De la dársena del barrio de la Victoria hasta la esclusa 42 (a la altura del antiguo poblado de Tafisa), el recorrido por las orillas del canal de Castilla es un paseo excepcional en la Meseta Castellana.
El Canal de Castilla es una de las obras más relevantes de la ingeniería española de la época Moderna. Las obras adquirieron el máximo rango posible, al declararse como Reales Obras del Canal de Castilla. Se trataba del intento de una España moderna que seguía la estela de los países europeos y que perseguía el progreso material del país.
Hasta llegar al proyecto definitivo del actual canal no se puede olvidar que ya en los siglos XVI y XVII la Corona andaba soñando con la construcción de un canal (por cierto, no solo en el de Castilla, sino en otros varios, incluido el de Aragón). Sabemos que Carlos I de España, hacia 1550 ya planteaba tras la posibilidad de unir por vía acuática la Meseta con el Cantábrico. Y Felipe II también acarició esta posibilidad, para lo que encargó el levantamiento topográfico del territorio español.
Pero no fue hasta 1751 para que, bajo el impulso del Marqués de la Ensenada, Fernando VI ordenara la constitución de una comisión de estudio sobre las posibilidades de construir algunos canales de navegación.
Nació el canal con la quimérica pretensión de atravesar la Cordillera Cantábrica y unir el corazón de la meseta con el mar. No se consiguió finalizar aquella empresa de titanes que comenzó en 1753, y los trigos terracampinos sólo llegaron, en barca, hasta Alar del Rey. Desde allí, el ferrocarril transportaba el cereal hasta los puertos santanderinos.
Su construcción adquirió notable proporción administrativa, hasta el punto de convertirse en un ente de magnas proporciones. El canal generó un complejo entramado compuesto por los más diversos cargos políticos y burocráticos, amén de numerosos oficios.
También necesitó proveerse de hospitales en diversos puntos del trazado según avanzaban las obras: Sahagún el Viejo, Dueñas, Cigales, Medina de Rioseco y el monasterio de Matallana -que luego pasaría a ser cantera para las obras del Canal-, por ejemplo. Además hubo que habilitar presidios para acoger a los penados que desde distintas cárceles de España se enviaban a trabajar en las obras del Canal, con toda la intendencia que ello suponía.
Un curioso detalle: los esfuerzos que por temporadas exigían las obras del canal llevaron en varios ocasiones a pedir licencia al obispado de Palencia para que permitiera trabajar en días festivos, con la condición de hacerlo después de haber oído misa y anunciándolo al pueblo durante la misa para evitar malos entendidos.
Para hacernos idea de la magnitud de la obra diremos que en 1786 se anota la presencia de 2.000 soldados y otros tantos campesinos trabajando en las obras.
Pero ¿qué es el Canal de Castilla?
Una arteria de agua de 207 km. que atraviesa 38 términos municipales de Valladolid, Palencia y Burgos, y que tiene sus dársenas en Medina de Rioseco, Alar del Rey y Valladolid.
Los primeros barcos comenzaron a navegar en 1792, y tras algunos lustros de gran actividad (hasta 365 barcas llegaron a estar al servicio del Canal), en 1954, después de una larga y agónica decadencia, navegó la última embarcación. Ahora el Canal sirve para proveer de agua potable a las poblaciones que se encuentran en su recorrido, y para regar las tierras de labranza.
Para las funciones de regadío fue necesario someter al canal a unas costosas obras: subir el fondo, estrechar la sección, reducir la altura de los saltos de algunas esclusas y suprimir compuertas; todo para conseguir el objetivo de aumentar la velocidad del agua, pues esta debería correr más rápido si se quería que el Canal funcionara para regadío. Como curiosidad cabe indicar que el Canal, pese a lo que se cita en muchas ocasiones, jamás ha perdido, oficialmente, la condición de navegable. Ningún decreto, orden o circular ha advertido de que el Canal de Castilla dejara de ser navegable.
Vamos a dar un paseo de apenas un par de horas entre ida y vuelta. Un recorrido que tiene en su mayor parte carácter muy urbano, pues discurre en paralelo a los barrios de la Victoria, Parva la Ría y antiguo poblado de Tafisa, lo que aumenta el disfrute de puntos de vista y parajes muy variopintos.

