Yo me inspiré en las tallas del Museo Nacional de Escultura de Valladolid, mi ciudad natal, dijo Vicente Escudero allá por la década de 1950. De entre los escultores, sin duda fue Alonso Berruguete el que más interiorizó el bailarín: decía que en las figuras del imaginero se puede intuir el movimiento del zapateado, y de las alegrías, bulerías y seguiriyas.
Vicente Escudero Urive fue uno de los bailarines más importantes de su generación. Tanto, que algunos críticos llegan a decir que en el baile hay un antes y un después de Vicente Escudero, pues fue pionero en muchas cosas y bebió no solo de las tallas clásicas, sino de otras variadas fuentes. De edad y actividad artística longeva (nace en Valladolid en 1888 y fallece en Barcelona en 1980) fue, además, coreógrafo y teórico respetado de la danza. Dio conferencias, escribió algunos libros, hizo exposiciones de pintura, no renunció al cante y también fue actor en algunas películas.
De él se dice que introdujo la pureza en el flamenco y que fue decisivo para popularizar este arte fuera del entorno gitano y llevarlo a las salas de conciertos. Se crió en el barrio de San Juan (nació en la calle Tudela) y de los gitanos aprendió a amar el flamenco. Tanto fue así que a veces pareciera que incluso él fuera gitano.
Se trata de un personaje rodeado de historias que abundan en su insobornable afición, como el que ensayara sus zapateados infantiles en las tapas de las alcantarillas, llegando a romper algunas; o sus prácticas de baile y equilibrio que llevó a cabo subido a un tronco caído sobre la Esgueva, que le obligaron a desarrollar un equilibrio sorprendente (parece que más de una vez cayó al agua, tal como relata el propio bailarín).
Su familia, humilde (su padre era zapatero artesano de calzado a medida), terminó por rendirse a la vocación del Vicente aún niño, y con quince años recién cumplidos comenzó a ganar sus primeras perras con el baile en pueblos y ferias de Valladolid. No obstante aún habría de trabajar en algunas imprentas, en las que al parecer duraba muy poco, porque incluso sobre los estribos de las máquinas tipográficas practicaba su baile, desatendiendo sus cometidos laborales.
Pronto asaltó los escenarios madrileños, en los que tuvo más de un disgusto, dado que los guitarristas se negaron a actuar con él porque parece que no dominaba aún el compás, y la velocidad y arranques de sus zapateados hacía imposible el trabajo de los músicos. No parece que aquello arredrara al futuro maestro, pues apostaba por la innovación y por evitar que los pases de baile fueran una cosa rutinaria y previsible. Y en cuanto al acompañamiento musical dijo que igual le daba que fuera con una guitarra, con el compás de un martillo o con el rugido de un león.
Corría el año de 1910 y Vicente, sin ningún miedo ni reparo, decide marcharse al extranjero: Lisboa fue su primer destino y ese mismo año recala en París, donde creó su primera compañía y abrió una academia de baile español que pronto quedó desbordada por el numeroso alumnado.
Actuó en los principales escenarios de París, Lisboa, Madrid, Barcelona, Roma, San Petersburgo, Berlín o Nueva York: algún periódico norteamericano llegó a señalarle como el mejor bailarín del mundo. En la capital francesa pronto entró en contacto con artistas de otras artes que le llevaron hacia las vanguardias de la época, como el cubismo y el surrealismo tan de moda en los años 20 y 30. Asistía a las tertulias de los artistas destacados y trabó buena amistad con algunos de ellos, como fueron los pintores Picasso, Fernand Leger, Joan Miró o Juan Gris; poetas y escritores tales como Louis Aragón y Paul Éluard; y con cineastas y fotógrafos: Luis Buñuel y Man Ray.
Se codeó con todos los grandes del baile y la danza, convirtiéndose él mismo en uno de los maestros de su época. Actuó con Carmen Amaya, La Argentina (Antonia Mercé), Marienma, Pastora Imperio, Ana Paulova, Antonio de Bilbao…
No obstante el bailarín, no se prodigó en actuaciones en España porque, tal como relató él mismo en 1956: “Aquí se entiende poco mi baile, salvo una minoría… el resto de la gente no está acostumbrada al baile flamenco serio, ahora lo que se lleva es la velocidad y la acrobacia”.
Cuando Escudero comenzó su carrera, el flamenco adolecía de un exceso de florituras y falsos dramatismos. Escudero eliminó todo eso y, al hacerlo, recuperó la esencia y el corazón de esta forma de danza. La negativa de Escudero hacia las concesiones y su fe en su visión de la danza, dieron nuevo vigor a esa forma de arte que es el baile de flamenco.
Después de retirarse como bailarín en 1961, continuó desempeñando una importante labor docente a través de sus conferencias y escritos. Residía en Barcelona.
Contado todo esto, vamos a dar un paseo por el Valladolid que evoca a Vicente Escudero.

