NUESTROS PARTICULARES RASCACIELOS

El caserío de Valladolid nunca tuvo una buena relación con las alturas, teniendo en cuenta que buena parte de los edificios residenciales más altos de la ciudad son producto de desafortunadas decisiones y de la especulación.

Sea como fuere, la ciudad tiene unos edificios que son referentes en el perfil urbano. Y a partir de algunas de las construcciones más altas propongo un paseo por Valladolid.

El Duque de Lerma, junto al puente Mayor, con sus 87 metros y 23 plantas es el edificio más alto de Valladolid.

Este edificio, de azarosa historia, comenzó a construirse en 1970 para ser un hotel. Inacabado, pasó a manos de la administración pública para, finalmente, terminar convertido en viviendas tras una polémica decisión municipal.

Es el caso, que en 1999 fue inaugurado, ofreciendo el aspecto que ahora tiene y con su última y panorámica planta, aún desocupada.0

La segunda construcción en altura quizá sea la torre de la Catedral de Valladolid, que con los 8 metros del Cristo que la corona, su altura total también anda por los 80 metros. El ascensor permite acceder a un mirador situado a 70 metros (por debajo de la cúpula que sujeta la sagrada figura). Tampoco la construcción de este ascensor está libre de polémica, pues el gasto de su instalación fue contestado por diversas organizaciones y partidos.

Esta única torre de lo que debió ser un gran templo con otras tres más, se terminó de construir en 1923, año en el que se instaló el Cristo que la corona. Unas  obras  que comenzaron en 1880, y que vinieron a sustituir la única torre que existía en el edificio y que se había derrumbado en 1841. A este respecto merece indicar que el derrumbe de 1841 no solo fue un desgraciado accidente (sin víctimas), sino que dejó sin reloj público a la ciudad, por lo que el Ayuntamiento se aprestó a buscar una solución que subsanara el problema (tengamos en cuenta que la inmensa mayoría de la población se regía por los toques del reloj de la catedral). Es una curiosa historia que requiere otro artículo.

Y llegamos al edificio de las Mercedes, en el Paseo de Zorrilla 110, frente a la plaza de Toros. Este edificio, que alcanza los 65 metros, lo fecharemos en 1961/ 1964. Fue en su momento el más alto de Valladolid, una demostración del desarrollismo y la “modernización” de la ciudad.

Y ya tendremos que irnos a la moderna torre del Museo de la Ciencia para que con sus 55 metros de altura (antena incluida), nos sitúe en el cuarto edificio más alto de la ciudad.

A partir de aquí, edificios como Riosol, en la calle Doctrinos con fachada al paseo de Isabel la Católica, frente a la llamada Torre de Valladolid, etc. nos encontraremos con bloques de viviendas que rondan los 50 metros. Casi todos a lo largo de las riberas del Pisuerga, río sobre el que se ciernen sus alturas y que en alguna medida “ahogan” su cauce… Pero, en fin, como se defendía uno de los arquitectos que más contribuyeron a que estos edificios se prodigaran en Valladolid: “Ahora se les critica, pero tengo que decir que la sociedad de la época  los aplaudía”.

En cualquier caso, “rascacielos” muy lejos de la Torre Caja Madrid (en Madrid), de 250 metros, o el hotel Bali de Benidorm con 190 metros.

Bien, la ruta que propongo por los cuatro edificios indicados es un  paseo que, a poco que se callejee, supera los 7 km…. (como una hora y media).

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La torre de la Catedral, teniendo en cuenta que está construida en la parte alta de la ciudad histórica, es una edificio destacado en el caserío vallisoletano

 

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El Museo de la Ciencia abrió sus puertas al público en 2003. Al fondo de la imagen, a la izquierda de la torre, destaca el edificio de Las Mercedes

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 Las Mercedes, visto desde el Paseo de Zorrilla, tiene 20 plantas

 

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No, si nadie es supersticioso… pero por si acaso: placa conmemorativa de la inauguración del Duque de Lerma

 

 

VALLE DEL CUCO: ENTRE POBOS, CAÑAMARES Y NAVESANAS

Bocos de Duero, Valdearcos de la Vega, Corrales de Duero y San Llorente, son cuatro municipios ensartados por el valle del Cuco, nombre de un modesto río que labra desde su nacimiento, en San Llorente,  uno de los parajes más singulares de Valladolid.

Destaca el Valle del Cuco por sus fuentes. podríamos decir que en realidad es una estrella en la que en cada punta hay una fuente que ha ido labrando vallejos. Aguas que van alimentando el arroyo del Cuco.

De esta singularidad geográfica se aprovechan los municipios del valle ofreciendo rutas que conducen a cada una de las fuentes o bien, si estamos en mejor forma podríamos incluso recorrerlas todas realizando un largo paseo circular.

Tiene caminos ideales para rutas en bici. Y si se quiere caminar, muchas son las posibilidades, de las que sugiero dos: la subida hasta la fuente de Valmoral (desde Corrales); o el paseo hasta la fuente de la Jarrubia –por el valle, no por la carretera-, desde San Llorente. Ninguno tiene pérdida y cualquiera de los dos se hace a lo sumo en un par de horas entre ida y vuelta. Para el paseo en bici lo mejor es  informarse mediante el  rutodromo a los efectos de ajustarse a las fuerzas de cada cual, pues con ella sería posible circunvalar el valle y acercarse a  diversos puntos principales que, además de las poblaciones, son las fuentes de Valdemeso, San Pedro, Valmoral y Jarrubia, por solo citar algunas de las más afamadas…

Sin más preámbulos, nos situaremos en Corrales de Duero y desde este lugar podemos comenzar la o las excursiones por las fuentes. Disfrutaremos de bonitos parajes y paisajes.

