CURIEL: VIGILANTE DEL DUERO

Presume Curiel de Duero, y con razón, de tener en el cerro roquero el que acaso sea el castillo más antiguo de Valladolid… y, también, otro castillo más en el interior de la villa.

Es Curiel una población pequeña pero con un pasado histórico como pocos: larga es la lista de  reyes, reinas y señores que han tenido relevancia en sus anales. Apuntemos como ejemplo que en el castillo de abajo (o de los Zúñiga o Estúñiga) se reunieron en 1453 las fuerzas de caballería para apresar a don Álvaro de Luna, hasta la fecha valido de Juan II.

Curiel, antes llave de entrada al Duero, ahora es la puerta de acceso a la “comarca” del Valle del Cuco, al que también pertenecen San Llorente, Corrales de Duero, Valdearcos de la Vega y Bocos. No así Roturas que, sin embargo, limita con Curiel.

Y sin más preámbulo, adentrémonos en esta villa (con sabor medieval como pocas) que ha reportado algún vestigio que acredita un asentamiento romano en el cerro de Bercial, como así parece que se llama el pico que domina el valle y sobre el que asientan los restos del castillo del siglo X.

 

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Iniciaremos el recorrido junto al rollo de siglo XV (es fácil dejar el vehículo en sus inmediaciones). Sin duda alguna, dada la posición del castillo, será difícil fijarse en cualquier detalle de Curiel sin que aparezca la fortaleza. Lo que actualmente se ve reconstruido es un establecimiento hotelero, pero acreditada está la antigüedad del castillo, que junto con la de Peñafiel, eran los guardianes del valle del Duero, cuando este río tuvo especial importancia en las disputas contra los sarracenos (especialmente Almanzor y Abderramán III) y entre los mismos reyes cristianos

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Unos prismáticos pueden ayudarnos a fijarnos en el detalle de las oquedades al pie del castillo que fueron eremitorios, y a los que nos acercaremos al final de nuestro paseo, donde sentiremos la presencia cercana del buitre: fíjense en las cuevas de la izquierda

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Ermita del Cristo, junto al rollo

 

6 Desde le costado de la ermita, por un camino (para evitar la carretera) nos acercamos hasta el casco urbano. Y en él nos recibe el arco de la puerta de la Magdalena, del siglo XIII que testimonia una de las 4 puertas que tuvo la muralla de Curiel

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Pronto nos toparemos con la iglesia de Santa María, de construcción gótico mudéjar y portada románica

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Continuamos por la calle de las Escalastras, un arco junto a la iglesia…

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… Para rodear la iglesia por su izquierda y llegar a la plaza de la Constitución

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En la plaza hay dos edificios principales: el ayuntamiento, edificado en 1884, cuyos bajos  alojan una bien ambientada escuela del ayer (visitarla, igual que el Museo Etnográfico solo es posible cuando está funcionando la oficina de Turismo en los meses estivales)…

 
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… Y el palacio de los Estúñiga o Zúñiga que es en realidad un castillo palaciego. Avanzada su construcción a finales del XIV se dio por concluido en 1410. A lo largo de su historia ha pertenecido a diversas casas nobiliarias, incluida la del Duque de  Béjar, a quien Cervantes dedicó su famoso Don Quijote de la Mancha

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Seguimos por la calle del Medio (a la izquierda dejamos una calle en cuesta  decorada con un gran mural), y llegamos hasta la plaza de San Martín: del siglo XVII es hoy una bodega privada. También está el antiguo lavadero, hoy reconvertido en un pequeño museo Etnográfico

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Frente a San Martín encaramos calle de las Cercas hasta la plaza de Santa Cecilia, donde, hacia la izquierda enfilamos por la calle de las bodegas, hasta volver a la plaza de la Constitución

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Retomamos la calle del Medio y frente al número 11 baja la calle de la Fuente, que nos conduce a un interesante aljibe que alimenta una fuente próxima, ya prácticamente en el valle

 
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Nos salimos de la villa por detrás del palacio fortaleza de los Estúñiga (en realidad bastante reconstruido recientemente). Apreciaremos como las mismas viviendas, con sus paredes reciamente empedradas, constituían buena parte de la muralla

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Tomamos la dirección del rollo, más antes de llegar a él, todavía en el casco urbano, un amplio camino sale a la izquierda: tómenlo pues alejándose por él del municipio se podrán apreciar estupendas vistas generales de la villa

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Y nos queda subir hasta la posada Real. No tiene cafetería pero se pueden visitar sus salas comunes, decoradas con motivos medievales. Animo a subir caminando (no tiene pérdida alguna) si no, a encarar la empinada cuesta con el coche.  Desde arriba, impresionantes panorámicas sobre el valle del Duero y, desde luego, el alter ego de este viejo castillo de Curiel: el de Peñafiel, a cuyo pie se ven las modernas bóvedas de las bodega de Protos, diseñadas por el afamado arquitecto Norman Foster

