DOS PUENTES SINGULARES

TAN DISTINTOS COMO INTERESANTES

Uno, de acero vasco construido en el siglo XIX, el del Empecinado, soporta las vías de la abandonada línea de Ariza;  el otro, de hormigón y moderno diseño, permite que el Canal de Riaza salve el cauce del  Duero.

En Bocos de Duero,  junto a un viejo molino  ya en desuso, y pasando por el cementerio, vamos a coger la orilla del Canal de Riaza. Podemos llevar cualquier camino: junto al canal, o derivando un tanto hacia la derecha. En cualquier caso disfrutaremos de las vegas feraces del Duero, que se reputan como las mejores de toda la provincia, enriquecidas  a base de los limos y arenas depositados por las milenarias avenidas del río.

No tardando mucho, se verá el arruinado apeadero de Bocos de la línea ferroviaria Valladolid-Ariza. En este punto ya no hay más que seguir junto a la vía, que  terminará por llevarnos hasta al puente del Empecinado.

El puente metálico  del Empecinado  tiene una longitud de poco más de 61 metros; perfectamente perpendicular al cauce del río, técnicamente responde a una estructura tipo Pratt, que consiste en que las dos vigas que sostienen el puente se unen por la parte superior formando una especie de galería. De momento está transitable.

Contemplar esta singular estructura de acero y caminar sobre ella, produce emoción, pues estamos ante una obra de ingeniería de finales del siglo XIX que merece ser destacada para sacarla del olvido y la indiferencia. Un puente, como los otros de la misma línea ferroviaria,  diseñado por Seyring, que trabajó con Eiffel, y también autor del puente de don Luis,  referencia turística de Oporto.

Pero, casualidades de la vida, muy próximo al puente de acero del Empecinado, hay otro puente ciertamente curioso. De hormigón en la parte construida para el paso de personas, bajo  un arco de chapa pintado de amarillo,  formado por dos tubos de 1 metro de diámetro cada uno, arriostrados entre sí,  por cuyo interior  el agua del Canal de Riaza salva los 70 metros del vano que forma el río en este punto. El canal continúa por la provincia vallisoletana hasta desembocar en el Duero un poco más allá de  Olivares. Es, realmente un puente muy llamativo,  al que se llega, desde donde estamos, en escasos minutos, aunque no haya camino alguno y sea necesario sortear las tierras de cultivo.

El retorno hacia Bocos se hace siguiendo, ya sin dejarlo, el cauce del canal. En total, unas dos horas para un paseo verdaderamente interesante.