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Iniciada en el s. XIII, iglesia de la Asunción, en Corrales. En primer plano una fuente bien labrada que hasta hace unos años estaba instalada en la “pobeda” –su emplazamiento original-. Tiene el valle algunas palabras muy singulares, como la de pobeda o pobo (chopera o chopo)

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Desde Corrales comenzamos a recorrer diversos valles cuyas referencias son las fuentes manantiales que los labraron. Corrales es el centro de una estrella de cinco puntas formada por los valles que tienen en su punto alto alguna fuente manantial

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Al fondo, Corrales, desde Valdemeso

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Fuente de San Pedro

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Fuente de Valmoral y en primer plano el arroyo que allí mismo nace

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Chozo junto a Valmoral

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Valmoral está casi en el páramo, y desde él se aprecia perfectamente la Sierra de Guadarrama

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El páramo ofrece numerosos “majanos”, esos montones de piedra que han terminado por crear su propia identidad

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Restos del antiguo poblado o ermita de Isarrubia, en la cabecera del valle que desciende hasta San Llorente

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Fuente de la Jarrubia, ahora labrada en hormigón, su emplazamiento original era una surgencia natural que manaba en la pared que se ve al fondo

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Se anuncia el valle que conduce a San Llorente. Valle de viejas huertas que en este paraje se conocen como “cañamares”; y los bancales en Corrales oí llamarlos “navesanas”

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San Llorente según se desciende del páramo

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Un tanto complicado se vuelve la búsqueda de la fuente de San Bartolomé. Lo mejor es no intentarlo si no se conoce o se va acompañado, pero reflejado queda el paisaje que en este tiempo se puede disfrutar en su entorno

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Un plano de detalle del entorno de Corrales que puede ayudar a orientar  esta especie de rally fotográfico

UNA SELECCIÓN DE MIS RINCONES PREFERIDOS

Hace siete años El Día de Valladolid publicó este reportaje que ya compartí con vosotros. Me he topado con él buscando cierta información para un artículo que próximamente publicaré en El Norte de Castilla. Volver a leerlo me ha hecho pensar sobre cuanto ha cambiado mi opinión sobre los lugares que hace esos años señalé como mis lugares preferidos de la ciudad de Valladolid… Y,  ¡vaya! en nada a cambiado mi opinión, así que de nuevo os invito a visitarlos.

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LOS ÚLTIMOS PAGANOS: VILLA ROMANA DE ALMENARA-PURAS

Vamos a visitar un museo y yacimiento arqueológico de gran interés, sito en el término municipal de Almenara.

Las villas eran grandes haciendas que acaudalados romanos dedicaban a la explotación agrícola y ganadera. Las villas cercanas a las grandes poblaciones romanas solo eran habitadas por sus propietarios durante unos meses al año. No parece el caso de esta villa vallisoletana ni, en general, de las que existieron en Valladolid, que fueron unas cuantas. Es decir, que lo más probable es que sus propietarios las habitaran todo el año.

Tanto en la provincia como la capital se documentan un buen puñado de villas, además de haberse detectado numerosos restos romanos diseminados por el territorio, que se datan en diversos siglos de la existencia del Imperio Romano.

Algunos  historiadores y cronistas  atribuyen Valladolid a un origen romano: un asentamiento llamado Pincia (o Pintia). Otros investigadores hablan del nombre de Pisoraca (Pisuerga). Lo cierto es que en el subsuelo de la ciudad se han ido encontrando numerosos hallazgos de época romana: pavimentos y mosaicos, cerámicas, enterramientos, numismática, esculturas, inscripciones, etc. Además, restos y trazados reconocibles de diversas villas: en el Cabildo, en el pago de Argales, en Villa de Prado… De estas construcciones romanas nos quedamos con la de Villa de Prado, datada en el siglo IV d.C. Está entre la antigua Granja Escuela José Antonio y el nuevo Estadio José Zorrilla. De esta villa hay documentación y restos perfectamente reconocibles, algunos de los cuales se muestran en el Museo de Valladolid.

No hace mucho quedó al descubierto un hipocaustum (una gloria) en las inmediaciones de la Antigua. Lo que nos habla de un asentamiento romano en la ciudad.

Pero hay otras cuantas referencias romanas de cierta importancia histórica en la provincia: Montealegre (Tela), Tiedra (Amallobriga), Simancas (Septimancas), etc. A estas hay que añadir Becilla de Valderaduey, que conserva parte de una calzada y un puentecillo.

Hay datos o restos de sentamientos en Torozos, en la cuenca del Pisuerga, en Tierra de Campos… En fin, una pródiga relación que desborda por completo los límites de este artículo. En cualquier caso, es muy recomendable la visita al Museo de Valladolid para conocer la presencia romana en Valladolid.

De todos estos importantes yacimientos, nos vamos a detener en la villa de la Calzadilla sito en el término de Almenara.

De esta villa, datada en el sigo IV-V, hay noticias desde 1887, cuando un campesino dio noticias del hallazgo de un gran mosaico del Bajo Imperio. De hecho, parece que esta villa fue la primera de las descubiertas en Valladolid. En el año 1942 comenzaron unas excavaciones por parte de la Universidad de Valladolid que confirmó la importancia de esta villa. Y en el año 2003 abrió sus puertas al público el Museo de las Villas Romanas bajo el impulso de la Diputación de Valladolid.

Imagen tomada de la página oficial de Turismo de la Diputación Provincial

Destaca  Almenara por sus azulejos, alguno de los cuales está en el Museo de Valladolid, pero in situ hay unos cuantos de gran belleza y perfección, como por ejemplo el de Pegaso o el de los Peces.

Una larga pasarela que sobrevuela sobre los restos arqueológicos facilita la observación de las dependencias, perfectamente reconocibles.

A esta extensa pieza principal se ha añadido una reconstrucción de determinados ambientes romanos y una villa con todos los elementos que caracterizaban estas mansiones campesinas.

Antes de entrar al yacimiento, diversos objetos de época o sus reproducciones, así como amenos y concisos paneles explicativos, preparan adecuadamente la visita a la pieza original, lo que permite su mayor disfrute y configuran un complejo museístico que abarca al mundo romano de la provincia, de ahí el nombre de Museo de la Villas Romanas…

Pero no me resisto a detenerme aunque sea someramente en lo que nos cuenta el libro Los últimos paganos, un relato del antropólogo vallisoletano Luis Díaz Viana (su segundo apellido en realidad es Gongález). Se trata de algo más que una novela pues ambientada en la villa de Almenara, mezcla ficción con hechos históricos reales.

