SAN PEDRO REGALADO O FIESTAS DE PRIMAVERA

SAN PEDRO REGALADO O FIESTAS DE PRIMAVERA

Las  fiestas en torno a la fecha en la que se venera a San Pedro Regalado, en realidad no han tenido tal nombre hasta el año 1950, aunque es verdad que desde tiempo inmemorial, de una manera y otra, la ciudad ha festejado a su patrón.

Desde hace siglos, por la fecha de San Pedro, el Concejo hacía alguna dádiva que honrara al patrón: ayudar al convento de San Francisco (donde ingresó de niño Pedro el de la Costanilla- o Pedro el Regalado- es decir el futuro santo); dotar a su imagen en la iglesia de Jesús de una corona de plata; ayuda para el convento de la Aguilera, donde yacen los restos de santo, etc.

También se celebraban, como es lógico, actos litúrgicos y procesiones. Y desde al menos el siglo XVIII, se ofrecía una corrida de toros que pagaba el municipio. Ya sabemos que el santo está asociado al milagro de detener a un toro que aterrorizaba a la población, aunque hay que decir que ese milagro también lo hicieron otros santos. El asunto del toro está más en la hagiografía y tradiciones que en la realidad.

Procesión de San Pedro Regalado. Foto tomada hacia 1920. Archivo Municipal de Valladolid.

El fraile Pedro Regalado ya murió en olor de santidad en marzo de 1456, pero el paroxismo que vivió Valladolid cuando fue elevado a los altares el 14 de junio de 1746 es inenarrable: la fiesta duró varios días en los que no faltaron corridas de toros, fuegos artificiales, procesiones, bandas de música, etc. etc. No era para menos para la sociedad de aquella época, pues se trataba del primer vallisoletano (y vallisoletana) que un Papa (Benedicto XIV) subía a los altares.

La religiosidad de aquella época llevó a que por aclamación popular, tras consulta en las parroquias y a los estamentos de la ciudad, se proclamara patrón de Valladolid en sustitución del Arcángel San Miguel, que hasta entonces protegía a la ciudad de los males que pudieran acecharla. Y se declaró el 13 de mayo fiesta de precepto en el territorio del obispado. Desde entonces, en torno al 13 de mayo,  a la suntuosidad de las celebraciones religiosas se unió la alegría de las funciones profanas.

Retablo de 1709 atribuido a Juan de Ávila. Preside la capilla de San Pedro de la iglesia del Salvador, donde la tradición dice que se bautizó Pedro Regalado, el hijo de María la de la Costanilla.

Lo cierto es que rastreando en el Archivo Municipal y en la hemeroteca no he localizado la celebración de Fiestas de San Pedro Regalado hasta el año 1950. Aquel año el Ayuntamiento acordó reducir el número de días de lo que hasta entonces se llamaban Fiestas de Primavera. La reducción se propuso en vistas del poco arraigo que tenía la fiesta. Y, además, se suprimía la corrida de toros, cosa que fue contestada por varios concejales, que propusieron que si había que reducir el presupuesto destinado a la fiesta que no se hiciera en detrimento de la corrida de toros, pues afirmaban que era un festejo que traía forasteros a la ciudad (y con ello, consumo, evidentemente). Y ya en esa ocasión es como las Fiestas de Primavera pasaron a llamarse Fiestas de San Pedro Regalado.

Las Fiestas de Primavera, o nombre similar, hasta 1945 se celebraban en abril, es decir, no coincidían con la onomástica de Regalado (13 de mayo), a excepción del año 1934. Es decir hablamos de unas celebraciones festivas un tanto intermitentes y como no muy bien encajadas en el calendario vallisoletano. Por ejemplo entre 1890 y 1920 no hay rastro alguno de fiestas primaverales ni santorales. Y entre 1923 y 1945 oscilaban de nombre y de meses.

Total, que hasta 1945 no encontramos unas Fiestas de Primavera (coincidiendo con la festividad de San Pedro Regalado), con su característico cartel y un abultado programa: juegos florales, concurso de arada, corridas de toros, misa en el Santuario Nacional, concurso de dulzaina, partido de futbol, teatro infantil, concurso de tiro al plato, conciertos de música sinfónica en el Teatro Calderón, misa en la iglesia del Salvador, fiesta en el Calderón en honor de las mozas labradoras, bailes populares en la Plaza Mayor, fuegos artificiales, concurso de tiro de pichón, desfile de los gigantones y cabezudos y barracas en el paseo central del Campo Grande, etc.

Y así durante cuatro años hasta que, como ya se ha comentado, en 1950 las fiestas primaverales pasaron a llamarse de San Pedro Regalado. Unas fiestas que seguramente por razones económicas pasaron a ser más modestas, tanto en el número de días como en el programa.

