Presume Villalba de ser una de las poblaciones con más perímetro amurallado de toda Castilla y León (bueno, por detrás de Ávila y Ciudad Rodrigo, al menos). Fruto de aquella plaza fuerte que llegó a ser en el siglo XV bajo el dominio del conde de Benavente, se conservan 7 de los 36 cubos semicirculares que llegó a tener. Recientemente se han recuperado hasta 5 de ellos, perfectamente visibles y, algunos, visitables. Otros cubos son de propiedad privada y, de momento, no es posible reconstruirlos. Repartidos a lo largo de los restos de la muralla, su recorrido tiene el valor añadido de conocer la interesante historia de la villa, así como los entresijos de su fortificación.
Una de las cosas que más llama la atención es que estas torres, de escasa superficie, sin embargo llegaron a ser viviendas habituales de familias villalbesas. Casas en las que, mediante un forjado de madera, se habilitaban dos plantas; y hasta hace no muchos años, aún una mujer habitaba uno de ellos. Además, los cubos que estaban vacíos y eran de propiedad municipal se cedían ocasionalmente a pobres y peregrinos para que tuvieran un lugar donde resguardarse de la intemperie. Las torres también sirvieron de leñeras y corrales.
El itinerario por las murallas de Villalba adentra en las costumbres de la villa, en la historia de su castillo y en técnicas y tácticas guerreras: las aberturas en las gruesas paredes de la muralla para disparar las saetas y las armas de fuego, las salidas del humo de la pólvora que inundaba los cubos por el disparo de los cañones desde su interior, la forma en que se construyeron y la manera de aprovecharlos después para vivienda.
El paseo por Villalba de los Alcores acaso tenga su punto más interesante en la subida al adarve de la muralla (siempre que sea posible contactar con la oficina de turismo que lo organiza).
Tiene Villalba de los Alcores otros puntos de interés que, sin duda, exigen una detallada visita. Me refiero al Museo de la Carpintería, al despoblado de Fuenteungrillo y a las ruinas del monasterio de Matallana. Y no ha de extrañar la existencia de un museo relacionado con la carpintería, pues en la villa siempre hubo tradición maderera, merced a un extenso monte que proveía de leña a la población. Es más, aún existe el derecho a disponer de leña (“tajones” llaman como a una ha. que cuatro personas se dividen en “suertes”).
Bien, nuestro paseo comenzará al pie del cubo que se levanta frente a la ermita del Santo Cristo del Humilladero, en la carretera que conduce al monasterio de Matallana. Un paseo marcado por la abundancia de construcciones en piedra que, en buena parte, han salido de las antiguas murallas. Al final incluyo un plano de la localidad.
En la imagen, el crucero de la ermita, un cubo de la muralla y, al fondo, al espadaña sin campanas de la iglesia de Santa María del Temple
Entramos a la villa por la calle Escuelas Nuevas, hacia la izquierda, hasta dar con la calle Mayor, en cuya embocadura está el Ayuntamiento
Enfilamos la calle Mayor que llega hasta la plaza Mayor, donde está la iglesia de Santiago, que se inició en el s. XIII y terminó su actual aspecto ya en el XVIII. Un curioso detalle en su pórtico
Desde la misma plaza sale la calle del Castillo, que nos permitirá acercarnos un tanto a él, aunque luego veremos otras perspectivas del mismo. Y volvemos a tomar, por detrás de la iglesia, la calle Cipriano Díez de Rivas, para pegarnos por completo a la muralla, que continuaremos por la Ronda de Santiago. Por el camino encontraremos un par de cubos de la muralla, una panera y, sobre todo, piedra, mucha piedra. En la puerta de uno de los cubos, ya en ronda de Santiago, hemos de fijarnos en un grabado que representa un Santo Grial invertido, que según la creencia, protegía a sus habitantes de los malos augurios
La muralla de Villalba, en los años de mayor importancia llegó a tener hasta 1200 metros de longitud, que con sus 36 cubos y dos puertas encerraba una superficie de unas 10 ha
Iglesia de Santa María del Temple, del siglo XII. Tras su desamortización ha conocido diversas utilidades, como granero y sala cinematográfica. Recientemente ha sido consolidada por sus actuales propietarios
Perspectiva del caserío de Villalba con el castillo al fondo, desde una de las callejuelas que rodean la iglesia. El castillo, reconocido Monumento Histórico Artístico, es mítico, con independencia del estado en que se halla. No hay certeza sobre cuando comenzó a construirse. Es el caso que en él pasó Azaña, a la sazón presidente de la II República, algunas temporadas, por ser propiedad de su esposa (una Rivas Cherif). Entre la leyenda y la realidad se cuenta que por la fortaleza pasaron, entre otros intelectuales y artistas, Valle Inclán, y Ortega y Gasset para participar en amenas veladas veraniegas
En la misma plaza de la iglesia, antíguo pósito (edificio donde se guardaba el grano), desde donde iremos volviendo hacia el lugar donde dejamos el coche y, caminando, enfilar la carretera de Matallana para…
… acercarnos hasta dos señaladas construcciones: el antiguo matadero (de principios de siglo XX), el pozo con sus señoriales columnas, que antes fue el lavadero del pueblo; y en la parte cercada hay una fuente de 1871 y el lavadero “nuevo”
Tiene Villalba un extenso barrio de bodegas que a más de una persona puede llamar la atención al no ver ni una sola cepa en kilómetros a la redonda. Pero esta paradoja es el resultado de los cambios en las producciones agrícolas y del paisaje, producto de numerosos avatares… pero en el entorno de Villalba hay más de un chozo de guardaviñas, como este semiderruido que hay en las afueras como a medio kilómetro antes de la población si se viene desde Valladolid por Mucientes
Plano de Villalba de los Alcores