Vamos a darnos un paseo motorizado, o en bici quien la quiera llevar, por un rincón extremo de la provincia vallisoletana en plena Tierra de Campos y fronterizo con Palencia y León. Llegaremos hasta Melgar de Arriba, el término municipal más alejado de la capital: hablamos de más de noventa kilómetros. Recorreremos pueblos pequeños pero, en algunos casos, con un patrimonio más que sobresaliente que no hace sino testimoniar la riqueza que en otro tiempo tuvieron estas tierras de abundante y codiciado trigo. Los nobles castellanos y leoneses se disputaban entre sí estas tierras panaderas que garantizaban la alimentación de la población, la soldadesca, la caballería y el ganado.
El cereal financió la construcción de grandes paneras, hospitales, templos y casonas palaciegas tan características de la zona.
Ahora, las gentes de este rincón buscan que sus pueblos sigan sobreviviendo y tengan algún futuro intentando que la galopante despoblación no se los lleve por delante.
Así que dispongámonos a disfrutar de paisajes y a callejear por un puñado de municipios que tienen en los ríos Cea y Valderaduey el agua que riega sus tierras, y en otro tiempo también feraces huertas. Algo que desmiente la imagen de Tierra de Campos como comarca sedienta.
Fontihoyuelo detenta en la actualidad el “título” de segundo pueblo menos habitado de Tierra de Campos. No entiendo muy bien qué lógica tiene poner esto en el gran cartelón que te recibe al llegar a su caserío. Sobre todo porque desde que hace ya unos cuantos años se escribiera el texto del panel me temo que unos cuantos pueblos terracampinos habrán seguido perdiendo población de forma notable. Fontiyuelo, como otros municipios que vamos a visitar, está en el Camino de Madrid. Es decir el camino que hacia Santiago de Compostela seguían quienes venían del centro de la península. En la imagen dos peregrinos y una panorámica de las bodegas del municipio: aunque no veamos en nuestro recorrido, no podemos olvidar que la uva y el vino, incluso en estas tierras en las que prácticamente ningún testimonio queda, fue muy importante para la alimentación de los habitantes de estas tierras.
Dejamos atrás Fontihoyuelo para llegar a Villacarralón. Otro municipio que no alcanza el centenar de habitantes pero que muestra un patrimonio que habla de un pasado rico en gentes y actividad. En las imágenes, y de arriba abajo, la fachada del Hospital, que nos relata el trasiego de peregrinos que en otro tiempo debió tener; la panera, de grandísima capacidad y que por el escudo que preside su puerta debió estar bajo la administración eclesiástica, y la torre de la antigua iglesia de San Pedro. Varias casonas dan fe de prósperas haciendas.
Santervás de Campos, como la mayoría de los de la zona, hunde sus raíces en los siglos IX y X. Es decir, en una temprana repoblación de la Meseta por los señores del reino de asturleones. Tiene en Ponce de León, a su más afamado hijo al que el municipio le ha dedicado un museo que recorreremos al final de este reportaje. Ábside de la iglesia de san Gervasio y san Protasio, uno de los hitos más señeros del mudéjar en Valladolid. Relatan algunos historiadores que el nombre de Santervás tal vez venga de una contracción de San Gervasio. Entre los dos laterales mudéjares se incrusta una construcción plenamente románica. Caserón. Mural que lleva la firma de Manolo Sierra y que deja constancia de la pugna que entre esta localidad y otras, y entre los habitantes de cada municipio, se vivió hace unos años en torno a si albergar o no un almacén de residuos nucleares.
Melgar de Arriba, junto al cauce del Cea, tiene en el interior de su iglesia de San Miguel uno de los retablos más importantes de la provincia: del siglo XV y atribuido al escultor maestro de Calzada, de la escuela de Pedro Berruguete. Está presidido por el arcángel San Miguel y algunas de sus tablas se han expuesto de las Edades del Hombre. Panorámica de la montaña palentina desde el campanario de la torre de Santiago Apóstol, y característicos palomares de Tierra de Campos.
