Hasta que en el siglo XX se popularizara el uso del reloj, los relojes públicos fueron muy importantes; tanto que uno de los elementos más típicos y característicos de las actuales casas consistoriales es la presencia del reloj, normalmente bajo el castillete que soporta la campana. Aunque ya en el siglo XVII algún Ayuntamiento disponía de reloj en su fachada, lo normal es que hasta avanzado el siglo XIX, el reloj municipal estuviera instalado en la torre de una iglesia debido a que era el lugar ideal para la colocación del mismo: un lugar alto y, por tanto, fácilmente visible desde muchos puntos de la población, y también más fácilmente oíble desde largas distancias, pues sus campanadas regían la vida de la gente y era necesario que se oyera dentro de la población y por los campos.
De antiguo se dio importancia al reloj y de ello nos ilustra que ya en el siglo XV el Concejo de Valladolid dispusiera de reloj (antes incluso que de Casa Consistorial), pues documentado está que 1498 se pagaba a una persona por el mantenimiento del reloj de Santa María (la antigua Colegiata- que conserva sus restos detrás de la actual Catedral-), al mismo tiempo que en ese mismo año se estaba pagando a cuenta la instalación de un reloj en el desaparecido Convento de San Francisco (lugar donde habitualmente se reunía el Regimiento).
Y, sin más, vamos a recorrer la ciudad siguiendo el rastro de sus relojes.
En 1706 se instaló el reloj en la torre de la Catedral, procedente de la antigua Colegiata. Cuando se desplomó la torre en mayo de 1841, y con ella cae el reloj (aunque había otro en la fachada de la Casa Consistorial), el Ayuntamiento de la época enseguida comenzó a hacer gestiones para proveerse de un nuevo reloj en alguna torre de la ciudad. A pesar de que se ha publicado que se instaló en la iglesia de San Miguel, no parece lógico en absoluto, dado que la iglesia no tenía torre, sino espadaña. Las torres se erigían en iglesias parroquiales, no en iglesias conventuales (que es el caso de San Miguel), que solo tenían espadaña. En mi opinión, el lugar elegido fue la torre de la Antigua, tal como se demuestra en el dibujo realizado en su día por Martí y Monsó. Pero, sobre todo, los archivos municipales registran en 1841 un acuerdo de lo necesario, útil y conveniente que es la colocación de un reloj en la torre de la iglesia (de la Antigua) por lo capaz, sólido y elevado de su torre, para que “supliera la falta que ha causado la del que había en la de la Santa Iglesia de la Catedral de resultas de su ruina.” De la existencia de este reloj también da fe Madoz en su diccionario elaborado en la década de 1840, indicando que era uno de los cinco que existían en la ciudad. El reloj se desmontó en 1892.
En 1911 se instaló la maquinaria y esferas de la nueva torre de la catedral. La maquinaria es francesa (empresa Terraillon y J.Petijean, de la ciudad de Morez du Jura –Francia-) y lo montó el taller vallisoletano de relojería de Carmen García del Olmo. Se restauró en 1995 y previamente se habían sustituido sus viejas esferas pues corrían peligro de caer al vacío. En las imágenes, detalle de la maquinaria del reloj y una de sus viejas esferas que se conservan en el interior de la torre catedralicia. Desde hace un par de décadas tiene instalado un sistema de precisión y funcionamiento que hace innecesario darle la cuerda a mano que antiguamente había que hacer cada cierto tiempo.
En el año 1776 se concluyeron las obras construcción del actual edificio que conocemos de la parroquia de San Andrés, hasta entonces una apartada ermita. No sé si ya entonces se instaló un reloj en su torre, pero lo que es seguro es que sí se hizo en 1894, aprovechando uno de los dos relojes que se habían desmontado del antiguo Ayuntamiento derribado en 1879. En 1897 (El Norte de Castilla), el Ayuntamiento discutía sobre la conveniencia de arreglar el reloj de la torre de San Andrés, que según el cura de la parroquia, llevaba tiempo sin funcionar. Es el caso que por los motivos que fuere, el consistorio decidió que no se gastaba los cuartos en arreglar el reloj (las esferas actuales, evidentemente, ya no son las mismas).