Portada del libro de Luis Díaz Viana

Vayamos al relato. En estas villas, conocidas como “pagos”, vivían pacíficamente los campesinos  romanos (fueran propietarios o siervos), alejados de las intrigas de la metrópoli (en este caso Constantinopla, pues estamos hablando de la época del Imperio Bizantino) y en armónica convivencia con sus dioses. Esos seres que, aun estando en el Olimpo, eran asequibles y prácticos: uno se dedicaba a favorecer las cosechas, otro a proteger los ganados…  Había un dios o diosa para cada asunto. La gente veía a sus dioses como seres cercanos que les ayudaba en caso de necesidad. Con ellos, los  humanos conseguían ordenar su vida e interpretar lo desconocido, que era mucho en aquella época. Eran útiles para conectar con el más allá y les protegían de los males que pudieran acechar.

Más, algo ocurrió en Constantinopla: la conversión de Constantino y su madre Helena al cristianismo. No fue, como en general todas las conversiones, sino una decisión de conveniencia política y económica… Y claro, convertido el emperador y su corte,  el resto de los romanos tenían que seguirle  y despedir a los viejos dioses. El monoteísmo expulsaba al politeísmo. Como el imperio era muy extenso y no todo el mundo “comulgaba” con aquel cambio, sobre todo porque se llevaban muy bien con sus dioses de toda la vida, desde Constantinopla se facilitó que los infieles al nuevo dios, que normalmente eran los súbditos situados en los confines del imperio, comenzaran a ser acosados por los llamados bárbaros cristianizados. De tal manera que numerosas partidas de jinetes hostigaban a los últimos paganos (es decir, a los que vivían en los pagos) para que adoptaran por la fuerza al dios de los cristianos, además de dedicarse a arrebatarles sus propiedades.

Pues bien, conocida esta historia, acaso el visitante pueda hacerse una idea más interesante y curiosa cuando se acerque a recorrer esta  villa romana,  en medio de la planicie de las Tierras de Pinares.

Horario de visita: octubre a marzo: de jueves a domingos y festivos 10:30 a 14:00 y 16:00 a 18:00. Abril a septiembre: martes a domingos y festivos 10:30 a 14:00 y 16:30 a 20:00

CASTILLOS DEL SEQUILLO: UNA IMPORTANTE FRONTERA MEDIEVAL

El Sequillo, río de nombre y caudal modestos, de escasa prestancia y aparente inocencia,  alcanzó protagonismo significado en las disputas entre los reinos de León y Castilla a lo largo de los siglos XII y XIII.

Durante setenta años se convirtió en parte de la frontera, junto con el río Trabancos, que en Valladolid dividía los reinos de Castilla y León. Entre 1157 y 1230 se partió  en dos el reino cristiano del noroeste hispano: León por un lado y la naciente Castilla por otro. El Sequillo está en medio de los territorios que se disputaron los reyes de ambos reinos, pues necesitaban dominar las tierras de Campos, cuyo trigo llenaba los graneros de las aldeas y las despensas de los castillos. Para ello fundaron poblaciones, dieron prebendas a los nuevos moradores, amurallaron  pueblos  y levantaron castillos. Todo aquel intensísimo movimiento urbanístico y poblacional dejó una huella que todavía se percibe en las villas  que jalonan el Sequillo.

Toda esta historia arrancó cuando a la muerte del rey de León, Alfonso VII (1157), este dividió el territorio entre sus hijos e hijas: aquí comenzó una continua disputa entre el consolidado reino de León y el emergente reino de Castilla. Una división que terminó cuando Fernando III llamado el Santo, y coronado en Valladolid, consiguió unir ambos reinos, allá en el año de 1230.

Aquella cadena de castillos del Sequillo alcanzaba un punto en el  que se dividía entre los que, siguiendo el curso físico del río, llegaban hasta su desembocadura en el Valderaduey, ya en tierras zamoranas; y los que apuntaban hacia Toro, junto al Duero que, también fue frontera natural.

Superada la frontera y pacificados los territorios: junto a aquellos castillos (más bien pequeños, de sólidos muros, y construidos en lo alto de los tesos y en los bordes de Torozos),  fueron apareciendo nuevas fortalezas pero ya con trazas palaciegas: no estaban tan pensadas para la batalla como para la residencia de los nobles. La prueba es que se levantan en el llano, confiados en que no habría más batallas entre los reinos cristianos, y ya los musulmanes no constituían ninguna amenaza al norte del Duero.

Pues vamos a hacer un recorrido siguiendo algunos de aquellos castillos que pespuntean el Sequillo. Fortalezas que seguramente sean las más antiguas de Valladolid, después de los castillos que en siglos precedentes defendieron las orillas del Duero frente a los musulmanes: hablamos de los siglos X y XI: Peñafiel, Curiel, Tordesillas.

Empezaremos por Valdenebro de los Valles. No existen documentos  escritos que atestigüen su pertenencia a la cadena de fortificaciones fronterizas, más cuando uno se acerca a los escasos restos de su antiguo castillo, situado en el mismo casco urbano,  y se asoma al amplísimo territorio que domina, no puede dejar de pensarse que en un momento u otro, este municipio fue plaza fuerte en su día… Y no debemos dejar de ver la curiosa torre de la iglesia del municipio, con su escalera de caracol a ella pegada. La base de la torre es románica del siglo XIII ,y la planta del templo ya pertenece al XVI. Las ruinas son accesibles.

Medina de Rioseco perdió todo rastro de su castillo, aunque se conserva, ya muy remozada, la puerta de Zamora conocida como Arco de las Nieves, por haber allí una capilla dedicada a la Virgen de las Nieves.

Puerta del Reloj de Villabrágima. Esta puerta (con un reloj instalado en el siglo XX),  perteneció a la muralla que se levantó en el siglo XIII.

