pérez Lozana, luego rebautizado como cine Mantería y, por último, conocido como Mantería-Renoir.

Una vez que desaparecieron los cines Pradera, Coca y Capitol, el popular cine Lafuente, inaugurado el 2 de febrero de 1933, se convierte en el edificio dedicado al cine más antiguo de Valladolid. Bien es verdad que sin actividad desde 2012.

Se levantó como negocio cinematográfico por los hermanos Emilio y José María de la Fuente Trapote, vinculados por actividad familiar al negocio de zapatería. La sala nació con todos los adelantos de la época en cuanto a sonido y color. 

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Al cura Millán Santos Ballesteros se le considera una de las personas más relevantes de los años de la transición de la Dictadura a la Democracia en Valladolid: impulsó el movimiento vecinal en el barrio de las Delicias y promovió la formación de personas adultas desde la base de considerar que la educación es un derecho que tienen todas las personas. Sus acciones y su apostolado irradiaron a toda la ciudad y dejaban muy claro su apuesta por la democracia y la libertad. Pero, sobre todo, fue una persona que escuchó y empatizó con su entorno, especialmente entre las clases humildes. Un compromiso social y solidario que le llevó a tener que hacer frente a varias sanciones gubernativas, que iban desde multas a confinamientos temporales en conventos.

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Leonor Mengotti Arnáiz fue una mujer de la alta sociedad vallisoletana del siglo XX, cuya vida y personalidad desbordaron lo que cabía esperar de su estatus social.  Miembro de una familia en la que buena parte de sus miembros destacaron por sus actividades, empezando por su padre, Alfredo Mengotti, empresario de origen suizo, casado con la burgalesa Matilde Arnáiz (para casarse, Alfredo, protestante, se convirtió al catolicismo), se afincó en Valladolid a finales del XIX, y en 1905 comenzó una carrera diplomática en la que alcanzó el mayor grado posible cuando fue nombrado ministro plenipotenciario de Suiza en España.

UVAS Y COTILLONES

Llama la atención que hasta más recientemente, se utilizaba más el término de “año viejo” que el de “noche vieja”.  E incluso los llamados cotillones eran muy habituales en la noche de Reyes. Eso nos lleva a indicar que las fiestas navideñas ponían más énfasis en el recibimiento del Año Nuevo que en la despedida del año que terminaba.

Al principio los cotillones o fiestas de año nuevo se celebraban en los círculos de recreo tanto de la capital como en las sociedades de los pueblos de la provincia.

Mas, ¿qué es el cotillón? En realidad se trata de un tipo de baile y música que parece que se creó en 1700 pero que cayó en decadencia hasta que “resucitó” a finales del siglo XIX y se comienza a tocar en todas las celebraciones festivas: en carnaval, en bailes de puesta de largo de las “señoritas” de la alta sociedad, fiestas veraniegas (“en el casino se va a celebrar el primer cotillón del Verano”), en los numerosos círculos que había en la ciudad (“En octubre se celebrará un cotillón en los salones del Círculo de Labradores”),  etc. Eran piezas musicales que frecuentemente dirigía algún maestro de ceremonias que invitaba a cambiar de pareja. En definitiva un baile que inducía a facilitar la relación entre las personas que acudían a la fiesta. Es habitual que se incluyan piezas de cotillón en los conciertos de los teatros.

Así, era habitual que junto a piezas como el rigodón, la mazourka o el vals, se incluyera como cierre de los conciertos el cotillón.

El cotillón era tan popular en Valladolid que la prensa de finales del siglo XIX llegó a escribir que tal pieza de baile «era una institución en los bailes de Valladolid», aunque necesitaba tiempo para que los danzantes perfeccionasen su ejecución.

Imagen tomada de la revista La Ilustración Castellana (año 1883). Círculo de Recreo de Valladolid. Dibujo realizado por Mario Viani. Archivo Municipal de Valladolid.

El cotillón terminó por imponerse como una fiesta en sí misma que incluía algún servicio de merienda o cena, una orquesta y algún obsequio: eso que más recientemente terminó por llamarse “bolsa de cotillón” (antifaz confetis, serpentinas, etc.), en las salas de fiesta o restaurantes que celebraban la fiesta de Reyes o la de Noche Vieja. La Granja Royal ofrecía el 31 de diciembre de 1929 “Gran fiesta de las uvas, regalos, cotillón, desde las 11 hasta la madrugada”.

Los hoteles o establecimientos hosteleros, como el antiguo Hotel Felipe II (actual Felipe IV), el Hostal Florido, el hotel Conde Ansúrez, Hotel Inglaterra,  etc. era donde tradicionalmente se celebraban los cotillones, hasta que  ya a partir de los años 60 se comenzó a generalizar en restaurantes, salas de fiesta y discotecas. Y el cotillón desaparece como celebración de las actividades festivas como carnavales o fiestas de verano para convertirse en la fiesta de fin de año.