Carteles de las Fiestas de Primavera que se conservan en el Archivo Municipal.

Por cierto, el Tío Tragaldabas, que junto con los gigantones y cabezudos, eran (y son) un clásico de las fiestas vallisoletanas, se renovó por completo en 1948. Se montó en Valencia por una empresa experimentada en fallas, por un importe de 27.000 pesetas. Para ahorrar costes se aprovechó el mismo carruaje del viejo Tragaldabas. La misma empresa el año anterior fabricó unos nuevos gigantes y cabezudos, pues los que había hasta entonces eran  feos y de mal gusto.

NOTA. En La mirada curiosa hay también una entrada sobre este santo: Pedro el Regalado, hijo de María  de la Costanilla

PEDRO EL REGALADO, HIJO DE MARÍA DE LA COSTANILLA

El 13 de mayo es la festividad de San Pedro Regalado, patrón de Valladolid. Hasta su elección en el siglo XVIII como protector de la ciudad, era San Miguel arcángel el encargado de velar por los hombres y mujeres que habitaban la antigua ciudad cortesana.

Corría el año de 1746. La ciudad, aquel año,  celebró con enorme entusiasmo la noticia del primer vallisoletano que había  subido a los altares. La fiesta duró varios días y cuentan las crónicas que fue una auténtica locura popular. No faltó de nada: fuegos artificiales, grandes hogueras, corridas de toros,  hubo extraordinarios actos litúrgicos, impresionantes comitivas de gremios y cofradías, desfile de bandas de música,  y no faltaron bailes al son de las chirimías. La ciudad toda era una fiesta. Incluso se hizo una consulta popular para ver si la gente le quería como patrono, con una masiva respuesta afirmativa.

Pero ¿quién era ese tal Pedro? Pedro Regalado nació en Valladolid en 1390 –fecha, en cualquier caso no muy fiable-,  y falleció, ya en olor de santidad,  en La Aguilera en marzo de 1456. Sabemos ahora que venía de una familia de judíos conversos.

Su padre se llamaba Pedro  (y apellidaba Regalado) y a su madre (que quedó viuda siendo aún  joven)  María, como casi todas las mujeres entonces (y casi hasta hoy mismo), la conocían como la Regalada o, también, como María de la Costanilla (por la calle donde vivía), actual de la Platería y donde nació Pedro. A Pedro, ya clérigo, en algún documento se le anota como Pedro de la Regalada, o Pedro de la Costanilla, o Pedro de la Costanilla y Regalado, o incluso Periquillo de Valladolid… o fray Pedro de Valladolid y, una vez muerto, mucha gente lo citaba como “el Santo Regalado”.

No es mucho lo que se conoce de su vida.  Cuando contaba 13 o 14 años entra en el Convento de San Francisco, muy próximo a su casa natal. A los 22 años fue nombrado sacerdote. Estuvo al frente de los conventos franciscanos de La Aguilera (Burgos), y el Abrojo (Laguna de Duero). Conventos con reglas de observancia muy rigurosas en los que la oración, meditación y ayuno severo se sumaban a un hábito espartano y a lo sumo unas sencillas sandalias para cubrir el pie durante todo el año (hiciera la temperatura que fuese).

Su fama milagrera ya se fue labrando en vida, pues se le atribuyeron episodios de bilocación, amén del  renombrado caso de domesticación de un toro que, suelto, aterrorizaba a la población (razón por la que también se le considera patrón de los toreros); y su proverbial capacidad de atravesar el Duero utilizando su manto a modo de liviana balsa.

Apenas fallecido, se contabilizaron cerca de doscientos milagros, entre los que, además de realizar numerosas sanaciones de enfermos deshauciados, llegó a resucitar brevemente para entregar un pan a un pobre hambriento que oraba delante de su tumba.

Alcanzó tal fama  que incluso  la Reina Isabel la Católica visitó su tumba en el monasterio de la Aguilera, y mandó erigir un vistoso  sepulcro.

Pues, contado todo esto, vamos a recorrer los lugares que evocan la historia e imagen de este santo silencioso.

La casa natal se le atribuye en el número 1 de la calle de la Platería (antigua Costanilla). No está muy claro que este fuera el lugar exacto –habida cuenta de los dos incendios que tanto en 1461 y 1561 arrasaron la calle-, pero a tenor del apellido de su madre –Costanilla-, sí parece probado que, al menos, nació en esa calle.  Un cuadro y una placa conmemorativa en la fachada dejan constancia del nacimiento del santo.