No es nada casual la ubicación del castillo de Tordehumos, y muy grande su importancia estratégica, pues desde él se domina casi todo el valle del Sequillo, y desde él se podían enviar avisos al resto de los castillos fronterizos. En el año 974 la localidad se la cita como Autero (Otero)  de Fumus.  Impresiona desde abajo la proporción que tuvo esta fortaleza que, ahora derruidas todas sus construcciones interiores (aunque es posible que queden restos por excavar  bajo tierra), ha quedado reducida a una pequeña meseta desde la que se obtienen inmensas panorámicas de todas las tierras y caseríos que lo rodean: Rioseco, Montealegre, Villabrágima, Villagarcía, Urueña o San Pedro de Latarce están a la vista de quien pasee rodeando el borde de las antiguas murallas. En Tordehumos se firmó el famoso tratado entre el rey leonés Alfonso IX y el castellano Alfonso VIII (uno de los siete tratados que se firmaron entre ambos reinos a lo largo de aquella guerra de fronteras). Sirvió para pacificar las luchas entre ambos reinos. Corría el año de 1194: el rey castellano devolvería fortalezas al de León, y que en caso de que el leonés falleciera sin descendencia, el castellano heredaría su reino: la orden del Temple y la de Calatrava se comprometieron a hacer cumplir el tratado, y mantener la paz entre los reinos.  Al castillo se sube fácilmente a través de una senda creada al efecto, y se puede recorrer alrededor, así como entrar al interior. Fotografía de la silueta de Urueña desde el castillo de Tordehumos. El castillo es accesible.

Del castillo de Villagarcía de Campos, tenemos noticias desde mediado el siglo XIV.  En él se crió unos años el famoso Jeromín (Jerónimo), hijo natural de Carlos V. Aquel niño bastardo alcanzó relieve en la historia rebautizado por su hermanastro Felipe II con el nombre de Juan de Austria. De todas formas está en proceso de un profundo estudio arqueológico y rehabilitación de ciertas dependencias que, a lo mejor, revela una construcción más antigua de lo que hasta ahora se conoce. Es visitable en horario indicado.

Nuestro siguiente destino será San Pedro de Latarce. Tiene uno de los castillos más singulares de Valladolid, y seguramente de los más desconocidos: de planta ovalada, construido con cal y canto,  se levanta en la misma orilla del Sequillo. Esta fortaleza perteneció a Doña Berenguela, madre de Fernando III el Santo. En algún momento de su historia estuvo en manos de los templarios, para pasar luego a la orden de San Juan. El interior del castillo, una vez perdida su función defensiva,  albergó casas.  En las imágenes también se puede observar el lugar de la puerta principal del acceso. Desde aquí retrocederemos para buscar Urueña, aunque la línea defensiva del Sequillo continúa por los municipios de Belver de los Montes y Castronuevo, donde desemboca en el Valderaduey, pero estos municipios, que  se adentran en la provincia de Zamora, ya solo conservan escasísimos restos de sus fortificaciones. No es accesible.

A causa de la fama de sus murallas nos olvidamos de que  Urueña aún conserva su castillo, ahora convertido en cementerio municipal. El castillo está junto a un pequeño lavajo que llama la atención por estar en lo alto del páramo torozano. Las murallas son paseables.

Y terminamos nuestro recorrido en Tiedra: en la fotografía, imagen de Tiedra vista desde Villalonso, inmediato a Toro. Municipios, ambos que también disponen de sendas fortificaciones. Tiene horario de visitas.

DONDE EL CANAL DE CASTILLA DEVUELVE SUS AGUAS AL PISUERGA

El estrecho  desagüe del Canal de Castilla, que desde la dársena y salvada la carretera de Gijón, va a desembocar en el Pisuerga, junto al Puente Mayor de Valladolid, ha sido durante muchos años  el último reducto de tradicionales huertos urbanos –ahora, por iniciativa vecinal y municipal se han ido abriendo huertos por diversos barrios de la ciudad-.

En el año 2001, el Ayuntamiento y la Confederación Hidrográfica del Duero decidieron convertir ese espacio en un jardín, que con el paso de los años se ha constituido en un bonito rincón de la ciudad tanto por su abundante vegetación como por los elementos históricos y urbanísticos que lo enmarcan.

Forman parte del parque la singular casa suiza con su emblemático secuoya –un árbol protegido por el Plan General de Ordenación Urbana-, y el edificio que fue la harinera “La Perla”, y allí las aguas del Canal terminan volviendo al Pisuerga. La Perla se construyó hacia 1857 pero un incendio ocurrido en 1912 obligó a reconstruirla casi en su totalidad. En 2006 cerró la fábrica y en ella se habilitó un hotel que cerró de mala manera en 2017. En 2018 se alojó en sus destruidas instalaciones un grupo de personas para “montar” en él un activo Centro Social llamado La Molinera. El edificio está declarado Bien de Interés Cultural desde 1991.

Carlos de Paz –un pintor de Valladolid que no se resiste a mostrar su creatividad plástica también en escultura- y que, titulado “Diálogo” se instaló en 2001, el mismo año que se inauguró el jardín.

En las rampas de acceso a los jardines, tanto desde la parte de la avenida de Gijón como desde la calle de las Eras, el Consejo Social del barrio de la Victoria, decidió, en el marco de la Agenda Local 21, aprovechando los muros de las rampas, que en ellos quedaran reflejadas evocaciones de las antiguas actividades de la zona: lavanderas, agricultores, fábrica de harinas, industria textil, tren burra… y también representación de la fauna y la flora característica del entorno –antaño más naturalizado, evidentemente-. Para ello se encargó al pintor Sergio Garrido que llevara a cabo la realización de diversos murales.

Sergio Garrrido, el autor de los murales.

EL TOMILLO, UN LUGAR CON HISTORIAS Y CURIOSIDADES

UN VOLCÁN EN EL TOMILLO

El Tomillo, un espacio verde de poco más de 9 ha. está al comienzo de la carretera de Renedo que se adentra en el Valle Esgueva. Es una zona verde, que espero que el Ayuntamiento pronto comience a adecentarla, y que tiene su historia, plagada de curiosidades y anécdotas.

Desde el siglo XIX, el Tomillo se ha considerado un lugar idóneo para sacar tierra y piedra destinadas a la construcción tanto de viviendas como de caminos y carreteras, y así está señalado en el mapa del Instituto Nacional de Geología. Incluso muchas familias de Belén y Pilarica, que fueron construyendo sus viviendas en las décadas de 1950 y 1960, venían al Tomillo a coger arenas para levantar sus propias casas. También había algún tejar.