El cotillón de fin de año incluye las famosas doce uvas. La costumbre de comer las uvas ya estaba extendida a principios de siglo XX. El origen de este hábito no está claro, pues hay historiadores que la sitúan en la Francia de la década de 1880, y otros en España. En cualquier caso, a principios del siglo XX se inicia la costumbre de acudir a la plaza Mayor de Valladolid a comer las doce uvas de la suerte, quizá a partir del año 1909, que es cuando se instaló el reloj en la torre de la Casa Consistorial. Incluso los teatros, como el Lope de Vega, que ofrecían espectáculos el día 31, suspendían momentáneamente la actuación para que los espectadores tomaran las uvas que el propio teatro les ofrecía. Las doce uvas simbolizan los 12 meses del año. Por otro lado, la uva se asocia a símbolos positivos, como la hermandad, la alegría o el placer.

Las fechas navideñas eran muy propicias para actividades solidarias. Así, es llamativo cómo en la década de 1920 había bailes de caridad para recaudar fondos “para los niños pobres de las escuelas públicas”.

Pero la palma en esas iniciativas caritativas se la llevan las rifas que recaudaban dinero “para los presos de Chancillería”. Ha de tenerse en cuenta que hasta que en 1935 se iniciara la construcción de la nueva cárcel en la calle Madre de Dios, la de Chancillería era el presidio provincial.

El dinero recaudado, según noticas recogidas en 1930,  para los penados (hombres y mujeres) se destinaba para, entre otras cosas, la compra de carbón para las estufas, pues el edificio y las celdas era muy frías y húmedas. También a los presos se les daba un par de  comidas especiales que incluían “vino y tabaco”. El menú de aquellas comidas se componía de paella si era a medio día, y si era cena, alubias con salchichas y bocadillos de jamón. El postre se componía de mantecadas de Astorga e higos de Fraga.

Las navidades eran fechas propicias para que los establecimientos comerciales incluyeran anuncios  deseando un feliz año nuevo a su clientela.

Aunque nos parezca que los turrones, digamos de “fantasía”, son una invención moderna para salirse de la rutina de los turrones típicos, como son el de Alicante, Jijona o avellana, los cierto es que algunas tiendas de Valladolid anunciaban en el año 1900 la venta de turrones de Cádiz como el de coco, piña, fresa, café, naranja, limón o nieve. Por cierto, a 4 pesetas el kilogramo.

En las Navidades de principios del siglo XX la carne más consumida como propia de esas fechas, era la de pavo y capón. Y cómo ahora, que hay panaderías que ofrecen asar el lechazo o el tostón aprovechando el calor residual de los hornos tras la elaboración del pan, había establecimientos que ofrecían asar aquellas grandes aves.

Acaso pensamos que los juguetes educativos son una opción reciente, pero la prensa de principios del XX anunciaba que la Casa Santarén, una importante y gran librería que estaba en la plaza de Fuente Dorada, vendía juguetes instructivos y estuches de ingeniería.

Por cierto, era costumbre en los años centrales del siglo pasado hacer obsequios a los policías municipales que se encargaban de regular el tráfico. De tal manera que hay testimonios de algunos guardias en medio de una plaza rodeados de varias cestas de navidad.

NOTA: buena parte de este artículo, y las fotos, está realizado con información procedente de El Norte de Castilla.

LOS PUENTES MAYOR Y COLGANTE, BIENES DE INTERÉS CULTURAL

Hace tres años que publiqué esta entrada, pues me pareció un tema de gran interés. Es el caso que seguimos sin noticias de que la administración competente (Junta C y L) halla comenzado el proceso que conduzca al buen fin esta importante iniciativa patrimonial.

Así que bien está recordar que en Valladolid tenemos estos dos puentes que merecen mejor tratamiento y poner en valor por su historia y por su arquitectura.

El Ayuntamiento de Valladolid ha iniciado el proceso para que estos dos puentes tan importantes en la historia de la ciudad así como por sus características arquitectónicas, sean declarados Bien de Interés Cultural (BIC). De momento la Junta de Castilla y León, que es quien tiene que aceptar la propuesta ha dado la callada por respuesta.

Esto no significa que el camino haya quedado cerrado, sino que se va a alargar un poco más de lo previsto. En este artículo me voy a centrar en el caso del Puente Mayor y para ello he realizado un resumen del documento oficial del Ayuntamiento. En internet se puede acceder al expediente completo. El arquitecto municipal Óscar Burón Rodrigo ha sido el encargado de “pilotar” este proyecto.