 Iglesia del Salvador, en la plaza del mismo nombre. Cuando en 1683 se beatificó al Regalado, este comenzó a recibir culto en el templo, debido a que parece razonable que hubiera sido bautizado en él.  Edificada sobre la antigua ermita de Santa Elena, del siglo XIII, ya alcanzó la categoría de parroquia en el siglo XIV, dedicada desde un principio al Salvador.  Su fachada es plateresca, realizada por el famoso Juan Sanz de Escalante entre los años 1541 y 1559. Algún historiador de la época la calificó como de las más preciosas de España.

 

La torre, muy esbelta, presenta dos cuerpos bien distintos: uno, en piedra,  del siglo XVII, y otro –ochavado-  (del s. XVIII) en ladrillo. Rematado por un tejado de pizarra de las canteras de Bernardos (Segovia)  debido a una reconstrucción que hubo que hacerse tras su hundimiento a principios del XVIII. La torre de la Catedral de Valladolid está inspirada en esta de El Salvador.

 

Retablo mayor, del siglo XVIII, definida por el catedrático Jesús Urrea como expresión del rococó vallisoletano. En lo alto del crucero, escudo de los Almirantes de Castilla, protectores que fueron del Salvador.

 

Una de las capillas más interesantes, concluida en 1487,  es la de San Juan Bautista. Acoge un magnífico retablo (1504) de la escuela flamenca. En el suelo se pueden ver enterramientos que seguramente pertenecieran a la ermita de Santa Elena, al tratarse de la zona más antigua del templo.

 

Pila bautismal que la tradición  dice que en ella fue bautizado San Pedro Regalado.

 

Y capilla de San Pedro, con un retablo de  1709 atribuido a Juan de Ávila, representa la traslación del santo por unos ángeles desde el monasterio del Abrojo al de La Aguilera que, precisamente, imita el grupo escultórico que hay en este último monasterio.

 

A un costado del Salvador se erige una escultura instalada en 2004 y realizada por Miguel García Delgado, sevillano con numerosa obra pública en España.

 

El monasterio del Abrojo está en un paraje próximo a la finca real  que frecuentaron los Reyes Católicos, y sus descendientes Carlos V  y Felipe II. De aquel palacio campestre donde se practicaba la caza, hoy quedan las tapias amuralladas, y en su interior una urbanización de chalets.

No  fueron los franciscanos los primeros  en asentarse en aquel lugar, pues antes perteneció a diversas órdenes religiosas, hasta que en 1441 se instalaron los del císter, que serían sustituidos por los franciscanos reformados a los que pertenecía el Regalado.

Tanto el monasterio como el palacio sufrieron un incendio en 1624. No obstante el monasterio fue reconstruido y actualmente se conservan unos pocos vestigios: restos de un muro, el acceso a la bodega, un estanque (con el que  se regaba la huerta del monasterio), y una fuente (llamada de San Pedro).

 

El santuario de La Aguilera tiene su origen en el siglo XIV, acoge el sepulcro de Regalado, amén de una capilla dedicada igualmente al santo. En la imagen, panorámica del edificio y detalle del sepulcro del santo mandado construir por Isabel la Católica. Está realizado en mármol a finales del XV y atribuido a la escuela de Colonia, que por aquel entonces trabajaba en la catedral de Burgos. Ambas fotografías son de Miguel Ángel Santos.

 

… Y obligado es, al menos, dejar anotado que el desaparecido convento de San Francisco (en la Plaza Mayor), es otra referencia de la vida de san Pedro, pues, como ya se ha dicho, en aquel convento,  del que no queda resto edificado alguno, entró el santo en edad adolescente (en la imágen, placa conmemorativa frente al actual Teatro Zorrilla)

Amén del monasterio de la Aguilera y la iglesia de El Salvador, la cantidad de imágenes (cuadros o esculturas) del Regalado que hay en numerosos lugares, dan idea del alcance popular que tuvo. Así, encontraremos (sobre todo esculturas) en el Carmen de Extramuros,  San Lorenzo, Santuario Nacional, Jesús Nazareno, las Angustias y la Catedral, en Valladolid; también en los conventos de las Descalzas Reales y Corpus Christi de la capital vallisoletana;  y en iglesias de Laguna de Duero, Renedo de Esgueva, Cigales, Cabezón, Medina de Rioseco, Melgar de Fernamental, Burgo de Osma…

 

BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA

La Ciudad del Regalado. VVAA. Coordinado por Javier Burrieza. Ayuntamiento de Valladolid, 2004.

San Pedro Regalado: Teófanes Egido. Caja de Ahorros Popular, 1983

Catálogo monumental de Valladolid, de Juan José Martín González y Jesús Urrea. Institución Cultural Simancas y Diputación de Valladolid, 1985.

Iconografía de San Pedro Regalado: S. Andrés Ordax. Junta de Castilla y León, 1991.