Esa actividad extractiva ha dejado hondonadas y pequeñas cuevas que en diversas ocasiones han sido escenario de macabros y luctuosos hechos.

Contado esto, vamos a conocer algunas de las historias y curiosidades que han acaecido en el Tomillo.

Desde el siglo XVII hasta XIX, en la cuesta del Tomillo estuvieron los pozos de la nieve del Palacio Real, por eso era frecuente que en los anuncios de venta de arena, productos de huerta, casas o animales en la zona, señalaran el lugar como “pago titulado Pozos de la Nieve, conocido también con el nombre de Cuesta del Tomillo”.

Es curiosa esta noticia que publicaba El Norte de Castilla el día 2 de mayo de 1878: “Anteayer fueron conducidos a la Inspección de orden público siete chicos de 14 y 15 años por apedrearse en la cuesta del Tomillo. No comprendemos como no se impone una multa a los padres de los mismos por el abandono en que tienen a unos jóvenes que de no corregirles en la tierna edad, serán más tarde perjudiciales a la sociedad aún a ellos mismos.”

Ese mismo año, pero el 28 de diciembre, el periódico publicó lo siguiente: “Hace unos días que en la cuesta titulada del Tomillo, se advierte el cráter de un volcán que está en erupción desde ayer a las cinco de la tarde. Las autoridades han adoptado las medidas oportunas para que el numeroso público que va a presenciar esta extraordinaria novedad, no sufra con la ardiente lava que despiden los antros de aquella cuesta incendiada. No hay que lamentar desgracias personales”…  ¡Ah, que era el día de los Inocentes!

EL FIELATO Y ALGUNOS CRÍMENES

Hasta la década de 1960 hubo un fielato, es decir, un puesto donde el Ayuntamiento cobraba por las mercancías que se venían a vender a la capital. Son unas cuantas la noticias que hay sobre este fielato. Por ejemplo, aquella de mayo de 1897 en la que el cabo y los guardas de la guardia montada detuvieron a varios individuos que trataron de eludir el pago de impuestos de cuarenta cántaros de vino que traían a Valladolid y por supuesto, les decomisaron el género. Otra noticia de 1939 da cuenta de disparos y pedradas entre guardias y contrabandistas.

Son unas cuantas la noticias que tenemos de actos delictivos que han ocurrido en el Tomillo. Vamos a relatar los más sobresalientes.

Corría en mes de junio de 1874 y al amanecer se halló el cadáver de un guardia de campo asesinado de seis puñaladas y rota la cabeza. Hecha la autopsia, las autoridades abrieron las diligencias sobre el crimen, sin que se sepa como concluyó la investigación.

Tremenda fue la noticia que corrió por todo Valladolid en febrero de 1897: unos muchachos que andaban jugando por el Tomillo vieron a dos mujeres que portaban un bulto sospechoso. Unos obreros agrícolas que también las vieron, pensaron que estaban dando un rodeo para eludir el pago de impuestos en el fielato. Los muchachos, sin embargo, se percataron de que las mujeres estaban haciendo un hoyo, y cuando se marcharon las mujeres, se acercaron al lugar y, horrorizados, descubrieron una criatura muerta envuelta en unos trapos oscuros. Traslado el cadáver al Hospital Provincial, la policía inició las pesquisas. Desconocemos si las mujeres fueron detenidas, pero la policía dijo que tenían bastantes pistas sobre ellas.

Veamos otro caso tremebundo. Abril de 1930, tras un horroroso crimen en el que unos desalmados mataron al ermitaño de la ermita del Cristo del Otero, de Palencia, la policía descubre que el dinero, varios cálices, una patena y diversos objetos de plata y oro que habían robado lo escondieron en la Cuesta del Tomillo. Los autores fueron detenidos y condenados a cadena perpetua tras conmutarles la pena de muerte.

El Norte de Castilla

Llamativa es esta noticia del 22 de diciembre de 1881: “fueron detenidos en las cuevas de la Cuesta del Tomillo tres jóvenes (el mayor de 20 años), autores del robo sacrílego en la iglesia parroquial de San Nicolás”.

Pero, sin duda, lo que más fama dio al Tomillo en toda la ciudad, fue el descubrimiento en el pago “las Cascajeras”, de las latas en las que las que se localizaron poco más de 2.000.000 de pesetas de los 5.200.000 que en agosto de 1964 habían robado en el Banco Castellano. La recuperación de las latas fue posible porque colaboró uno de los ladrones. El hallazgo se produjo el 4 de noviembre de 1965.

ACCIDENTES LABORALES Y RECREO FESTIVO

Como hemos dicho, el Tomillo era un lugar para extraer arena y piedra. Un trabajo que dio lugar a varios accidentes laborales, como el que le ocurrió en noviembre de 1900 a un joven de 13 años de edad que estando trabajando en una cascajera, se hundió un pedazo de tierra y como consecuencia sufrió una herida en la cabeza y la pierna derecha fracturada. Peor parado resultó otro obrero cuatro años después, pues falleció en un accidente que alcanzó a otros dos compañeros: un desprendimiento de tierras cayó sobre la cuadrilla. Los otros dos resultaron con heridas leves. Hubo más casos de accidentes laborales mortales en el Tomillo: en uno de ellos murió un joven de 16 años.

El Tomillo era para mucha gente de la ciudad un paraje un tanto exótico, hasta el punto de que una asociación excursionista organizó una marcha nocturna por el parque un sábado de junio de 1913. Los expedicionarios deberían ir provistos de desayuno pues la excursión duraría hasta las primeras horas del domingo.

En la cuesta del Tomillo, o carretera de Renedo, hubo ventorros y merenderos desde el siglo XIX. Uno de ellos, el Tomillo, que es el que más ha perdurado y que por tanto muchos lectores y lectoras recordarán, en 1946 se conocía como “ventorro” y en 1949, como “merendero”. También estaba el Tomillar, que en 1979 se anuncia como “figón el Tomillar”.

Del mesón El Tomillo podemos contar que en 1955 inauguró una bolera tipo montañés en la que se celebraron algunas competiciones importantes en las que participaban incluso aficionados venidos de fuera. Y en su carta presumía de ricos caldos del país (vino), sabroso queso y ristras de embutidos. Además, tenía un horno de asar a la vista de la clientela.

