LA ARMEDILLA, EN UN BELLO PARAJE

En torno a la Armedilla se puede dar un paseo con espléndidas vistas, acogedora soledad y unas magníficas ruinas del monasterio jerónimo que pugnan por salir de su olvido y abandono.

 En lo alto del valle de Vadillana o Valdecas, entre los siglos XV y XVI, se fue construyendo el conjunto de edificios del Monasterio de Santa María de la Armedilla, entre los que llegó a haber un palacete de la dinastía de Alburquerque, cuya cabeza fue Beltrán de la Cueva, señor de Cuéllar e importante personaje de la historia de España.

El lugar que ocupa el monasterio no es el resultado de la casualidad: los jerónimos son  una orden de oración y, por tanto, buscaban lugares apartados. Pero, además, lugares que ofrecieran buenas condiciones para el sustento de la comunidad. En este caso se trata de un lugar con abundante agua (se conserva un arca madre del siglo XV), buenas tierras de labor (el valle, regado por numerosos manantiales y el arroyo Valdecascón –por eso al valle también se le conoce con este nombre-), y en una cañada. Pero, además, no demasiado alejado de una población importante, como era Cuéllar.

De que el valle era lugar feraz y muy bueno para el pasto dan prueba los numerosos conflictos que se produjeron entre Cuéllar y Peñafiel por el uso y control de este territorio. Hasta que Fernando de Antequera mandó delimitar los territorios mediante mojones que aún se conservan, tanto en el campo como en diversos lugares (iglesia de Cogeces del Monte, por ejemplo),  lo que no significó que cesaran por completo los pleitos.

Este enclave se encuentra en la carretera que conduce de Quintanilla de Onésimo hacia Cogeces del Monte que, desde Quintanilla, está en dirección a Cuéllar. Está declarado Bien de Interés Cultural por la Junta de Castilla y León.

Más, lo mejor es comenzar nuestro paseo según vamos comentando detalles de este monasterio y su historia.

 

Fernando de Antequera, que fue el gran príncipe de Castilla  y más tarde erigido en Fernando I de Aragón, casado, además, con Leonor Urraca, una “ricahembra” –como así se llamaba a las mujeres importantes y adineradas-,  invitó a los jerónimos de la Mejorada (Olmedo), del que era protector, a que se establecieran en la Armedilla. Formalizaron la cesión del terreno en 1402, aunque parece que ya llevaban un tiempo establecidos en la ermita.

 

Chozo de los Pedrines, de centenaria construcción, tiene algo más de seis metros de altura y llegó a disponer de dos corrales. Se puede ver en el horizonte, fijándonos en el borde del páramo al otro lado del valle que se aprecia en la otra imágen, en la que se ven restos de la cerca de piedra que cerraba las propiedades del monasterio.

 

 

Restos de la iglesia. La evolución de la Armedilla a partir de los jerónimos es bien conocida y documentada. Groso modo: sabemos que ya existía la cueva-ermita, dependencia del ermitaño,  algún rústico albergue de peregrinos,  y una granja.  Lo primero que  construyen los jerónimos es  una pequeña iglesia y refectorio encima de la cueva, y esta se reconvierte en cripta. Luego un claustro. Algunas dependencias para los jornaleros, aunque la mayoría de estos habitaban en la Casería, ahora un despoblado próximo al monasterio. Se levanta una cerca que acota toda la propiedad del monasterio que, entre otras cosas disponía de un molino en el Valdecascón, palomar, colmenar, huerta,  tierras de labranza y viñedos.

 

En el siglo XVI se levantó la nueva iglesia y una nueva entrada al conjunto monacal, con su portería. En la iglesia  se entronizó a la virgen y de esta manera se evitó  el trasiego de peregrinos por la zona reservada a los monjes. Además, los Alburquerque de Cuéllar construyeron algunas dependencias para su uso personal, incluyendo una notable bodega. Detalle del ábside de la iglesia.

