UN PASEO POR LOS MURALES DE SIERRA ( II)

LA MANO NEGRA

Decía hace una semana que Manolo Sierra ha ido configurando su particular geografía vallisoletana a base de pintar paredes de colegios, salas de bailes, bibliotecas, plazas de pueblos y tapias urbanas.

Pero antes de hacer un repaso  de algunos murales  que aún se conservan en buenas condiciones, y dejar que cada lector o lectora decida visitar aquel o aquellos que más le puedan apetecer, es necesario recordar un par de cosas. La primera es que no todos los murales llevan la firma de Sierra, pues  en alguno de ellos el peso de la participación colectiva le hace acreedor (contando con la generosidad de Manolo) de que muchas personas se sientan autoras del mismo, tal es el caso del mural de la calle Fuente el Sol, del barrio de la Victoria, que reivindica la necesidad de huertos urbanos en Valladolid. Y la otra, es que Sierra usó en bastantes ocasiones un seudónimo: la mano negra, y por tanto en algún mural (al igual que ocurre en carteles que han salido de sus lápices) se verá estampada en la pared a modo de firma una mano negra, como ocurre, por ejemplo, en el de Valdestillas y en el de Viloria. La mano negra es un homenaje a  los jornaleros de Casas Viejas que fueron asesinados en el siglo XIX por reivindicar sus derechos. “Tal como están las cosas, tal vez tenga que volver a emplear esta firma”,  comenta Manolo.

Dicho todo lo anterior, y tirando de memoria y hemeroteca, vayamos sin más dilación a proponer algunos lugares en los que se pueden ver murales de Manolo.

ESFERAS, PÁJAROS, ESTRELLAS…

Las paredes de Serrada ya solo conservan, en las inmediaciones de la plaza Mayor, un mural de los siete que hubo: representa una panorámica de edificios de la localidad. No obstante, el mural ha sido retocado por el propietario de la casa en la que está pintado.

En Viloria, junto a las escuelas en la calle Cogeces, una paloma posada en el ramaje de un árbol contempla un arco iris que se preside todo el paisaje. (la fotografía es de Dori Montalvillo)

El antiguo teatro municipal de La Cistérniga, en la Ronda de Fuente Amarga, está casi encintado por un largo mural que se ha ido haciendo en sucesivos años, algunos de cuyos tramos son  producto de diversas promociones de alumnos de talleres de oficios: desde una gran dulzaina hasta un proyector de cine, se pueden ver objetos y temas muy variados.

Una enorme pared de Tudela de Duero sita en la calle o plaza de La Luna rinde homenaje a las víctimas del franquismo. Un mural lleno de colorido que envuelve los huesos de quienes fueron arrojados a las cunetas, en el que no faltan las señas de identidad de Sierra: los colores republicanos portados por un pájaro, las esferas suspendidas y la estrella de cinco puntas.

El exterior del Centro de Estudios Vacceos sito en Padilla de Duero, ofrece un amplio y bien conservado mural alusivo al contenido del edificio: dibujos esquemáticos  de vivos colores…

… Y el carro rojo que asomará en La Santa Espina, la próxima semana…

UN PASEO POR LOS MURALES DE SIERRA (I)

A LA LUZ DE LOS TRACTORES

Los murales que yo hago son voluntad de los otros, de quienes los encargan, no del artista. Es el resultado de una liturgia colectiva”, me dijo Manuel Sierrauna de las tardes en las que ya  hace unos años estuvimos memorizando los murales que había ido pintando por Valladolid. “El artista es un instrumento”, comentó, y que por eso a él le gusta hacer participar a las personas, pues  “ellas hacen encargos con algún motivo: la fiesta, una tradición, un paisaje, una evocación o una reivindicaciónla pintura mural no es como la de caballete, es un trabajo colectivo”. Tan es así la implicación en  muchas ocasiones que “la gente me lleva bocadillos y refrescos e incluso me llegaron a ofrecer una habitación donde dormir la siesta”.

A continuación Manolo se percata de que un buen número de  murales había partido de la iniciativa de maestros y profesores de colegios e institutos “rurales sobre todo”, de organizaciones campesinas y de colectivos ecologistas, amén de unos cuantos amigos que le han ofrecido paredes de sus casas, bodegas o paneras para dejar constancia de sus inquietudes. Uno de los primeros murales que pintó y que ya no existe fue en Peñafiel: “en una sola noche, a la luz de los faros de los tractores, en una pared de la GOAG pintamos un homenaje a unos activistas campesinos que habían fallecido en accidente de tráfico”.

Y algunos otros murales interiores han desaparecido porque sobre ellos se ha vuelto a repintar por otros autores, tal es el caso de algunos locales como el bar Los Charros, el Borsalino o las Galerías Campo Grande, todos en Valladolid.

Los murales de Sierra muestran un amplio abanico de temas en los que reivindica el ecologismo, la paz,  la libertad –esas ventanas abiertas que son casi una firma del artista-, el fomento de la cultura -¡hay tantos libros en sus murales!-, el feminismo, los ideales republicanos… y, también, la fiesta.

Además, sus murales son, también, una ocasión para rendir homenaje a  personas o colectivos para él queridas y admiradas, por eso, cuando se esté ante mural de Sierra, no sirve solo contemplarlo en vista panorámica: hay que acercarse y buscar, entre las figuras y los colores, un nombre, una leyenda, una fecha…

 LA CANTINA DE LOS OBREROS

Unos cuantos murales están en el interior de edificios o espacios cerrados, aunque algunos se pueden ver desde la calle. De todos estos murales podemos apuntar los siguientes: salón de baile en Valdestillas, y en  La Seca –“donde las flautas cuelgan de los árboles”– ;  colegios e institutos  públicos en Villalón de Campos –“contra la guerra de Irak”-, Iscar –“representa la riqueza de los pinares”-, Esguevillas de Esgueva, Valladolid –biblioteca del colegio Miguel de Cervantes, y vestíbulo del instituto Ferrari-… Un buen  ejemplo de mural interiores es el que decora la cantina de los trabajadores de los talleres de RENFE en Valladolid. Otro puñado de murales se ha perdido o se encuentra en muy malas condiciones de  conservación  bien porque la pared fue derribada, bien porque la intemperie los deterioró (tal es el caso del antiguo  colegio Jacinto Benavente de Valladolid, el de Quintanilla de Arriba o el de Villalar de los Comuneros,  o los de Serrada, por citar algunos). Pero así nació la obra “para que dure lo que le toque y punto, sin más pretensiones de perpetuarla en el tiempo, aunque a veces  el paso del tiempo mejora y fija los materiales y colores… por ejemplo cuando el liquen se apodera de las grietas de la pared donde está el mural y termina por formar parte del mismo, añadiéndole un valor interesante”, añade Manolo sobre sus murales… “y de  pensar en recuperar algún mural no se trataría tanto de restaurarlo tal cual, sino de actualizarlo, de proyectarlo de nuevo, buscando claves actuales a partir del  porqué y para qué se pintó en su momentoqué ha ocurrido desde entonces y cómo hay que interpretar ahora las causas que inspiraron el mural”.

 En una próxima entrega trataré de hacer un listado de algunos murales  que resisten el paso del tiempo, y dejo al lector o lectora que escoja visitar aquel o aquellos que más le puedan interesar, teniendo en cuenta, también, el lugar en