La Cuesta del Tomillo en los años 50 del siglo XX era un lugar al que acudían las familias para distraer en el campo sus ocios dominicales. Los lugares de Valladolid que se frecuentaban los domingos y festivos eran las riberas del Pisuerga, la Fuente de la Salud, las Arcas Reales, la fuente del Sol, y también el Tomillo. Aquellas formas de ocio fueron cambiando a medida que la gente fue adquiriendo un vehículo y se iba a lugares más alejados de Valladolid.

El Tomillo comenzó a entrar en declive en la década de 1970, pues ya se empieza a detectar la existencia de escombreras. Aún así, en las Ferias de 1978, la Peña Motoristas del Pisuerga organizó el I Trofeo San Mateo de motocrós categoría senior nacional. Poco tiempo después la misma peña organizaba cursillos de motocross en el mismo lugar.

No obstante ese declive del Tomillo, todavía había familias del barrio Belén que iban a pasar las tardes de verano, donde compartían tortilla de patata y vino con sus vecinos. Un recuerdo que aún perdura en la memoria de los entonces niños y niñas de Belén.

MOLINOS DE VIENTO

En prácticamente todos los ríos, arroyos y canales vallisoletanos hubo molinos movidos por el agua. Estos ingenios de piedra tuvieron las más variadas actividades. Por supuesto, para hacer harina del trigo, pero sus muelas, rodeznos, cárcavas y saetines sirvieron también para moler la rubia con que confeccionar el tinte rojo, hacer papel, elaborar aceite, o fabricar pólvora.

Y contra lo que pudiera parecer, no fueron pocos los molinos de viento que también se construyeron en Valladolid, especialmente al norte del Duero.

De los testigos que quedan de aquellos molinos, podemos decir que su silueta, de adobe, tapial o piedra, desvirtuada por el deterioro del tiempo y la lejanía de la época en que dejaron de funcionar, ha llevado a que con frecuencia se confundan con restos de alguna torre de observación o algo así. Pero no, fueron molinos con sus aspas. Algunos otros se transformaron en palomares, aunque sus paredes, estructura y la presencia próxima de la piedra de moler u otros instrumentos inconfundiblemente molineros, adviertan de que aquello fue, en su tiempo, un molino.

Casi todos los molinos que aún mantienen siquiera una leve traza están en el norte y oeste de Valladolid: en Tierra de Campos y bordes de Torozos. Solían construirse en lo alto de cerros y tesos, donde era más fácil aprovechar las veleidades del viento. En general, estos molinos no son tan grandes y espectaculares como los de cubo o los de aceña, pero son una exquisita muestra de la ingeniería y de la técnica constructiva.

No fue anecdótica la existencia de molinos de viento, sino de cierta importancia y para ello baste decir que el diccionario de Madoz recoge la existencia de tres molinos harineros de viento en Villalón de Campos, o que en Medina de Rioseco existe un pago conocido como “Molinos de viento”. De este municipio se conserva un grabado publicado en el Semanario Pintoresco
Español (Biblioteca Nacional de España),  en el que están dibujados dos molinos dominando una ladera próxima a la ciudad.

Todavía se pueden ver restos de molinos de viento, siquiera mínimamente reconocibles, en Aguilar de Campos, Barcial de la Loma, Cabreros del Monte, Castromembibre, Castromonte, Cuenca de Campos, Palazuelos de Vedija, Santa Eufemia del Arroyo, Valdunquillo, Villabrágima,  Villafrechós, y Villagarcía de Campos. Noticias hay de molinos ya completamente desaparecidos, además de los citados de Villalón y Medina de Rioseco, en Moral de la Reina, Rueda y Villardefrades.

Molino de Aguilar de Campos, restaurado dejando bien patente la construcción original en piedra y ladrillo, y la cubierta y aspas, de moderna construcción. Es de propiedad privada y se puede visitar concertando previamente

En Barcial de la Loma aún es reconocible un molino que se transformó en palomar, tal como atestigua la piedra de moler que está en el suelo junto al palomar

Restos de los dos molinos de Cabreros del Monte

Molino de Cuenca de Campos, Villafrechós y Villabrágima (transformado en palomar)

En Castromembibre, el Ayuntamiento ha reconstruido el molino, que se puede visitar y subir

Sobre los molinos de Valladolid en general, los investigadores Nicolás García Tapia y Carlos Carricajo Carbajo nos han legado un extraordinario libro.

UN PASEO ENTRE LA NATURALEZA Y LA HISTORIA: GR 14 SENDA DEL DUERO.

El Duero a su paso por la provincia de Valladolid recorre unos 140 kilómetro y eso es, más o menos, el número de kilómetros que suma la senda GR 14.

Hace como un año, la Federación de Deportes de Montaña, Escalada y Senderismo de Castilla y León deshomologó la Senda de Gran Recorrido del Duero catalogada como GR 14. Esta senda de 750 kilómetros recorre las provincias de Soria, Burgos, Valladolid, Zamora en Salamanca, pegada en su mayor parte a las orillas del Duero. La Federación de Montaña alegó falta de mantenimiento de la misma. En estos momentos la Junta de Castilla y León está tratando de buscar una solución para volver a homologarla.

En cualquier caso esto no quita para que la senda siga ahí, bien señalizada y por tanto abierta a cuantos quieran recorrerla. Bien es verdad que en algunos tramos la maleza se ha apoderado del sendero y eso lo hace incómodo para el caminante y casi imposible para su recorrido en bici. No es este el caso del tramo que vamos a recorrer, que es óptimo para hacerlo en bicicleta.

El verano va declinando y es un buen momento para recorrer algún tramo de este largo sendero que atraviesa Valladolid por completo.

En este caso propongo hacer el tramo de sendero que va a desembocar al embalse de San José, en el término de Castronuño, que es nuestra gran referencia de este río, al estar el embalse enclavado en el único Espacio Natural que tiene Valladolid y que se reparte entre los términos de Tordesillas, Pollos, Torrecilla de la Abadesa y Castronuño.