El memorándum que ha presentado el Ayuntamiento a la Junta de Castilla y León comienza con estas bellas palabras que escribió Cervantes en La Galatea: «Volved el presuroso pensamiento a las riberas del Pisuerga bellas, veréis que aumentan este rico cuento claros ingenios con quien se honran ellas. Ellas no solo, sino el firmamento, donde lucen las claríficas estrellas, honrarse puede bien cuando consigo tenga allá los varones que aquí digo».

El Ayuntamiento de Valladolid entiende que por su relevante interés artístico, histórico, arquitectónico y etnográfica hacen que el Puente Mayor reúna, de forma singular y relevante, los valores que justificarían la incoación de la tramitación de su declaración como Bien de Interés Cultural a la Dirección General de Patrimonio Cultural de la Consejería de Cultura y Turismo de la Junta de Castilla y León, en la categoría de Conjunto Histórico, de acuerdo a los artículos que regulan la legislación sobre el particular.

Así mismo el Ayuntamiento de Valladolid prevé realizar actuaciones tendentes a recuperar la importancia relevante que ha tenido el puente y su entorno en la historia de la ciudad, de cara a su protección y conservación, así como  facilitar a los ciudadanos el conocimiento de la singular construcción y conseguir que sea una herencia para las generaciones futuras.

El puente fue el primero en ser construido y único durante casi un milenio. Realizado en fábrica de sillería caliza, tiene una longitud de 153 metros con 10 ojos de diferentes secciones, y desde finales del S. XIX una anchura media de la plataforma superior de 12 m, volada sobre el puente histórico con ojos de 9,05 m. de ancho. Constituye uno de los elementos urbanos históricos más antiguos e importantes de Valladolid, si bien su actual imagen está configurada también por las modificaciones que se han realizado sobre él a lo largo de la historia, en especial las obras ejecutadas hace poco más de un siglo con el objeto de ampliar su anchura y enrasar su perfil longitudinal; en cierta forma esta reforma cubrió a la vista el alto valor artístico e histórico de este puente de origen medieval y de gran belleza.

Su estructura responde a la tipología común de los puentes de origen medieval, si bien existen tres particularidades que caracterizan de forma singular al Puente Mayor. Por un lado, que es un puente doble, algo que puede comprobarse en el intradós de varios de sus ojos, claramente es un puente que fue ampliado al doble de su anchura original en algún momento de la historia (quizás en el siglo XV) por lo que en realidad son dos puentes paralelos adosados.

El más antiguo de los dos es el que se sitúa aguas abajo. La segunda característica es que, pese a ser un puente de origen medieval, el aspecto que hoy conocemos poco tiene que ver con su perfil original, abombado en el centro como otros puentes del Medievo. Una reforma drástica realizada a finales del S. XIX fue la responsable del enrasamiento, así como de la ampliación de la anchura del tablero.

La tercera particularidad es que posee diez ojos casi todos diferentes, fruto de las sucesivas reformas que fueron moldeando el puente de forma irregular. Sus formas se engloban en tres tipos principales: dos ojos son de medio punto, otros dos no llegan a la media circunferencia, otros dos también de media circunferencia, pero peraltados, y finalmente, los cuatro restantes son apuntados.

Todas las singularidades geométricas en tajamares y ojos son fruto de las numerosas reformas que se acometieron a lo largo de la historia, en las que fueron reconstruidos y reforzados arcos, pilares, cepas y pretiles, algunas veces por el desgaste propio del tránsito de personas, animales y vehículos y, en la mayoría de las veces, por las múltiples riadas e inundaciones que cada poco sufría el puente. Pero lamentablemente también por las consecuencias de la guerra, pues en 1812 fue parcialmente destruido por el ejército francés por su importante ubicación estratégica.

El Puente Mayor debe su nombre a su trascendental valor en la historia de Valladolid, aunque en la documentación antigua se le llama “la Puente del Río”, “la Puente de Piedra”, e incluso solamente “la Puente” (antiguamente puente tenía género femenino), señal inequívoca de que fue el único hasta fechas recientes. La existencia de un gran número de pequeños puentes que atravesaron los dos cauces de las Esguevas, es seguramente la razón por la que se le denominó “Mayor”, para diferenciarlo del resto.

Como muchas otras construcciones antiguas, la historiografía clásica vallisoletana, que en buena medida hunde sus raíces sobre la tradición y la leyenda, liga la construcción del Puente Mayor al propio surgir de la ciudad a la Historia de la mano de los condes Pedro Ansúrez y Eylo Alfonsez. Estos mitos derivan de la publicación de dos novelas a finales del siglo XIX cuya influencia es patente incluso a día de hoy, y se repite popularmente confundiendo a los propios vallisoletanos: una novela habla de que fue construido por un moro por órdenes directas de la Condesa Eylo, y la otra que directamente construido por el mismísimo diablo.

