Son muchos los pueblos que a lo largo de la historia se han ido abandonando en el territorio vallisoletano, especialmente durante la Edad Media. Forzados por las guerras fronterizas, hambrunas, epidemias o los caprichos de los señores feudales, comunidades enteras, a un tiempo o poco a poco, fueron abandonando sus casas para buscar lugares más amables que habitar. De todos estos despoblados medievales acaso el más famoso sea el de Fuenteungrillo (en el término de Villalba de los Alcores).
No obstante, el despoblamiento es un fenómeno que ha seguido produciéndose a lo largo de la Edad Moderna y Contemporánea: baste recordar Villacreces y Honquilana, que se abandonaron en los años 80 del siglo pasado.
Pero en esta ocasión vamos a fijarnos en un mítico pueblo abandonado: Minguela. Sus derruidas paredes están en la cabecera del arroyo Valcorba y se apunta la fecha de 1638 como el año en el que el abandono ya fue definitivo. Sus habitantes se repartieron principalmente por los vecinos Bahabón y Campaspero.
Daremos un paseo de unos cinco kilómetros entre ida y vuelta. Para ello partiremos desde Bahabón. El itinerario no tiene pérdida alguna.
Plaza Mayor de Bahabón, un pueblo en la raya de Segovia, en el que predominan las construcciones en piedra, característico de la comarca: Torrescárcela, Cogeces del Monte, Campaspero, Viloria, etc.
Tomaremos la carretera que conduce hacia Campaspero. Pasamos por delante de un solitario crucero, y antes de llegar al puente sobre el Valcorba se abre un camino a nuestra derecha.
No queda más que seguirlo hasta que a la izquierda una caseta de pozo nos advierte de que tenemos que ir en aquella dirección cruzando el arroyo por un improvisado puente de madera.
Y al fondo ya nos anuncia su presencia lo que se conoce como “el Torreón” que no es sino lo que queda de la iglesia de San Cristobal.
Potente muro que encincha los restos de “el Torreón”.
Pasado el Torreón, llegamos a un marcado camino: hemos de tomar la derecha y, antes de adentrarnos en la espesura de la chopera, fijémonos en un puentecillo de piedra que forma parte de un viejo camino empedrado…
… Y, ahora, es momento de internarnos en la chopera: un murete de piedra bordeará el camino al principio. El sendero, por muy cubierto de vegetación que esté, no se pierde nunca. El frondoso arbolado que ha medrado a orillas del Valcorba, las covachas de la pared, los muros… confieren a todo el conjunto un aspecto singular, tan agradable como solitario… y un tanto inquietante: la sensación de que aún resuenan las voces de sus antiguos habitantes…
Nos recibe el escarpado borde del páramo que ampara el nacimiento del Valcorba y protegía las casas de Minguela.
Paredón que se conoce como el Hospital. El pueblo ocupaba un lugar estratégico en el camino entre Cuéllar y Peñafiel, dos plazas muy fuertes y poderosas en su época, y también con numerosas rivalidades, razón por la cual Minguela se vio envuelta en muchas disputas entre los señores de Peñafiel y Cuéllar. Bien es verdad que aquella posición también fue causa de una creciente importancia, que hizo que incluso llegara a ser más importante que Campaspero. Se relata la pernocta en el poblado de algunos monarcas. Además de la iglesia, disponía de hospital, panera y ermita.
Aunque abandonado, siguió conservando parte de sus casas, que los antiguos habitantes ocupaban ocasionalmente en razón de las tareas agrícolas y ganaderas. Esto ha hecho que aún se mantengan en pie algunos muros. De Minguela ya hay noticias en el siglo XI. Se apunta que la causa del rápido abandono de Minguela fue una insoportable carga de impuestos… Y si dejamos que las causas nos las explique la leyenda se nos hablará de una serpiente que se escondió que, agazapada en una cueva, durante una noche envenenó la leche que al día siguiente iban a beber sus habitantes, produciendo una gran mortandad sobre todo entre la población infantil.
Minguela tuvo dos barrios y parece que la fuente que nos encontraremos en lo más profundo de la espesura arbórea estaba, más o menos, en el centro del poblado. Esta fuente acaso sea de las más antiguas que se conservan en Valladolid. Hasta la fuente de Minguela han estado viniendo a lavar la ropa, aún en pleno siglo XX, mujeres de Campaspero, que dista cuatro kilómetros. Aquella costumbre ha forjado leyendas y numerosas historias que relatan quienes todavía viven. A estas mujeres se las conocía como “mingueleras”.
La Revista de Arqueología publicó en 2007 (nº 314) que una de sus cuevas se habían hallado cuatro pinturas rupestres esquemáticas de pequeñas dimensiones (siete centímetros) que podrían corresponder a la Edad del Bronce (digamos que unos 2.000 años a.d. C.)… más no parece que sea un hallazgo debidamente contrastado y confirmado ¿una broma de unos mozalbetes que se entretuvieron en inventar un pasado prehistórico al lugar pintando en las paredes de las cuevas que presiden el lugar? Dejémoslo aquí. En cualquier caso, seguro que estas oquedades (amplias en algún caso) sirvieron para refugiarse de las inclemencias del tiempo y pernoctar a aquellos primeros colonos que llegaron al valle en lo que se iban levantado las casas que habrían de habitar.
La vuelta a Bahabón nos depara algunas vistas de este viejo municipio, cuya iglesia ofrece en uno de sus muros el típico frontón o trinquete tan típico de los pueblos vallisoletanos. En otro tiempo lugar que congregaba a todo el pueblo los días festivos para disfrutar de los juegos de pelota a mano.
NOTA: Si algún lector o lectora quiere profundizar en la historia de Minguela, hay un libro escrito por José María de Viloria García titulado “Minguela: un pueblo muerto en su juventud”.