Se trata de un largo recorrido de unos 24 kilómetros que lo iniciamos desde Torrecilla de la Abadesa-

Es un recorrido que ofrece interesantes referencias históricas y arquitectónicas, así como recorrer el encinar más extenso de la provincia de Valladolid.

Pues ahí vamos, y repito que es muy apropiado para hacerlo en bicicleta.

Torrecilla de la Abadesa es uno de esos municipios que queda un tanto apartado de vías principales de comunicación, por lo que es necesario dirigirse expresamente a él. Un municipio pequeño pero que ofrece algunas referencias históricas y arquitectónicas muy interesantes. Su nombre de “Abadesa” se debe a que hasta el siglo XIX el caserío pertenecía al Real Monasterio de Santa Clara de Tordesillas y estaba regido, por tanto, por una abadesa. Tiene una iglesia del siglo XVI-XVII (en la imagen la entrada al municipio viniendo desde Tordesillas). Una antigua y extensa era, en la que todavía incluso se aprecia el empedrado, se alzan estas dos esbeltas y singulares casetas de era.

La senda discurre en paralelo al canal de Tordesillas, hasta el caserío de Torre de Duero. Los viñedos de esta finca forman parte de los vinos de la Denominación de Origen Rueda la más antigua de Castilla y León (1980). Las casas de las fincas se agrupan en torno a una ermita de estilo románico-mudéjar.

En este punto, inmediato al caserío de Torre Duero, el sendero se aparta bastante del río, hasta que lleguemos a la Dehesa de Cubillas.

El sendero se adentra en la Dehesa de Cubillas, una extensísima finca en el término de Castronuño. Se trata del encinar más extenso de Valladolid: de algo más de 3.000 hectáreas, en la que solo hay una pequeña parte dedicada al cultivo. En la travesía observaremos un vallado. Se trata de la finca de la Rinconada, dedicada por su propietario a la caza del ciervo y el jabalí. Eso hace del término de Castronuño que tenga la singularidad de disfrutar de la berrea entre los meses de septiembre y octubre: un profundo bramido producido por los ciervos que ofrece un auténtico espectáculo sonoro de la naturaleza.

La senda pasa junto al caserío de Cubillas. La noticia escrita más antigua que hay sobre este enclave se remonta al siglo XII: el rey Alfonso VIII saldó una deuda con la Orden de los Templarios dándoles esta propiedad. Aunque ahora Cubillas pueda parecer pequeña, sin embargo tuvo su importancia histórica e incluso estuvo amurallada, y jugó un papel en la Guerra Civil de Castilla (o Guerra de Sucesión) entre los Reyes Católicos por un lado, y Alfonso V de Portugal y el príncipe Juan de Portugal. Cubillas estaba del lado de los portugueses, aunque más tarde pasó a manos de los Reyes Católicos, que mandaron derribar sus murallas y destruir el castillo. Luego perteneció a la Iglesia y tras la Desamortización la compró el ilustre militar Narváez. En cuyas manos de sus herederos sigue.

De la senda del Duero parte un camino público que lleva al pico del Gurugú, una excursión que nos guardamos para otro momento, pues bien merece la pena, aunque solo sea por las extensas e impresionantes vistas que ofrece. De momento dejamos un testimonio gráfico del enclave y sus vistas.

Nuestro destino ya está cerca y nos lleva a la Reserva Natural de las Riberas de las Riberas de Castronuño- Vega del Duero. En la foto, tomada desde la Muela (ya en Castronuño), el camino que traemos viene por la derecha hasta atravesar el puente de la presa de San José que aparece al fondo de la imagen.

NOTA. En este mismo blog hay sendos artículos sobre Castronuño y el embalse:
“Castronuño, entre la historia y el paisaje”, y “Un paseo en torno al paraíso: embalse de Castronuño”

LORENZO DUQUE, LA HUELLA DEL CANTERO

“Valladolid la mirada curiosa” se toma un descanso hasta mediados de septiembre. Pero os dejo un artículo que anima a pasear por algunos rincones de la provincia, e incluso de la capital. Para ello propongo hacer un recorrido siguiendo las esculturas de Lorenzo Duque.

Lorenzo Duque nació en La Mudarra y vive en Laguna de Duero. Durante unos cuantos años compatibilizó su pasión por la escultura con el trabajo en una empresa de automoción, hasta que decidió dar el paso para dedicarse por entero a vivir del arte, que esa sí es una verdadera aventura. Cuenta él mismo que se recuerda de muy niño cogiendo las pastillas de jabón de su casa y haciendo figuras con ellas, pues, como es lógico, eran fácil de trabajar por su blandura. En la piedra se inició cuando tenía apenas unos treinta años.

Trabaja todos los materiales posibles: hierro, madera y piedra de diferentes calidades. Pero su preferida es la piedra del Alcor, pues no en vano nació en La Mudarra, población situada en el Monte de Torozos.

Duque es, salvo que mis datos me fallen, el escultor vallisoletano que más obra pública tiene repartida por municipios de Valladolid.

Lorenzo Duque también tiene obra en otros municipios de Castilla y León y España: la Senda de Ursi (Villabellaco –Palencia-), Páramo del Sil (León), Burgos, Santiago de Aravalle (Ávila), etc.

En general, las obras de Duque atienden a dejar testimonio de algún acontecimiento, un personaje o una referencia histórica. Y siempre detrás de cada obra suya hay un relato: nada está hecho al azar o por mera demostración estética. Ir a cada uno de los lugares donde se pueden encontrar sus obras nos aporta el plus de que además de contemplar su trabajo artístico, nos lleva a interesarnos por el personaje o el acontecimiento representados.

Así que propongo hacer un recorrido por varios municipios de la provincia siguiendo el rastro de sus esculturas.

Desde luego no debe intentar hacerse todo de un tirón, pues hay que disfrutar de un rato de paseo por el municipio y de visitar los lugares singulares que pueda haber en su entorno.

Lorenzo Duque delante de la entrada a su taller en Laguna de Duero.

Empezaremos el recorrido por la localidad donde reside y tiene su taller, al que ha bautizado con el nombre de Canis Lupus.