En el barrio de la Victoria, de Valladolid, está la dársena donde termina el ramal del sur, cuya obra concluyó en 1835. Hasta 1849 no estuvo en uso la dársena de Medina de Rioseco – el ramal de Campos-, y entonces ya esta insólita arteria de agua quedó practicable para la navegación. En total, 207 kilómetros que pasan por 38 términos municipales de Palencia y Valladolid principalmente (además de Burgos).

Andar por las orillas del canal es recorrer uno de los patrimonios históricos industriales más importantes de España.

En la orilla izquierda, donde están las naves de mantenimiento, estaba el puerto seco: lugar donde se reparaban las barcas. Ahora está tapado, pero se conserva la estructura y piedras que parece que la Confederación Hidrográfica del Duero quiere rescatar.

En la nave principal (-calle Canal- frente al Archivo de la Confederación), se señalizan los senderos GR 39 y GR 89, que son senderos de largo recorrido que discurren por Montes Torozos y Canal de Castilla, respectivamente.

El Canal fue declarado Conjunto Histórico Artístico el 14 de agosto de 1991. En la imagen, uno de los miliarios que marcan los kilómetros. Hasta donde sé, solo se conservan dos de estos hitos.

Los caminos de sirga del Canal son un marco ideal para el paseo, la bici o la carrera.

El canal es un auténtico corredor biológico que facilita la dispersión de los organismos que lo habitan. Sus ecosistemas ribereños configuran una franja de hábitat ideal para especies animales y forestales. Una densa arboleda jalona los caminos, cuyo itinerario desde la dársena debe comenzarse por la orilla derecha y cruzar hacia la orilla izquierda en el primer puente que se vea. La grafiosis de la década de los ochenta del siglo XX también hizo estragos en los olmos que crecían en las orillas del canal. Ahora, algunos ejemplares se recuperan entre la alameda. En el tramo más urbano, numerosos patos y pollas de agua acompañaran el camino al que asoman varios barrios de la ciudad: la Victoria, la Maruquesa, Fuente el Sol, la Parva de la Ría y, ya casi al final, las ya despobladas casas de la antigua Tafisa.


Esclusa 42 -la última del canal-, cuyo edificio sirvió antes de almacén y fielato, y ahora es un centro de control del canal. Esta esclusa, además, parece que es la única cuyas puertas siguen funcionando.

Podemos prolongar el paseo durante un pequeño tramo hasta donde la carretera de la Overuela se estrecha, y el Canal y el Pisuerga casi se rozan. Debajo de nosotros un puente permite que el arroyo Berrocal vierta sus aguas en el río. Aunque no se puede ver, el puente tiene una buena potencia constructiva y, como todas las obras del canal, está protegido urbanísiticamente. Por cierto, en las primeras y últimas horas del día, es un buen observatorio de la evolución de las rapaces que anidan en el Soto de Medinilla (al otro lado del río) cuando estas están en plena actividad de caza.

La viejas casas del poblado de Tafisa, a la altura de la esclusa 42: melancolía a raudales.

Paralelo al primer tramo de la dársena discurre la calle Canal, en la que hay tanto naves como viviendas que se facilitaron a los trabajadores de la empresa. En la imagen, pequeños corrales que cuidan los habitantes de la calle.
… Y, a continuación, unas cuantas fotos en blanco y negro. La dársena llegó a ser en el siglo XIX el principal centro de actividad económica de Valladolid: fundiciones, cerámicas, tejidos, industrias harineras y diversos talleres, constituían lo que hoy llamaríamos un auténtico polígono industrial. La primera imagen es de 1888 y el resto ya del siglo XX. Las fotos son del Archivo Municipal de Valladolid y de la Confederación Hidrográfica del Duero.






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