En realidad, poco se puede asegurar sobre la fecha de su origen (a pesar de la historiografía tradicional). La primera documentación histórica realizada a un puente de Valladolid es del año 1114, y muy posiblemente sea el Puente Mayor, pero de lo que sí hay algo seguro es que muy poco se parecería al que nos ha llegado hasta nuestros días. Su fábrica actual está muy alterada al haber sido objeto de innumerables reparaciones desde su construcción.

Un documento de la reina Urraca (primeros años del siglo XII) de donación del monasterio de San Cosme y San Damián a la Colegiata de Valladolid, dice que el mismo estaba situado “caput pontis valleadolleti” (algo así como “en la cabecera del puente  de Valladolid”).

Del puente se sabe que  las partes más antiguas datables se remontan a fechas de entre los siglos XIII y XIV. La opción de vincular el Puente Mayor a la presencia de posibles asentamientos previos a la época ansuriana en nuestra ciudad, ya fueran romanos o hispanovisigodos, es imposible a día de hoy; si bien se han encontrado muchas evidencias arqueológicas de algún tipo de asentamiento romano de cierta entidad, quizás un vicus, no hay rastro de ningún registro posterior al periodo del Bajo Imperio hasta los inicios de la Baja Edad Media, cuando ya nos encontramos con un núcleo de vecinos “in territorium de Kabezone” que, con centro en la actual plaza de San Miguel, nace por la actividad que todo cruce importante de caminos genera: en nuestro caso el configurado por los que cruzaban el territorio en las direcciones cardinales, uniendo León y Rioseco con el Valle de Esgueva, y Simancas con el norte y Cabezón. Las condiciones favorables de la zona, terreno fértil y llano irrigado por abundantes cauces, hizo el resto para el asentamiento de la población que Ansúrez recibió de manos del rey Alfonso VI cerca del año 1072.

Nuestro Puente Mayor se sitúa en un ensanchamiento natural del río que, casi con seguridad, dio lugar a un vado natural que tenía posibilidades de ser cruzado en determinadas épocas del año; no debería pensarse en la existencia de un puente más antiguo que el de las fechas que barajamos, pues si hubiese sido así muy probablemente la población se hubiese asentado en origen más cercana a él, como en muchos otros casos en los que así ocurre. Y, sin embargo, aunque la tradición hizo fundar al conde Ansúrez ese lugar llamado “la Puebla del Puente”, hoy barrio de San Nicolás, en realidad no aparece en los registros históricos hasta finales del s. XII. En todo caso, no podemos dudar de la existencia temprana de un paso sobre el río, y de la inmediata importancia que éste comenzó a tener para la población y su economía. Por todo ello se puede concluir que este puente quizá sí pudo ser contemporáneo a los condes Pedro y Eylo, pero su morfología debía corresponder a algo muy diferente a lo que imaginamos: una estructura de pontones de madera sobre machones de fábrica de piedra, que permitía un acceso más bien precario a la villa, necesitado de continuas reparaciones dado que el Pisuerga es un río con frecuentes crecidas.

El Puente Mayor  también sufrió los rigores de la Guerra de la Independencia. Acompañado de unos 10.000 hombres, el 6 de enero de 1809 Napoleón entró por el Puente Mayor en Valladolid, por entonces un gran nudo estratégico en el camino desde Francia a Lisboa y de ahí su importancia para las tropas francesas para despejar el camino hacia Portugal. Ya en 1812, después de que la ciudad se levantase en armas, y siendo escenario de las batallas entre fuerzas inglesas y francesas, el 29 de julio los franceses volaron uno de los ojos centrales del puente en su huida, que el Ayuntamiento reparó en precario con maderas, que el 7 de septiembre los franceses volverían a sabotear. Ese mismo día las tropas angloespañolas con Wellington al frente consideraron pequeño el destrozo y volaron un segundo ojo que debía situarse junto a él. Volvieron a arreglarse los daños en precario en 1815 hasta que finalmente se repararon con sillares entre los años 1826 y 1828.

En 1888 el puente sufrió una gran reforma, pues desde hacía años se advertía que el primer ojo de la margen derecha amenazaba ruina inmediata,  lo que hace  que el Ministerio de Fomento elaborase un proyecto de recomposición del puente, atendiendo también a la posible ampliación y ensanche del mismo. Fue la intervención más agresiva que se ha realizado sobre el puente.

Para hablar de las aceñas, el azud y la pesquera que también forman parte del proyecto de declaración de BIC, debemos saber que desde tiempos inmemoriales el hombre se ha servido de la fuerza natural de los ríos para construir ingenios que la aprovecharan, tales como aceñas y batanes, que facilitaron la elaboración de harinas y tejidos.