 

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Concluimos nuestro paseo subiendo por las escalerillas hasta introducirnos en un eremitorio… donde haremos vecindad con los buitres… y no se olvide de echar un vistazo a la maqueta ferroviaria que hay justo en este  punto de la subida al castillo

DONDE ORABAN LOS EREMITAS

Las altas laderas que caen de los páramos vallisoletanos presentan numerosas oquedades que dan lugar a pequeñas cuevas naturales.  No suelen ser cuevas muy grandes, aunque a veces llegan a formar una sucesión de habitáculos comunicados entre sí, incluso verticalmente.

Sin duda alguna es el valle del Duero, con sus afluentes Botijas y Duratón, los lugares privilegiados para observar cuevas en Valladolid.

Estas cavidades, naturales la mayor parte de las veces, aunque en ocasiones también ampliadas por la mano del hombre, han dado lugar a diversas cavilaciones sobre el uso que tradicionalmente han tenido. Casi siempre referido a morada de ermitaños o refugio de pastores. Acaso la realidad sea que han tenido ambas utilidades según el transcurso del tiempo.

Hay en la provincia tres lugares especialmente llamativos: las Pinzas, a la izquierda poco antes de llegar a Peñafiel (desde Valladolid), la base rocosa que sustenta el antiguo castillo de Curiel de Duero (ahora un alojamiento hotelero), y las Bocas, frente al caserío de Mélida, ya camino de Castrillo de Duero. Aunque luego veremos también otros lugares singulares.

Se cree que las cuevas de las Pinzas fueron habitaciones prehistóricas, luego eremitorios medievales y después encerradero de ganado. Se aprecia claramente que en alguna se ha excavado alguna ventana. En cualquier caso, un lugar con cierta magia. Los muchachos de Pesquera de Duero, no muy lejos de las Pinzas, no hace tantos años subían a una de las cuevas de las Pinzas en la que había una ancha grieta que caía verticalmente. Por ella lanzaban piedras y no alcanzaban a escuchar el ruido sobre el fondo. Pozo Airón lo llamaban por el ruido del aire que bufaba en su interior. La fantasía les llevó a pensar que era un lugar de escape en caso de necesidad, que comunicaba con el Duero, que…. Airón ¿ruido del aire o morada del dios hispánico Airón que habitaba en el inframundo?

En el Canto, risco que soporta el castillo de Curiel, se contabilizan varias cuevas a las que también se atribuye un origen prehistórico (Edad del Bronce y del Hierro) y de ellas se afirma que fueron eremitorios. Alguna de ronda los cuarenta metros cuadrados, ¡vaya! casi un loft. Son accesibles mediante unas barandillas que ayudan a evitar las caídas, pero, ciertamente, no deja de ser un riesgo un tanto innecesario.

Las Bocas, ya en el valle del arroyo Botijas, frente al pueblo de Mélida, es un yacimiento arqueológico en el que en alguna cueva se ven marcas de goznes sobre los que giraba una puerta y hay cámaras labradas en la roca. Varias cavidades se comunican entre sí, tanto horizontal como verticalmente. Se las atribuye una época como a partir del siglo X y alguna de ellas tiene una superficie de unos 12 metros cuadrados. (En la fotografía, las Bocas) eremitorios

Aunque en general las cuevas fueran eremitorios, no parece que lo fueran permanentemente, sino una especie de lugares de retiro temporal para monjes que necesitaban alejarse del ruido de los conventos. También se piensa que en ellas se siguiera practicando, alejado de los ojos de la gente, el rito mozárabe practicado por los hispano-visigodos frente a la imposición del rito romano que comenzó a entrar en España en el siglo XI.

La cueva del hermano Diego, que mira al monasterio de San Bernardo, próximo a Valbuena de Duero, a la que se puede llegar subiendo la ladera, inspiró una de tantas leyendas: en el siglo XVI fueron enterrados en ella diversas personas, entre las que se encontraba su habitante habitual, el hermano Diego. Un personaje al que protegían los monjes del monasterio y que la gente tomaba por un peregrino que allí se asentó y que vivía en soledad, atendiendo los males de los pastores, a quienes aconsejaba y confortaba en sus aflicciones. Una larga historia que ha contado el cura José Luis  Velasco, buen conocedor de los archivos de San Bernardo.

Y termino anotando la gran cueva de Aldeayuso muy accesible, de pequeña superficie pero de gran “ventanal” sobre el paisaje circundante. Y el eremitorio de Olmar en Canalejas de Peñafiel, a los pies de la ermita, que es una oquedad en la que se aprecian varias tumbas excavadas en la piedra.