 

 La consolidación de  este lugar sagrado se debe a la existencia de una ermita rupestre de la que se  tiene noticias al menos desde el siglo XII. Es el caso que,  como todos estos lugares, la realidad y la leyenda se funden hasta formar un todo único. Hablamos del siglo XII, cuando comienza una auténtica fiebre descubridora de vírgenes en cuevas y fuentes.  La ermita reúne ambos requisitos: la imagen de la virgen románica se “descubre” –por los “típicos” pastores-  en una cueva que disponía de un caudaloso manantial. A partir de esto comienzan peregrinaciones y se termina por acondicionar la cueva, construir un albergue para peregrinos  y poner un ermitaño que  cuide el lugar. Estamos, seguramente,  ante el típico ejemplo de cristianización de un espacio rupestre con posibles antecedentes culturales paganos, a los que se añaden otros intereses territoriales  o económicos  para la explotación del solar.

 

 

Bodega de los Duques de Alburquerque, bajo su palacio.

 

Arca Madre, del siglo XV. La existencia y canalización del agua fue fundamental para el desenvolvimiento del monasterio.

 

El altar de la pradera está sustentado sobre dos mojones del siglo XV que sirvieron para delimitar las propiedades del Duque de Antequera y terminar con las disputas territoriales entre Cuéllar y Peñafiel.

 

Interesante detalle del esgrafiado que decoraba las paredes de la fachada de la iglesia que, como se puede apreciar, en su día estuvieron revocadas y decoradas.

 

El escudo de los duques de Alburquerque preside la espadaña.

 

 La Desamortización de Mendizábal fue el principio del fin del monasterio. Las piedras de los edificios se vendían al peso y el patrimonio inmobiliario sufrió el expolio. No obstante, algunos objetos pudieron salvarse. ¿Donde se encuentran? La Virgen, en la iglesia de Cogeces del Monte; la portada de la iglesia en la Casa de Cervantes en Valladolid; el tímpano de la portada en Museo de Arte Spencer (Universidad de Kansas); las campanas, en Segovia;  en Riaza, el retablo (con representaciones de la vida de san Jerónimo); en Cuéllar, la platería; en Museo del Prado, diversos cuadros; y la sillería se ha troceado entre Rueda, Museo Nacional de Escultura de Valladolid y Museo del Louvre de París. Incluso el molino que había en el valle se desmontó y reinstaló en Quintanilla de Onésimo. (La imagen del la virgen está tomada del blog Ermitiella).

 

Aspecto de la puerta de la iglesia, instalada en la Casa de Cervantes en 1925, e imágenes de su evolución. 

 

El tímpano (Llantos sobre Cristo muerto) que coronaba la puerta  de la iglesia lo descubrió una investigadora de los Estados Unidos de Norteamérica. Pieza que después de pasar por las manos de la familia Gehry,  terminó en el Museo de Arte Spencer, como ya se ha dicho.

 

Los fines de semana se hacen visitas guiadas y también se pueden concertar a través del blog Asociación de Amigos de la Armedilla, que son el alma mater de la consolidación y protección del monasterio. En la capilla que del prado, construida hace apenas cuatro décadas, hay unos interesantes murales que explican la historia del monasterio: en la imagen, la arqueóloga Mariché Escribano durante una visita guiada.

 

La visita a la armedilla se puede completar  una visita al  parque temático de los chozos, un paseo por Cogeces,  y los museos de minerales y  etnográfico de Orrasco.  En este blog se  puede ver un paseo por Cogeces y un reportaje sobre el Museo de Minerales. Llegar al parque etnográfico de los chozos (que está el tramo de carretera entre el monasterio y Cogeces) es muy sencillo: una vez que salimos de la carretera para coger el camino (está señalizado), tomamos el primero a la izquierda y luego el siguiente a la derecha hasta llegar a un pinarcillo.

 

NOTA: Este artículo ha sido posible gracias a  las excelentes explicaciones de Mariché Escribano y sus entradas sobre el tema en su blog ERMITIELLA); y el artículo de Roberto Losa (En torno a los orígenes del monasterio de Santa María del Armedilla), arqueólogo que participó en los trabajos de documentación y excavación del lugar. El artículo está editado en Estudios del Patrimonio Cultural. No obstante hay más autores que han abordado la historia del monasterio.

 

AVISO: El blog va a descansar hasta septiembre, igual que el programa Velay, que hago todos los martes en el programa de Valladolid en la Onda, de Onda Cero. No obstante la próxima semana colgaré algunas sugerencias para disfrutar este verano. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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