En lo que a Valladolid concierne, la primera noticia de estas aceñas es de 1230. Estas fueron conocidas como las Aceñas del Puente, de San Benito o de los Frailes, y son el testimonio más antiguo del patrimonio industrial de Valladolid. Junto a las aceñas se situaba una pesquera, construcción de ingeniería fluvial que simula un ramal para la circulación de los peces ante la barrera que suponía el azud, hasta una balsa en la que poder los pescar de una forma mucho más sencilla.

En definitiva, el Puente Mayor es un puente medieval cuya estructura básica pervive tras un gran conjunto de reformas que le han ido configurando una marcada singularidad y personalidad característica, por ejemplo con su duplicación en sus primeras etapas, que ha progresado intrínsecamente con la ciudad siendo una de las más importantes representaciones culturales de ella, y testimonio etnográfico de la evolución de Valladolid en la Historia desde sus comienzos.

Por otro lado tenemos el valor del patrimonio arqueológico industrial del conjunto del azud, las aceñas y la pesquera, cuyos restos son el testimonio, al menos desde siglo XIII, de la utilización del río mediante artilugios hechos por el hombre para la obtención de energía para la confección de tejidos y la molienda del cereal, así como para la acuicultura, es decir, los recursos pesqueros.

Ambos son testigos del desarrollo sostenible histórico de los vecinos con el río Pisuerga.

Mas, a ambos elementos hay que sumar los valores inmateriales, culturales y etnográficos del sistema medieval amurallado de la ciudad, por la ubicación de puertas y postigos en el Puente Mayor y sus alrededores, como muestra del sistema de vigilancia vinculado a la ciudad moderna, al principio y de forma principal desde el aspecto defensivo y después desde el económico a través del control fiscal. Y también el patrimonio arqueológico de los edificios religiosos que históricamente se situaron en los extremos del puente, ermitas y humilladero, ligados al comienzo de los caminos, cuyos restos posiblemente aún queden en el subsuelo y pudieran ser recuperados en los trabajos de restitución del antiguo perfil del puente.

No se pueden olvidar los valores culturales e históricos de los proyectos reformadores ilustrados de finales del XVIII y su influencia en la modernización del país, como el proyecto de Canal de Castilla para trasladar el trigo castellano a los puertos cantábricos, el plantío de árboles para el embellecimiento del paseo del Espolón Nuevo, o la plantación de Las Moreras para el apoyo de la industria de la seda en la ciudad.

No tienen menor importancia los valores naturales de las riberas del río Pisuerga, en especial de la orilla derecha, que aun estando situada en un entorno urbanizado y consolidado de Valladolid, todavía conserva el paisaje fluvial propio del bosque de galería que caracteriza a nuestro río.

Añadamos los valores científicos vinculados al periodo en el que Valladolid fue capital de la Corte, en el que fue escenario de proyectos y artefactos tecnológicos revolucionarios, como el ingenio de Zubiaurre para la elevación del agua, el proyecto de navegación por los ríos de Castilla, o el primer sistema de respiración automática para la práctica del buceo, son buenos reflejos de la superación tecnológica de los siglos XVI y XVII.

En conclusión,  se trata de un conjunto de valores singulares y excepcionales que configuran un sistema de relación de los ciudadanos de Valladolid con el río, un testimonio único que ha sobrevivido conservado en buena medida hasta el día presente, y que lo hace único e irrepetible en la Comunidad de Castilla y León.

NOTA: Todas las imágenes aquí mostradas están obtenidas del informe del Ayuntamiento.

El viernes 15 de diciembre presento un libro: «Historias y personajes no tan conocidos del Valladolid Contemporáneo». En la librería Sandoval a las 20:00 h.

Por “Historias y personajes no tan conocidos del Valladolid contemporáneo”, transitan 30 historias y personas que han dejado huella en Valladolid de una u otra forma: empresarios, políticos, periodistas, concejalas, pintoras, doctores, filósofos, arquitectos… un payaso, un torero, un marmolista…

El desaparecido mercado del Campillo, el barco de vapor que circuló por el Pisuerga, la creación de SAVA, la primera Feria de Muestras de Valladolid, la primera “spiker” de radio, las primeras concejalas que hubo en Valladolid (en tiempos de Primo de Rivera), el cine Lafuente, la iglesia del Carmen…

Personas e historias que pespuntean la historia de Valladolid desde mediado el siglo XIX, y que apenas han tenido cabida en las semblanzas al uso publicadas hasta la fecha.

INMACULADA CONCEPCIÓN, DOGMA DE LARGA HISTORIA Y CONTROVERTIDOS DEBATES

El 8 de diciembre la Iglesia Católica celebra la Inmaculada Concepción, un dogma que tiene tras de sí una larguísima e interesante historia en la que intervino todo el mundo: órdenes religiosas, papado, reyes, ayuntamientos, cofradías, gremios, etc. etc. Se trata de un asunto que rebasó el ámbito religioso para entrar en razones políticas. Y en esa historia Valladolid tuvo un lugar destacado.

Corría el año 1618:   un vecino de Valladolid en el trance de la muerte, que no creía en la Inmaculada Concepción de la Virgen, oyó una voz que ordenó que se le produjeran espantosos dolores hasta que él mismo deseó la muerte. En esto se le apareció la Virgen “con gran resplandor y majestad” que con suave voz le pidió: “Creed en mi Limpia Concepción”, a lo cual al punto respondió: “Virgen Santísima concebida sin pecado original… dadme salud”. La Virgen, le pidió que además de creer en su limpia concepción, lo pregonara a los cuatro vientos. Asintió el dolorido moribundo que al punto quedó sano. Así, más o menos, lo escribió Lourdes Amigo Vázquez Doctora en Historia por la Universidad de Valladolid, en su tesis sobre “Devociones, poderes y regocijos. El Valladolid festivo en los siglos XVII y XVIII”.

Museo de San Antolín, Tordesillas. Una bellísima talla de la Inmaculada en madera del siglo XVII realizada por Pedro de Mena, escultor barroco considerado de los mejores de la imaginería andaluza.

Tal fue el interés, digamos político, de la proclamación de aquel dogma por parte de Roma que la Monarquía española (sobre todo los Austrias Felipe III y IV que fueron los impulsores de entre los reinos católicos europeos) se asoció indisolublemente a esta causa y a tal fin incluso se creó una Real Junta encargada de lograr de Roma la proclamación del dogma. Se trataba, como diríamos ahora, de un asunto de Estado. La causa real seguramente tenía mucho que ver con la reafirmación de la Corona en todos sus reinos creando elementos de identidad y unidad en torno al rey, y afianzar la contrarreforma: defensa de la fe contra el protestantismo, que no compartía el dogma de la Inmaculada… pero esto nos lleva a otros terrenos.

No estamos hablando de un asunto pacífico en absoluto pues, por ejemplo, la Congregación del Santo Oficio en el siglo XVII había prohibido asociar el término Inmaculada a la palabra Concepción. La controversia alcanzó en ocasiones altas dosis de pasión, pues, por ejemplo los dominicos no estuvieron a favor de la Inmaculada hasta  1663: corría el año de 1502 y en el sermón que el día de la Concepción ofreció en la catedral el oficiante del Convento de San Francisco, levantó tal oposición por parte de los dominicos de San Pablo que tuvo que intervenir el presidente de la Chancillería para poner orden en el conflicto cuya controversia se había encendido también entre las gentes del pueblo llano.

Alegoría de la Vírgen Inmaculada, de Juan de Roelas (1570-1625). Lienzo de grandes dimensiones expuesto en el Museo Nacional de Escultura de Valladolid.

Y es que este hecho nos habla de un episodio entre los muchos que se han producido en torno a la Inmaculada Concepción, un dogma cuya controversia duró siglos y ocupó miles de escritos y apasionadas discusiones entre las mismas órdenes religiosas, pues no todas compartían lo que en 1854 terminó por sancionarse como un Dogma de Fe. Una larguísima historia que se remonta al siglo XII, (en el que ya se datan debates entre los Santos Padres y los cistercienses), totalmente imposible resumir en dos folios. Aunque podemos indicar que el vallisoletano convento de San Francisco sito en la plaza Mayor fue uno de los focos más fervorosos defensores en España del misterio de la concepción sin pecado original de la Virgen. Y Valladolid, en general, fue una sociedad volcada en favor de la proclamación del dogma inmaculista. Un proceso en el que destacaron varios ilustres monjes y obispos vallisoletanos.

Entre intervinientes notables en la controversia, que como ya se ha dicho, venía de lejos y fue larga, sabemos que en la década de 1430, el Cardenal vallisoletano Juan de Torquemada, y persona de toda confianza del papa, participó en la elaboración, junto a otros cien prestigiosos maestros, de una síntesis de las opiniones contrarias a la proclamación de la inmaculada concepción, que era más piadoso creer que la Santísima Virgen María de Dios fuera concebida con pecado omariginal.

Nuestra ilustre dama Marina Escobar (1554-1633), estrechamente vinculada a la orden jesuita que apenas recién creada se puso de parte de la proclamación de la Inmaculada, decía recibir en su alcoba donde estuvo recluida treinta años por razones de salud, visitas de la Virgen proclamando su limpia concepción.

Retrato de Marina de Escobar. Cuadro anónimo del siglo XVII conservado en el Monasterio de Santa Ana de Valladolid. Imagen tomada de Wikipedia.