Son unas cuantas las esculturas que tiene en Laguna de Duero: El aire de los sueños (en la Casa de las Artes), un crucero en la plaza de la Iglesia, Homenaje a los donantes de Sangre (avenida de Madrid), Homenaje a todas las Comunidades (plaza de las Comunidades), Homenaje a Nelson Mandela, con la plaza que lleva su nombre, Homenaje a Francisco Pino (poeta) en la calle 6 de diciembre, Homenaje a Juan Manuel Sánchez (paseo de la Democracia) y varias esculturas de madera en el entorno del Lago. También ha participado en el grupo escultórico colectivo de Homenaje a los represaliados (avd. de Laguna).

Pero aquí dejamos testimonio gráfico de dos: los homenajes a Eleuterio Arribas, junto al Centro de Salud en la avd. de Laguna, y a Fernando Alonso en la plaza que lleva su nombre.

Eleuterio Arribas Santos (1907-1999) fue un popular y apreciado barbero, practicante y partero de Laguna que acudía donde lo necesitaran con su inseparable bicicleta. Y Fernando Alonso Alonso es un destacado y prolífico escritor burgalés de literatura infantil afincado en Madrid que durante muchos años ha colaborado desinteresadamente  con la biblioteca municipal de Laguna.

En la plaza Millán Santos, del barrio de las Delicias de Valladolid hay una escultura del que fue cura párroco de Santo Toribio de Mogrovejo que da nombre a la plaza. No me voy a detener en la historia de esta gran persona que falleció en 2002 y que ha dejado un indeleble recuerdo en Valladolid. Baste aquí decir de él que tanto se preocupó de incentivar la formación cultural y personal de la gente humilde del barrio como de atender sus obligaciones parroquiales. A los pies de la escultura una frase de Millán: “nada pedir, nada rechazar”. Por cierto, todo el altar de Santo Toribio está esculpido en piedra por Lorenzo. Y en los jardines del antiguo Hospital Viejo, actuales de pendencias de la Diputación, hay una escultura titulada Torozos.

Een la plaza de Baden Powell, Parque Alameda, hay una pieza suya que se instaló en 2012: se trata de un homenaje al personaje que da nombre a la plaza, el militar británico fundador de los Boys Scouts.

Delante de la puerta de la iglesia de Cabezón de Pisuerga, una escena del Nacimiento de Jesús, lleva la firma de Lorenzo.

En la Casa de Cultura de Villanubla se puede ver un bajo relieve representando una escena del Paloteo, una danza tradicional de este municipio.

Lorenzo no está nada satisfecho de esta representación del rey Wamba en una pequeña glorieta que da acceso al municipio de mismo nombre. Circunstancias no demasiado agradables ajenas por completo a él le condujeron a tener que terminarla deprisa y corriendo para que estuviera lista el día de la inauguración de las obras (julio de 2009) del pueblo que llevaban aparejada esta pieza escultórica: “No me reconozco en ella”, comenta Lorenzo. Pero ahí está y siempre merece la pena visitar Wamba, por muchos motivos.

Hacia la mitad de la calle principal de La Santa Espina, se encuentra esta escultura. La obra la realizó en 2007  durante los actos conmemorativos del 50 aniversario del pueblo como homenaje a los primeros pobladores. La materia prima con que está realizada es piedra de los montes Torozos, la preferida por Lorenzo.

En Villalar de los Comuneros, Lorenzo ha dejado un conjunto de esculturas en troncos secos de árboles. Están junto a la piscina, en un agradable parque en el que se ha creado un Centro de Interpretación de Villalar de los Comuneros. Y también en Villalar, en la plaza del monolito, se han instalado en el suelo unos redondeles siguiendo el modelo de los «roeles» del escudo de Medina del Campo, en los que se recuerda de personajes de la historia de España. Están hechos por Lorenzo.

El paseo del Arte de Serrada, que comienza a la salida del municipio, junto a las piscinas, termina en la plaza del Milenio, con una obra de  Lorenzo Duque. Y sin salir de la localidad, en la plaza del Rollo, un grupo escultórico titulado Encadenados: ha desaparecido la acacia con representaciones de duros trabajos tradicionales con los que la gente se ganaba la vida, a la que  un perro y una familia estaban encadenados. Y detrás del interesante frontón del municipio – junto a la iglesia-: Nuestro pueblo, con versos de dos poetas serradeños: César Medina y Chencho.

Lagarejo, y Vendimiador son dos piezas instaladas en el municipio de La Seca, municipio muy vinculado al vino. Es más, donde nunca se perdió el cultivo de la famosa uva verdeja, con la que se elaboran excelentes vinos blancos. Piedra de Campaspero.

Algún monolito tiene Lorenzo que le encargaron para conmemorar la inauguración de algún tramo de carretera. Pero de entre todos el que sin duda tiene mayor interés es el que hay en el área recreativa de San Miguel del Arroyo. Hecho en piedra de Campaspero, se instaló en 2006 al tiempo de inaugurar un tramo de la llamada autovía de Pinares que une Valladolid con Segovia. La obra escultórica representa la fachada de San Pablo de Valladolid y el acueducto de Segovia. Llama la atención el detalle de que Lorenzo incluyera en el mapa de Castilla y León el condado de Treviño, cosa que casi nunca se representa cuando se perfila el contorno de esta Comunidad Autónoma.

En Campaspero, un dolmen a la entrada del municipio anuncia que estamos en territorio donde la piedra es una riqueza del pueblo, y en el Museo de la Piedra, una escultura homenajea a los canteros. Ambas tienen la firma de Lorenzo Duque.

En el yacimiento arqueológico vacceo Pintia, ubicado en Padilla de Duero, esta escultura titulada El señor de la bellota, es una especie de guardián para ahuyentar a los que tratan de expoliar el patrimonio.

En su taller guarda numerosa obra de menor tamaño, en la que aborda variados temas, como las dos piezas que mostramos a continuación: un Thor, dios del trueno, y una Esfinge, hecha en en cuarcita multicolor:

Y esta pieza, inspirada en la Venus, y realizada en piedra rosa de Sepúlveda, es la primera que hizo en su vida que ya se pudiera mostrar al público. Se la compraron en una exposición de Medina de Rioseco, hace unos cuarenta años. Con el paso de los años se colocó en el vestíbulo del Teatro Principal -María Luisa Ponte-, de esa localidad: