En 1618 ya corría el agua de la traída de Argales en la fuente que se levantó en la plaza de la Espadería, o de Guarnicioneros, o de la Gallinería Vieja, que de todas estas formas se conocía la que terminaría llamándose plaza de la Fuente Dorada, nombre que definitivamente se acordó en 1863.

Es decir, este año 2018 es el cuarto centenario de la existencia de esta popular e histórica fuente de Valladolid.

La presencia de fuentes en el interior de la ciudad trajo grandes ventajas y beneficios a la comunidad: sirvió  para el consumo de boca y para cocinar los alimentos. También fue muy útil para la higiene de las personas y facilitó las tareas domésticas consustanciales al abastecimiento de agua y lavado de ropa. Favoreció las actividades económicas y artesanales, y permitió apagar incendios (muy frecuentes en aquellas épocas) con mayor eficacia.

Las obras  fueron muy costosas y complicadas, pues no era cosa pequeña coger agua a más de 6 kilómetros de distancia y hacerla llegar hasta la fuente solo mediante gravedad con un escaso desnivel, por lo que Juan de Herrera hizo una auténtica proeza. De hecho, la traía de las aguas de Argales hasta Valladolid se ha calificado como una de las obras de ingeniería más importantes del Renacimiento español. Producto de aquellas obras son las famosas y conocidas Arcas Reales.

 

La construcción de la fuente Dorada y la que se erigió después en Rinconada fue el resultado de un proyecto que, en realidad, se había quedado muy corto respecto de las expectativas del Concejo que en el año 1603 había acordado que el agua llegara,  al menos, a otras seis plazas más. En la imagen se refleja el proyecto al que aspiró el Ayuntamiento en el siglo XVII. Pero no pudo ser, por razones económicas. ¿Cómo era la primera fuente que se construyó en 1618?  No hay ningún plano ni dibujo, pero por algunas descripciones podemos deducir que la fuente tenía bolas y pedestales, con antepechos de hierro, una gran taza octogonal y varias escaleras, y estaba rematada por una bola con una aguja de bronce (dorado). De ahí su tradicional nombre de Fuente Dorada. La imagen está tomada del libro que sobre las Arcas Reales coordinó Carlos Carricajo.

 

Unos cien años después los adornos se cambiaron por unos delfines de piedra, y encima un tiesto de flores bajo una estatua representando la primavera, muy dorada. También tenía bolas y pedestales. Por las crónicas de la época conocemos que un muchacho le rompió la cabeza de una pedrada y que el pueblo comenzó a llamarla “fuente de la primavera sin cabeza”. Acompañamos el artículo con un fotomontaje de Alberto García (a petición mía) de cómo podría haber sido esa fuente si aún hoy existiera. Con el paso de los años la estatua de la primavera se sustituyó por una tinaja o jarrón, sin que se pueda saber en qué año ocurrió aquello.

 

En 1840 nos encontramos ante una reforma de la fuente para colocar la estatua del dios Apolo sobre un pedestal. De esta fuente sí tenemos una fotografía de la época que localizó casualmente  el catedrático de Historia el Arte Jesús Urrea. La fuente también tuvo adornos dorados. Tenía un pilón ochavado y estaba rodeada de un zócalo de piedra y un enverjado con ocho remates de bronce. Para el pedestal se utilizó piedra de la torre de la Catedral que poco antes se había hundido. Como tantas cosas, en principio intrascendentes, que acometía la corporación, no fue asunto sencillo tomar la decisión sobre su colocación y, así, se anduvo en informes y cavilaciones sobre la orientación que debía tener la escultura: ¿debería mirar hacia la calle Orates, es decir hacia la Catedral, o debería orientarse hacia la plaza Mayor? Para ello se emitieron sendos informes: uno del arquitecto municipal, y otro del pintor Pedro González de cuyo taller, sin que se sepa muy bien porqué (¿esculpida o restaurada por él?) salió la escultura para instalarse en el pedestal. Ambos coincidieron en que debía orientarse hacia la calle de Orates, tanto porque es la que da la perspectiva más larga para ver la escultura, como porque, según el pintor, al representar al dios del sol, debería orientarse hacia el Este, lugar por donde amanece el astro rey. La foto original  tiene el siguiente pie: “La fuente del dios Apolo en la plaza de Fuente Dorada hacia 1857, por Gaudin. Foto colec. C. González”.

 

Esta fuente se desmontó en 1876 y se sustituyó, sucesivamente, por  cubos de piedra y, luego, de hierro (según años), con una farola encima. Que fuera una fuente de sencilla factura no significa que los ediles no se preocuparan por ella, pues incluso el tipo de farolas que se pusieron en ella dio origen a más de un debate en el pleno del Ayuntamiento.  Así, los concejales se emplearon a fondo en julio de 1897 para debatir si la fuente, en vez de disponer una columna de tres farolas, tal como proponía el dictamen de la comisión, debía ser de una sola farola, de las llamadas cuatro de septiembre. Pero aún más, un concejal propuso que ni farola de una luminaria ni de tres, sino que se colocara una de cinco. Sometido tan “importante” asunto a votación, ganó el dictamen de la comisión… es decir que el cubo de la plaza de Fuente Dorada lució una farola de tres luminarias. No obstante, no fue este un asunto que quedara grabado a fuego para la eternidad, pues como se aprecia en las fotos de época, la fuente  sustentó diversos tipos de farolas. Pero es que el afán de perfilar los detalles por parte de los munícipes no tenía límites, dado que  el debate también se extendió a sobre si la piedra a emplear en la nueva fuente debía ser de las canteras de Campaspero,  de Villanubla… o de granito. A pesar de que Valladolid ya se estaba abasteciendo con el agua del Canal del Duero, el Ayuntamiento decidió que la fuente Dorada, así como la de Rinconada,  siguiera surtiéndose de las aguas de la traída de Argales.