Se trató, en todo caso, en un proceso en el que no solo opinaron las instancias eclesiásticas, papado incluido, sino que en una sociedad sacralizada como era la española, los estamentos civiles también intervinieron no sin razones de interés político: desde los mismos reyes hasta los más humildes ayuntamientos. Aquello era una verdadera campaña en la que de una forma u otra se iban sumando ciudades y pueblos. Sevilla, por ejemplo, fue, como Valladolid, una potente referencia en favor del dogma: hay una coplilla en Sevilla que dice “Todo el mundo en general a voces, Reyna escogida, diga que sois concebida sin pecado original”.

Anónimo del año 1662. La Inmaculada Concepción preside la consagración de la iglesia del Sagrario de la Catedral de Sevilla.

Fueron muchos los municipios españoles de todos los tamaños que tomaron posición favorable a la Inmaculada, como el nuestra provincia fueron, entre otros, Medina del Campo, Nava del Rey o Cogeces del Monte.

La fachada de la iglesia Nuestra Señora de la Asunción, de Cogeces del Monte, es una especie de trampantojo en honor de la Inmaculada Concepción, en cuyo frontispicio figura la siguiente inscripción: “Hombre, si eres racional, defiende con honra y vida que es María concebida sin pecado original”

El Ayuntamiento de Nava del Rey, que cambió el nombre de la ermita de Nuestra Señora del Pico Zarzero por el de Nuestra Señora de la Concepción, entre otras demostraciones de fervor inmaculista destaca la declaración de los munícipes en 1749, que acordaron “ defender en todas las ocasiones, por escrito y de palabra, en público y en secreto , y de todos modos, que María Santísima fue concebida sin mancha del pecado original en el primer instante de su ser natural; y que todos los individuos que en adelante fuesen de este Ayuntamiento, antes de ser recibidos en el uso de sus respectivos oficios, y al tiempo de hacer el juramento acostumbrado que para ello se requiere por derecho, lo hayan de hacer también de defender este misterio en la forma referida».

En 1619 en Medina del Campo, tanto el cabildo eclesiástico como el Ayuntamiento hicieron solemne profesión de su devoción a la Inmaculada Concepción de María, Y para hacer notorio y visible este voto, el 5 de mayo de aquel año se organizó una solemne y concurridísima procesión.

El Ayuntamiento y el cabildo catedralicio de Valladolid también se sumaron a la causa inmaculista que con vehemencia defendían los franciscanos. Y en pro de la causa los munícipes organizaban fiestas populares y la Catedral concurridas procesiones. Incluso en 1617,   personajes principales de la Real Audiencia crearon una cofradía que juró la Concepción (y con tal nombre quedó la misma). Una cofradía que se alojó en la parroquia de San Pedro.

Una de aquellas fiestas así las describe Lourdes Amigo: “Las calles, balcones y ventanas estaban con tanta gente, que parecía haberla Valladolid buscado prestada para ese día”. Las ventanas estaban sembradas de colgaduras que decían María Santísima Concebida sin pecado original. El ayuntamiento puso antorchas en la fachada de la Casa Consistorial (que estaba donde sigue ahora en la plaza Mayor), también las casas particulares se iluminaron y hubo música, cohetes y fuegos artificiales (“invenciones de fuego”) en la plaza Mayor, también certámenes poéticos y procesiones.

En 1618 el Ayuntamiento y la Universidad (a instancias del propio rey Felipe III) “juraron y votaron creer y defender la Limpia Concepción de Nuestra Señora” y el 8 de diciembre en la Catedral hicieron público su voto. En 1662 el Concejo de Valladolid, convocó a una misa solemne en la Catedral siguiendo las indicaciones de una Real Cédula de Felipe IV  lo ordenaba a todas las ciudades con voto en Cortes para dar las gracias por que el Papa Alejandro VII  había declarado “el santo misterio de la Inmaculada Concepción de la Virgen Santísima”.

Inmaculada, de Francisco Salzillo (s. XVIII) recién adquirida por el Museo Nacional de Escultura. Hecha de barro cocido.

Muchos años después, incluso el Colegio de Abogados de Valladolid en junta celebrada el 16 de septiembre de 1759 acordó que los colegiados hicieran juramento de defender el misterio de la Purísima Concepción de María, adoptándola, además, como patrona. Y en 1779 se crea en Valladolid la Real Academia de la Purísima Concepción de Matemáticas y Nobles Artes, en cuyos estatutos se recoge la advocación del Misterio de la Concepción de María Santísima.

En fin, aún habrían de durar un par de centurias los debates: en 1777 el mismo Carlos III prohibió a la Universidad de Valladolid que directa o indirectamente pusiera en duda la Purísima Concepción.