Melgar de Abajo forma parte de la Zona de especial protección para las aves que se conoce como La Nava-Campos Norte perteneciente a la Red Natura 2000. En lo alto, domina una impresionante vega sobre el río Cea. Una escultura que ha dejado el programa cultural Arte Campos; y la plaza del pueblo con el Ayuntamiento y la iglesia del Salvador, del siglo XVI.
Panorámica de Monasterio de Vega. En primer término la chimenea de una antigua fábrica de ladrillos; y detalle del monasterio, que asienta sus orígenes en el siglo X pero que lo que ahora vemos es fábrica del XVI. Estaba vinculado a la orden benedictina y actualmente es de propiedad privada.
Iglesia de san Pedro de Advícula y una antigua panera en Saelices de Mayorga. Son varios los “saelices” que hay en la geografía española y a los lectores más curiosos dejo el entretenimiento de buscar el origen de semejante término.
El pequeño municipio de Cabezón de Valderaduey guarda sus mejores galas en el pequeño artesonado mudéjar del siglo XVI con un característico mocárabe en su centro. Está en la iglesia parroquial.
Villagómez la Nueva es de esos municipios aparentemente anodinos que, sin embargo, sorprende con detalles de singular interés, como las ruinas de un castillo palacio del marquesado de San Vicente: un título nobiliario que arranca en el siglo XVII de la mano de Carlos II y con una trama familiar ligada a ilustres apellidos italianos que daría para un folletín… Ojo, no confundir con el marquesado de San Vicente del Barco, que en este título andan enredados vástagos de la casa de Alba… y la “Laguna”, una especie de monumento natural en el centro del pueblo, un manadero natural de antiquísima procedencia.
Y concluiremos nuestro itinerario circular en Vega de Ruiponce. Guarda este municipio una de esas cosas tan curiosas como raras: la llamada “piedra del milagro”. Un piedra de cuarcita (mineral inexistente en la zona) de media tonelada que como nadie se explica cómo llegó hasta aquí pues se acude a la leyenda, una buena manera de hacer familiar lo que es completamente ajeno y desconocido: hace siglos un arriero robó aceite (dicen unos) o telones (dicen otros) de la ermita que hay en sus inmediaciones. Detenido el supuesto ladrón juró que si era verdad aquello de lo que se le acusaba, que muriera uno de sus bueyes… y en efecto, uno de ellos reventó dejando sobre el suelo su gran vientre… que es la piedra que se contempla sobre un pequeño pedestal en medio de una sombreada chopera. Antiguas escuelas, y una vieja panera que amenaza ruina. Tuvo Vega de Ruiponce numerosas y feraces huertas que sus propietario regaban son pozos someros. “Pero ahora… ya ve ud…” relatan unos cuantos tertulianos que pasan la mañana al abrigo de los muros de la ermita.
El museo de Ponce de León en Santervás de Campos rinde recuerdo y homenaje al personaje más famoso nacido en la localidad. Nacido en 1460 y fallecido en 1521, fue un insigne marinero que vivió casi toda su vida en América: participó en el segundo viaje de Colón, exploró la isla de San Juan, descubrió La Florida en 1513, murió en La Habana, y sus restos yacen en la catedral de Puerto Rico. El museo, de 600 m2. está en una casona del siglo XVII y comparte edificio con el albergue del Camino de Santiago. El proyecto museológico, del que destaca la reconstrucción de la proa de un barco, es idea del director de teatro Raúl Gómez, que fue el impulsor de FETAL (festival de teatro), en Urones de Castroponce. Reproduce mobiliario y hechos tanto de Ponce de León como de la época que le tocó vivir. Por cierto, el insigne marinero recibió uno de los encargos más curiosos de la historia de la humanidad: el rey Fernando le ordenó la misión de localizar la Fuente de la Eterna Juventud… ni más ni menos… y en ello anduvo por la isla de Bimini, que es donde la leyenda indígena relataba su existencia. La escultura que preside la plaza delante del museo es obra del vallisoletano Luís Santiago Pardo.
NOTA: para visitar el museo, concertar en el teléfono 619 252 457