 

Y llegamos a 1948, año en el que el Ayuntamiento retoma la idea de que la Fuente Dorada tuviera algún adorno. Para ello nada mejor que aprovechar la donación de una estatua que hasta entonces estaba ubicada en el Palacio del Marqués de Casa Pombo (más conocido como palacio de Villena). Una estatua que se mandó pintar con purpurina: de ahí la sorna popular que hizo que acabara  conociéndose como Don Purpurino. Apodo que ha quedado para la historia y en el que nos reconocemos cuando hablamos de aquella estatua de bronce. La escultura se inauguró en 1949, en medio de un estanque con peces de colores, pero no contó con la simpatía popular.

 

¿Porqué no contó con las simpatías del público? Veamos. Según se mirara desde cierta perspectiva, el “Purpurino” parecía estar sujetándose el pene, que no era sino un pergamino que portaba en su mano izquierda a la altura de la cintura. Por otro lado no se sabía a ciencia cierta de que personaje se trataba:  ¿un dios Hermes, un azteca, un mensajero…? En El Norte de Castilla se publicó lo siguiente: “Ayer fue descubierta, previa una mano de deleznable purpurina, la estatua que corona la fuente Dorada”, y sigue: “Un impaciente que ayer nos escribía llamaba a esta figura “el fantasma del saco”, debido a que su capa parecía la tela de un saco.

 

Total, que en 1953 (cuatro años después de su inauguración) el Ayuntamiento terminó por desmontar el Purpurino, donarle al pueblo de Tamariz de Campos, donde ahí sigue, y poner una esbelta columna que se remataba con cuatro farolas de hierro fundido, permaneciendo igual el estanque y graderío que rodeaba los surtidores. La fuente se desplazó de sitio y se ubicó a un lado, para facilitar el tráfico de coches y el aparcamiento. La foto es de Cacho.

 

Aquella gran fuente se desmontó en la década de 1970 y la famosa Fuente Dorada quedó reducida a un mísero cubo de piedra en un rincón de la plaza. Ahora, la columna y sus farolas están en la plaza de La Trinidad, delante de la biblioteca de la Junta de Castilla y León (o de la iglesia de San Nicolás).

 

Hasta que en 1998,  tras la profunda remodelación que se hizo  en la plaza, volvimos a tener la fuente monumental que actualmente vemos. Se debe al arquitecto, ya fallecido, Fernando González Poncio, que fue quien firmó la remodelación de la plaza e incluyó, por iniciativa propia,  la erección de esta fuente. El diseño ha tratado de representar una especie de resumen histórico de la misma: la bola dorada que adornó la fuente en su primera traza; el pilón ochavado que tuvo en ocasiones; figuras y mascarones que con frecuencia adornaban la fuente; un relato y representación de los oficios y actividades que a lo largo de los siglos hubo en sus inmediaciones. Los adornos incluyen una mujer con el cántaro, pues es la principal protagonista en el abastecimiento de agua a los hogares.

 

Los cuatro mascarones por los que  mana el agua representan las estaciones del año: comienza por la primavera, que mira hacia la calle Teresa Gil, y siguen hacia la derecha el verano, el otoño  y el invierno.  La cara de la primavera es un rostro joven, que va envejeciendo notablemente según discurren las estaciones del año. . Estos mascarones también representan las estaciones en el adorno que aparece en sus cuellos: los frutos de la primavera… las mieses del verano… las uvas del otoño… y las bellotas del invierno. Y, por último, la fuente esconde un pequeño secreto: el nombre de su escultor, el citado González Poncio, que está grabado bajo el mascarón de la primavera que, como se ha  dicho, mira hacia la calle Teresa Gil,  donde el ya fallecido arquitecto vivió algunos años. Esta leyenda difícilmente se lee cuando la piedra está mojada, por lo que si se quiere ver con claridad hay que madrugar un poco, antes de que comience a fluir el agua desde los caños.

7 comentarios en “FUENTE DORADA: DESDE HACE 400 AÑOS

  1. ¡Qué interesante! ¡Gracias por todo la información y lo bien explicado que está! Solo te pediría que leyeras de nuevo el texto y corrigieras unos pequeños errores gramaticales que se han colado. Seguramente, porque tenías intención de decir la frase de una manera pero al final elegiste otra y se han mezclado dos estructuras gramaticales diferentes.
    También algún error tipográfico, como una coma con espacio a ambos lados.
    De esta manera, el texto te quedará perfecto y ¡dará gusto leerlo!
    ¡Un cordial saludo!

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