Es el caso que, como se ha dicho, hasta 1854  Pío IX,  no aprobó el dogma: el 8 de diciembre de aquel año, el papa publicó la Bula » Ineffabilis Deus», que dice lo siguiente: “Para honra de la Santísima Trinidad, para la alegría de la Iglesia católica, con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, con la de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo y con la nuestra: Definimos, afirmamos y pronunciamos que la doctrina que sostiene que la Santísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de culpa original desde el primer instante de su concepción, por singular privilegio y gracia de Dios Omnipotente…”.

LA CASA DE LOS REYES

A fuer de que las últimas siete generaciones de vallisoletanos vienen conociendo que el edificio que preside la plaza de San Pablo son dependencias militares,  ha contribuido  a que no se tenga en cuenta en toda su dimensión la importancia  histórica y arquitectónica del antiguo Palacio Real.

En estas fechas, el Ministerio de Defensa está celebrando los 500 años del Palacio, así que me ha parecido interesante darnos un paseo por este importante patrimonio de Valladolid.

Esto ha privado de un mayor conocimiento y disfrute por parte de la población de este singular edificio. Consciente de ello, el Ministerio de Defensa  trata de hacerlo más asequible mediante visitas guiadas, algunas actividades culturales,  y la instalación en una de sus salas de un pequeño museo que recoge la historia reciente del edificio.

Sería tarea imposible resumir siquiera la historia y avatares del Palacio Real,  que no es sino el resultado de diversas intervenciones urbanísticas que condujeron a que entre 1601 y 1606 Felipe III instalara en él la Corte, convirtiendo a Valladolid en la capital de la Hispanidad durante aquellos años, de la mano del gran especulador urbanístico que fue el Duque de Lerma.

Aprestémonos, al menos, a dar un paseo por el interior de este sitio real que desde 1999 está declarado Bien de Interés Cultural, y que ha conocido numerosas reformas tanto interiores como exteriores.

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Fachada actual del Palacio Real, e imagen de su aspecto en el siglo XVIII (grabado reproducido del afamado libro de Ventura Pérez: “Historia de la muy noble y muy Leal Ciudad de Valladolid. Recopilada de varios autores en este año de 1759”). El palacio se fue forjando a partir de varias casas que Francisco de los Cobos (secretario de Carlos V) y su esposa María de Mendoza obtuvieron  por dote matrimonial en 1522

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Patio principal, el de mayor tamaño de entre todos los palacios que llegó a tener Valladolid. Y detalle del empedrado

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Los medallones que adornan las arquerías recogen personajes históricos principales, como la de Carlos V, pero también personajes mitológicos no todos identificados: parece que hay una imagen de Alejandro Magno, de Héctor y Paris…  Y se ven los escudos de los numerosos reinos de la España del siglo XVII, como el de Castilla

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Tanto durante la invasión francesa, en la que Napoleón  se instaló en el palacio con numerosa tropa que alteró profundamente la estructura interior del edificio, como en sucesivos usos del mismo, se llevaron a cabo diversas y notables modificaciones, como esta, en la que se ve a finales del XVIII completamente tapiadas las galerías (fotografía de Jean Laurent). También alojó dependencias de Hacienda, Audiencia Territorial, etc.  Las galerías actualmente recogen diversa decoración histórico-militar

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Arco de una de las partes más antiguas del palacio, y una de las dependencias. Durante la estancia de la Corte en Valladolid, la ciudad llegó a contabilizar más de 400 palacios

8a8b Hay dependencias que por tener uso administrativo no se muestran en la visita guiada que se lleva a cabo los miércoles por la mañana, como la galería y jardín de Saboya

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Escalera principal con profusa y rica decoración. No es la original del siglo XVII, sino una nueva levantada siguiendo las trazas de 1762 del afamado arquitecto Ventura Rodríguez. En estos años, Ventura Rodríguez estaba trabajando en la Catedral, Convento de Agustinos Filipinos, Colegio de Santa Cruz, Ayuntamiento de La Seca, etc.

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Oratorio de la Reina. La capilla real no se conserva

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Una habitación recoge reproducciones de escenas de batallas del pintor Augusto Ferrer Dalmau, como esta titulada “Rocroi el último tercio” (1643, durante la Guerra de los Treinta Años)

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El Salón del Trono es en realidad una construcción que llevó a cabo el Ministerio de Defensa siguiendo modelos de otros palacios reales

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Una de las habitaciones del palacio muestra paneles explicativos de la evolución del edificio y de los avatares históricos desde que está ocupado por el Ministerio de Defensa

 

NOTAS: El libro imprescindible para conocer la historia y arquitectura del Palacio Real, editado en 2006 por la Universidad de Valladolid y el Ministerio de Defensa,  tiene como autor a Javier Pérez Gil.

Para inscribirse en la visita guiada es preciso llamar a los  teléfonos  983 219 310 o 983 327 302