En la iglesia de Santiago, en 1881 se alojó en lo alto de su torre otro de los dos relojes de la vieja Casa Consistorial, aunque no corrió mejor suerte que el de San Andrés, pues también tenemos noticias de que en el año de 1922 ya llevaba tiempo sin funcionar, aunque en este caso parece que los gastos de su reparación iban a correr por cuenta de la feligresía. Pero es que aquel popular reloj debía arrastrar algunos problemas, pues en 1898 también hubo quejas por que no funcionaba, y se apelaba al Ayuntamiento para que lo arreglara lo más pronto posible. Este reloj , que ya no existe, todavía estaba funcionando en la década de 1970 (foto del Archivo Municipal de Valladolid).
Entre 1859 y 1970 la esquina del edificio de la Universidad lució un reloj (fotografía de la época). Se tiene noticia documentada de que en 1579 la Universidad ya dispuso de un reloj mecánico que se sustituyó por otro en 1789, hasta que en 1857 ya se pensó en instalar otro nuevo cuyo mecanismo y esfera es el que se muestra en el patio del Palacio de Santa Cruz. La maquinaria de este reloj se trajo de una prestigiosa fábrica situada en Morez du Jura (Francia), y montado en Valladolid por el relojero Ignacio Neugart. En realidad este reloj se instaló inicialmente hacia los patios interiores del edificio, y fue en una reforma de la torre esquinera de la Universidad cuando se reinstaló orientado a la calle.
En 1908, terminadas ya las obras de la nueva Casa Consistorial, se acuerda adquirir un reloj para la torre central. No fue un tema de rápida ejecución, pues se da cuenta de repetidas reuniones “en las que se ha discutido y pensado con todo detenimiento este particular”… Es más, se acordó formar una sub comisión sobre el particular. El debate estaba en si se trasladaba otro reloj de los existentes en la ciudad. Pero la idea se desechó. Se acordó adquirir un reloj nuevo. Se pidieron dos presupuestos: a Moisés Díez, de Palencia; y a Paul Odobey, de Morez de Jura (Francia). Finalmente se adjudicó a la empresa de Palencia, porque al ser una empresa española “sin ofensa para nadie” debe ser preferible. La oferta del fabricante de Palencia, que incluía tres campanas, ofrecía un badajo grande para ser utilizado en casos de incendios, grandes acontecimientos y otros motivos. Además instala un pararrayos. Las características del reloj consistían en que tocaba horas y cuartos dobles. Tenía cuerda para ocho días y la máquina medía 210 centímetros y pesaba 425 kilogramos.
No son muchos (apenas una docena) el número de relojes instalados en fachadas de edificios particulares o institucionales (al margen de establecimientos comerciales), como es el caso de la antigua Delegación de Hacienda (en la imagen) construida hacia 1934 y que lleva la firma del arquitecto Cuadrillero (muy reconocido en su época) en la plaza de Madrid.
El Instituto Zorrilla hay que situarlo en su remoto origen en tiempos de Isabel II, pero el edificio que ahora existe se inauguró en 1907 y es obra del arquitecto Teodosio Torres (el que también proyectó la actual plaza de toros o el llamado hospital viejo en la calle Sanz y Forés).
En 1953 comenzó a funcionar el reloj que corona el edificio número 12 de la plaza de España. Con ese motivo, el edificio se conoció popularmente como la Casa del Reloj. Debajo del mismo se puede ver el escudo de la antigua Caja de Ahorros Provincial de Valladolid.
Reloj que corona el edificio que hace esquina entre las calles Duque de la Victoria y Constitución. La instalación de un reloj en la coronación de un edificio se consideraba como elemento de distinción. En la actualidad esto ya no es moda, como todavía ocurría hasta le década de 1950.
Desde luego, no sería justo recorrer los relojes de Valladolid sin dejar constancia de dos entrañables relojes: el del Pasaje Gutiérrez (1886) en el que sendos infantes realizados por el escultor Gossin, sujetan un reloj asomados a un balconcillo en el que, antaño, en ocasiones se ofrecían conciertos. El pasaje Gutiérrez está declarado Bien de Interés Cultural. Y el del de la Estación de la Esperanza, de la línea ferroviaria de Ariza que comenzó a prestar servicio en 1895.
Y un par de imágenes para el recuerdo: la antigua Casa Consistorial (con su reloj) construida tras el incendio de 1561 y derribado en 1879; y el viejo auditorio del Campo Grande (ambas imágenes son del Archivo Municipal de Valladolid).
NOTA: Además de archivos, hemeroteca y algunos libros, para confirmar ciertos extremos de este artículo sobre el reloj de la Catedral me han sido de gran valor los comentarios de Juan Luis Saiz, experto en restauración arquitectónica.