Iglesia de San Juan, el barrio donde nació Escudero en 1888. De esta misma plaza parte la calle que lleva el nombre del bailarín.


En el año 2005 se inauguró el Centro Cívico Bailarín Vicente Escudero, sito en la calle Verbena. A un costado del edificio, en la calle Santa Lucía, hay una escultura que representa al personaje. Se instaló en 2006 y sus autores son los artistas Bustelo, Ostern y Juan Villa.

Junto a la Oficina del Turismo del Campo Grande se halla la escultura en bronce realizada por Belén González Díaz en 1995. La autora ha querido destacar un gesto característico del bailarín haciendo sonido con sus propias uñas.

En el año 2014 en los soportales del Teatro Calderón se instaló una placa conmemorativa del bailarín, muy próxima está la de Marienma.

A finales de la década de 1950 el director de cine José Val del Omar, muy desconocido para el gran público, pero de reconocido prestigio por su cine experimental, rodó en la salas del Museo de Escultura de Valladolid un documental titulado “Fuego en Castilla”. Este documental recibió una mención especial en el Festival de Canes y en otros festivales internacionales, como en Méjico. El film, en su segunda mitad tiene el sonido de fondo que produce con su baile Vicente Escudero. Él no sale en ningún momento, pero se ha publicado esta imagen el artista en pleno rodaje. La foto es de Filadelfo, aunque entre lo hasta ahora publicado no se cita al fotógrafo, o se cita con otro nombre. El film, que dura 17 minutos, está en continua exhibición en una sala del Museo.


Sin salir del Museo, en la sala Arte y Vida Privada, se exhibe un documental del NODO titulado “Flamenco en Castilla” y rodado en 1970 (aunque ya se había retirado de la escena) en el que bailan María Marquez y Vicente Escudero. Sabemos de la inspiración que al bailarín le producían las tallas de Berruguete. Para Vicente Escudero, el Museo de Escultura era algo así como la madre de todos los sonidos: los suelos de madera que permitían un zapateado y un raspado divinos; las esculturas de los imagineros, que parecían transmitir movimientos de danza, el sonido de las salas… Escudero también actuó en un largometraje protagonizado por Antonio Gades y dirigido por Mario Camus en 1967: “Con el viento solano”, se titulaba


Corría el mes de marzo de 1965 cuando la ciudad rindió un homenaje al artista: se inauguró una calle con su nombre en el barrio de San Juan (esta calle antes se llamaba Catorce Metros), y en el Teatro Calderón actuaron las principales figuras del flamenco en España. En la imagen, Vicente Escudero y el alcalde Santiago López González. En las imágenes se ven los carteles que anunciaban el homenaje del Calderón, que en aquellas fechas coincidió con la Semana Internacional de Cine. Fotos de Filadelfo del Archivo Municipal de Valladolid.
Cartel del homenaje que le rinden en 1941 en Barcelona. Actuaba con su amada Carmita García, con la convivió hasta el fallecimiento de ella.

Escudero recibió diversos reconocimientos en España. En 1932 ya se le hizo un homenaje en Valladolid impulsado por el académico Narciso Alonso Cortés, al que le unía una gran amistad. En 1941 se le concedió la medalla de oro de la ciudad. En 1954 hubo un deslumbrante espectáculo en su honor en el Teatro Carrión. En noviembre de 1974 recibió el gran reconocimiento nacional. Vicente ya tenía 87 años y el Ministerio de Información y Turismo le da un gran homenaje en el Teatro Monumental de Madrid. La foto, de autor desconocido, pertenece al Archivo Municipal.

En diciembre de 1980 falleció Vicente Escudero cumplidos los 92 años, y fue enterrado en el Panteón de Personas Ilustres del cementerio del Carmen.
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