MEDINA DE RIOSECO: EL REFUGIO DE UNA REINA…

La fuente de la Samaritana: donde según la leyenda, Isabel, la que más tarde sería reina de Castilla, se acercaba a beber de sus frescas aguas.

A raíz de su casamiento con Fernando de Aragón, el matrimonio, para protegerse de su hermanastro Enrique IV, se refugió en Rioseco bajo el amparo del poderoso Enríquez. Isabel había roto su palabra de aceptar el matrimonio que Enrique le propusiera según sus intereses, y aquella boda desató las iras de la corte. Así que Isabel y Fernando buscaron el amparo de Enríquez, persona de tan gran poder e influencia que ni el rey se atrevería a hostigar a sus invitados.

Y aquí empieza nuestro paseo.

Justo en la última curva que se va a tomar para encarar la recta que, viniendo desde Valladolid, conduce a Medina de Rioseco, sale a mano derecha un camino. Este es un buen lugar para comenzar un breve pero sugerente paseo en torno a lo que queda del antiguo convento o monasterio de Valdescopezo. Este suntuoso convento comenzó a construirse en 1477, pero tiene su origen en 1429, cuando  los franciscanos se asentaron en torno a una ermita (en la imagen, un grabado idealizado del convento, reproducida del blog valladolidenbici).1 valdescopezo

A medida que nos vamos acercando al terreno que ocupaba el monasterio, veremos unas potentes paredes de piedra que forman una gran escuadra en torno a lo que ahora es un pinarcillo.

Los muros responden a la construcción original, más o menos retocada por las sucesivas necesidades de mantenerlo para evitar que los tesos que rodeaban el convento se precipiten sobre lo que fue la exuberante huerta del convento.

Una huerta regada por las aguas de la Samaritana (fotografía). Es la Samaritana una fuente centenaria que se ha mantenido abierta aún con el paso de los años y la pérdida de su utilidad para proveer de agua al convento y al mismo Rioseco desde el siglo XVI, en lo que es una tan interesante como descuidada conducción de agua que abasteció el monasterio de las Claras. Esta fuente la veremos sin dificultad un poco apartada del camino nada más pasar unos abrevaderos.2 samaritana

Continúa el paseo rodeando los muros de la forma que mejor podamos hasta volver a ponernos de cara al caserío riosecano. Para los atrevidos hay alguna posibilidad más: adentrarse por el pinarcillo pegados a la pared y encontrar la embocadura de un subterráneo (un bosquecillo de chopos la delata) cuya utilidad no está muy acreditada ¿Antigua bodega del convento? ¿Acceso a la cripta de la iglesia que aquí hubo?… El lugar es transitable y tiene cierta profundidad, sin que tenga mayor interés su recorrido. Solo esa sensación de estar entrando en un lugar remoto y de  percibir los ecos de unos monjes laboriosos que cuidaron una huerta legendaria.

El retorno hacia donde hayamos dejado el coche depara un agradable paisaje sobre esta ciudad cuyas torres de sus cinco auténticas catedrales hacen muy airoso un horizontal caserío típicamente terracampino.

Pero, aún más. Si queremos hacernos una idea de la conducción de agua a la que antes se ha hecho referencia, podemos, simplemente, acercarnos, buscando entre la vegetación, a un aljibe de piedra que se levanta a nuestra izquierda muy cerca del camino en una vaguada evidente (llamada de los Coruñeses) que se abre ascendiendo desde nuestra izquierda. Este aljibe es solo una muestra de una compleja e interesantísima conducción de agua que baja por la vaguada hasta unir sus aguas con la acequia empedrada que viene desde la Samaritana y que, como se ha dicho, llega hasta el mismo Rioseco.

DONDE SE GUARDABA EL GRANO

Los pósitos, cillas, alhóndigas, paneras  o graneros han cumplido una función importantísima para garantizar semilla y grano en tiempos de escasez. Los pósitos han contribuido a evitar hambrunas y  a asegurar la siembra. Ya del agua de las nubes dependía que el trigo escasera o fuera abundante cada año. Pero, para paliar las penurias estaba el pósito.

Dejemos sentado una cosa. No significan exactamente lo mismo los cinco vocablos que más arriba he empleado, pero los vamos utilizar sin distinguir,  porque incluso en el lenguaje popular se denominan de una forma u otra indistintamente, y dependiendo de localidades.

Si no todos, sí casi todos los municipios vallisoletanos han tenido pósito en algún momento de su historia (en diciembre de 1499, en Valladolid se encarga a dos regidores que estudien  donde hacer la alhóndiga nueva), y algunos varios. Podían ser públicos o privados, gestionados por el Concejo o por una orden religiosa. Estos últimos se llenaban sobre todo con el llamado “diezmo”, que era ese impuesto obligatorio por el que cada agricultor entregaba a la iglesia la décima parte de su producción. Pero no nos engañemos, el grano del pósito no se regalaba, sino que se vendía o se prestaba al agricultor, y lo podía pagar en metálico, o en especie devolviendo lo recibido con algún interés añadido.

Eran, y son, edificios rotundos, robustos, generalmente de piedra, con escasos o ningún ventanal, con una puerta escueta, lo justo para las labores de trasiego del grano. Tenían que estar lo más aislados posible para evitar humedades y roedores, los dos principales enemigos de los pósitos. Y la entrada debía estar bien candada para evitar robos, pues su expolio  podía ser una catástrofe para la población. positos

Se comenzaron a conocer en la Edad Media, pero posiblemente la época de mayor actividad estuvo en torno a los siglos XVII y XVIII. Y su rastro ha llegado muy vivo hasta nuestros días. Es fácil que preguntando  en cualquier localidad acerca de donde estaba el pósito, se nos indique sin titubear donde está todavía, o donde estaba. Algunos de ellos se han reconvertido para otros menesteres.

Hay otros términos sinónimos de pósito, o relacionados con el almacén de grano, que son: trox, o troxe (en el relato de una de las inundaciones que sufrió Valladolid en el s. XVI dice que el agua no dejó bodega, ni casa, ni trox sin destruir).  También está el término troj, troje, o troja: una  calle Panera hay en Valladolid, que confluye con calle Troja. Aunque en realidad troxes o trojes son los compartimentos de la panera.

Calle o plaza del Pósito hay en Megeces, Valdestillas, Tordesillas, Ceinos de Campos, Cogeces del Monte, Vega de Ruiponce, Castroverde de Cerrato, Palazuelo de Vedija, y Tiedra, donde todavía se conserva el edificio.

Dos viejos pósitos aún conserva Medina de Rioseco, uno del siglo XVI en el Corro del Asado, que terminó siendo un orfanato (El Torno), y otro sin datar en la Avd. de Castilviejo. Y también Rueda, en el interior de la casona donde está la actual Estación Enológica, conserva un pósito.

Calle Panera hay en Castrodeza, municipio donde aún se puede ver la construcción del pósito. (En la foto de este artículo).

Calle  Cilla o de la Cilla tienen  Matapozuelos, Montealegre,  La Parrilla, Aldea de San Miguel, La Pedraja de Portillo y Castrejón de Trabancos. Una casa conocida como de la Cilla hay en Viloria y otra en Villacarralón (que conserva una noble fachada).

En  La Seca están los soportales  de la Cilla. Y calle Granero hay  en Barruelo del Valle y Villabrágima.

En fin, pregunten en los pueblos por el pósito, la cilla o la panera,  y enseguida les dirán ¡velay!

EL PODER DE LOS ENRÍQUEZ. MUSEO CONVENTO DE SAN FRANCISCO, MEDINA DE RIOSECO

«¡Paz y bien¡ Con el saludo de nuestro Padre san Francisco os damos la bienvenida a esta casa. Por obligada cortesía -que por humildad no debiera-, me presento a vuestras mercedes: mi nombre de religión es fray León de Villanueva, y mi oficio de obediencia, el de guardián de este convento franciscano.»

