El frontón o trinquete de Montemayor de Pililla, bien plantado y todo él construido en piedra (de los que pocos hay en Valladolid), puede ser un buen lugar para iniciar la “Ruta del Segador”. Una ruta que pide dejarse llevar por las sensaciones.
Esta ruta ilustra sobre los quehaceres tradicionales de las gentes de Montemayor y su entorno: caminos hacia los molinos, las viñas, los colmenares, las tierras de labranza, los pastos, los pinares donde extraer la miera, los pozos, las fuentes y el abastecimiento de leña. Es, por tanto, una senda que nos advierte de cuando campos y pinares conocían un continuo trasiego de gentes y abundantes rebaños de ovejas.
La ruta tiene por delante una quincena de kilómetros o su equivalente de unas cuatro horas que exigen, en determinados tramos, cierto esfuerzo, pues algunas cuestas se empinan notablemente y algunos caminos son auténticos areneros en los que se hunden nuestros pasos. Cabe advertir que todo el camino está muy bien señalizado y apenas se tropezará con puntos que produzcan algún desconcierto.
Desde el frontón habrá que ir a buscar el camino Prado Henar, que es por donde iniciaremos la marcha. En apenas 15 minutos se advierte de la presencia de un lapiaz bastante bien conservado. No es fácil ver estas formaciones calizas en Valladolid, de entre las que destaca también la del sabinar de Santiago del Arroyo. Este lapiaz de Montemayor muestra cómo la piedra que emerge en la superficie del páramo, horadada por la lluvia y los ácidos que esta arrastra, se cuaja de agujeros creando una virguería caliza.
Desde aquí pronto se desciende hacia un valle que terminará por llevarnos al valle del Valcorba. Poco antes de penetrar en un paraje que denominan zona sombría, un chozo de guardaviñas advierte que en estas tierras hubo importante producción vinícola. Esto nos recuerda que el vino nunca faltaba en las casas y que, en su tiempo, era un complemento alimenticio. Alcanzada la zona sombría cuyo nombre es fiel reflejo del paraje que estamos atravesando, hay un punto de inflexión en la ruta y se abandona el arroyo del Valle para coger el vallecillo que labró el ahora escaso caudal del Valcorba. Y pronto encontraremos a un lado del camino un antiguo colmenar que parece una pequeña cabaña.
Encontraremos, luego, algunos caseríos llamado uno del Quiñón y otro del Valcorba, que son explotaciones agropecuarias que preceden a los edificios que constituyen el Molino de los Álamos, donde el camino gira e inicia una fuerte ascensión que advierte de que se abandona el valle y comienza el retorno hacia Montemayor. La historia del Molino de los Álamos dice que hasta aquí llegaba el poder del monasterio de la Armedilla (entre Cogeces del Monte y Quintanilla), pues una parte de lo que ahora es todo el amplio complejo molinero perteneció a aquellos monjes hasta 1599.
Ya en la pronunciada cuesta que nos devuelve a Montemayor hay un excelente mirador sobre el valle y los caseríos y el molino.
Solo una última observación: retornando hacia el pueblo y en medio de un pinar que atravesamos se nos indica que hay que girar hacia la derecha dejando el camino. No está muy bien señalizado, pero no tiene pérdida. Si por alguna circunstancia esto se nos pasara, no ocurre nada pues el amplio camino que llevamos conduce directamente a Montemayor.
El lapiaz que se encuentra nada más comenzar la ruta.
Chozo guardaviñas que mira hacia el valle.
A pesar de que ya no se plantan, son abundantes las vides que crecen espontáneamente.
En el camino nos encontraremos muchos tramos sombreados.
Viejo colmenar de adobe.
Molino de los álamos, de muchos siglos de antigüedad.
Panorámica del valle del Valcorba, ya en la parte final del recorrido.
Un plano que indica el recorrido de la Senda del Segador.
NOTA: en este mismo blog se puede ver el artículo «Montemayor de Pililla, piedra y pino«.