En este punto y de esta manera se inicia una visita al convento de san Francisco, un edificio terminado en 1520 gracias al mecenazgo de D. Fadrique Enríquez, el más grande de los  Enríquez, Almirantes de Castilla. El  recorrido por el museo está conducido por un audiovisual de gran potencia plástica y musical, que lleva al visitante por las capillas y rincones en los que se van mostrando las piezas de la colección de acoge el museo. Un museo que alberga un importe número de obras de arte procedentes de las parroquias de Medina de Rioseco, así como piezas que dan fe de la importancia política y comercial que también tuvo la ciudad. No debe olvidarse que los Enríquez, familia grande y poderosa, estuvieron emparentados con los Reyes Católicos, con la Casa de Alba y con los Cologna de Sicilia.

En algún momento el visitante tendrá que mirar  hacia arriba para contemplar la espléndida cúpula  bajo la que están las tumbas de los Almirantes, pero, sobre todo, hay dos estatuas orantes de bronce dorado que representan a Dª Ana de Cabrera, esposa de D. Fadrique, y a su cuñada, Dª Isabel de Cabrera. Ambas frente a un retablo barroco del siglo XVIII. El paso del tiempo ha arañado sus rostros que no ha sido posible, ni necesario, restaurar por completo.

TERRACOTAS, COBRES Y MARFILES

A ambos lados del retablo están instalados dos grupos escultóricos únicos en el mundo: san Jerónimo  y san Sebastián. Reside su singularidad en que se trata de las dos únicas piezas de barro cocido y policromado a tamaño natural que modeló Juan de Juni, allá por el año de 1537. Otras piezas pequeñas en barro tiene el escultor, pero muy lejos de la magnificencia de estas, de entre las cuales destaca especialmente el rostro y cuerpo retorcidos de san Jerónimo.

Platerías, marfiles hispanofilipinos del siglo XVII -cabe advertir sobre una cajita de estilo cíngaro-portugués que representa escenas del Mahabarata-, alabastros, y otras diversas piezas, conducen hasta una colección de ocho cobres del siglo XVII que esmaltaron y cocieron los artistas flamencos Gerard Seghers y Gabriel Frank copiando los cartones de pinturas de Rubens.

Transcurridos unos 45 minutos, que es lo que suele durar la visita, la misma voz que recibió al visitante, le advertirá: «Aquí os dejamos, en estos corredores, en estas galerías donde los santos os trasladarán, en alas de la piedad y de la belleza, al pórtico de la gloria. ¡Paz y bien!»

Buena  idea es completar el recorrido por este museo con la visita a la iglesia de Santa María de Mediavilla, en cuya sacristía estaban antes las obras de arte ahora expuestas en el museo, y donde también está una espectacular reja del XVI perteneciente anteriormente a este convento de San Francisco. Y de paso, allí se podrá contemplar la famosa capilla de los Benavente, un frenesí de colores, motivos geométricos, figuras y grutescos que se ha llegado a conocer como la «capilla Sixtina de Castilla».

ALGUNOS DATOS

LUGAR: Paseo de San Francisco, 1. Medina de Rioseco

COLECCIÓN: Expuesta en un edificio del siglo XVI que llegó a estar totalmente hundido pero que ha tenido una magnífica restauración y del que ahora es propietario el Ayuntamiento de Rioseco.

VISITAS: De 11 a 14 y de 16 a 19 en invierno; en verano el horario de tarde es de 17 a 20. Pases visita guiada, cada hora. Cierra los lunes, excepto que coincida con fiesta nacional. Teléfonos 983 725 026. Muy aconsejable que la visita se haga de acuerdo con la propuesta audiovisual.

WEB: www.museosanfrancisco.es