LOS PULMONES DE LA CIUDAD

Hablamos de esos lugares para pasear o que frecuentamos en nuestra vida cotidiana. Según el Plan General de Ordenación Urbana de Valladolid (PGOU), el término municipal tiene catalogado como Patrimonio Natural, es decir, muy resumidamente, espacios libres no construidos dedicados a tierras de cultivo, monte, plazas, jardines, arbolado, riberas, etc. cuya superficie en el plano suma unas 11.200 ha. que, traducido a un espacio más o menos identificable, equivale a 11.200 terrenos de juego de un estadio de fútbol. Hablamos, por tanto de 112 millones de metros cuadrados. La mitad de esta extensión la ocupan los pinares de Esparragal y Antequera (algo menos de 2.000 ha.) y el enorme terreno de Navabuena (donde está el Centro Penitenciario) que dedica buena parte de sus 5.000 ha. a tierras de cultivo y monte.

Fuente el Sol

Los espacios verdes más inmediatos a los barrios (como el Tomillar, Fuente el Sol o las Contiendas –por poner algunos ejemplos-),  y las plazas y tramos de riberas en el interior del casco urbano (plaza Circular, parque Ribera de Castilla o  Campo Grande –entre otros muchos espacios-), suman una superficie arbolada o ajardinada de poco más de 560 ha.  que mantienen el Servicio de Parques y Jardines del Ayuntamiento, lo que  nos dice que cada habitante de Valladolid toca a casi  19 metros cuadrados de superficie verde: esa que buscamos para pasear o por la que simplemente transitamos en nuestros quehaceres diarios.

Plaza Circular

Hablamos, por tanto, de una superficie muy por encima de lo que recomienda la Organización Mundial de la Salud –OMS- (que por otro lado tampoco es un dechado de precisión, pues indica que una ciudad saludable es aquella que tiene entre 10 y 15 metros cuadrados de superficie verde por ciudadano).

Parque Ribera de Castilla

Y como estamos hablando de zona verde recomendada por la OMS, este organismo también habla del arbolado aconsejable, e indica que hace falta al menos un árbol cada tres habitantes. Pues bien, volviendo a solo lo que mantiene Parques y Jardines (y descontados por tanto los extensos pinares), Valladolid dispone de unos 90.000 árboles, lo que hace que la ciudad esté dentro de los parámetros saludables del citado organismo mundial: estamos considerando, por redondear, al alza, 300.000 habitantes.

Plaza de la Universidad

Mas, Valladolid tiene un privilegio que no entra en estas contabilidades, cual es disponer de los pinares y encinares del sur del término municipal: los citados de Antequera y Esparragal, y el Monte Blanco. Superficies que si se tuvieran en consideración  para medir la calidad ambiental de la que hablamos multiplicaríamos por mucho nuestra disponibilidad de metros cuadrados “verdes”. Pues estos pinares no solo están rodeando un barrio, como Puente Duero, sino que son una zona habitual de esparcimiento de la gente.

Tejo del pasaje del Voluntariado Social

Por cierto,  el PGOU ha elaborado un listado de 35 árboles singulares por su edad, rareza o tamaño que adquieren la condición de “monumento”. Y casi todos los tenemos bien cerca: un pino de la plaza de la Universidad, un cedro en la plaza de San Pablo, un tejo en la plaza del Viejo Coso o el gran secuoya que sobresale en el tramo final del Canal de Castilla, por no citar unos cuantos que hay en nuestro gran parque urbano cual es el Campo Grande.

ENCLAVES VALLISOLETANOS

El debate sobre competencias y organización de la llamada “desescalada” que conduzca a un futuro de fecha incierta en la que podamos decir que la vida vuelve a ser como la que teníamos antes de la Declaración de Alarma decretada el 14 de marzo, me ha llevado a remirar el mapa de la provincia de Valladolid, pues buena parte del modelo de vuelta a la normalidad está asentando en los límites provinciales o  municipales… o en Zonas Básicas de Salud. Es decir, en el territorio.

Si nos fijamos en el territorio veremos que no es una “cosa” tan precisa y compacta como pudiera parecer, pues hay curiosas excepcionalidades, de las que Valladolid tiene un puñado de ejemplos.

En España son unos veinticinco los enclaves que están fuera de los límites autonómicos o provinciales, y también  hay términos municipales que son titulares de territorio exógeno a sus límites, pero dentro de la provincia.

De esos 22 enclaves españoles, dos de ellos se refieren a Valladolid: la dehesa de San Llorente, que depende de Mayorga aunque en territorio leonés; y los municipios de Roales de Campos y Quintanilla del Molar, rodeados de tierra zamorana y leonesa.

Más dentro de la provincia, se localizan cerca de una veintena de tierras que están fuera del término municipal al que pertenecen.

No obstante, antes de entrar con algún detalle en algunos de estos casos, bueno es dar una pincelada de las posibles causas de estas singularidades.

Para hacernos una idea rápida hay que decir que el mapa de las provincias no terminó de consolidarse hasta finales de la década de 1830, a raíz del famoso Real Decreto de Javier de Burgos del año 1833: era el ministro de Fomento. Hasta entonces, aunque ya existía la administración provincial, y las diputaciones creadas por las Cortes de Cádiz en 1813, el territorio provincial no era ni parecido a lo que ahora conocemos.

Para ir ciñéndonos a Valladolid, acudamos a lo que relata Antonio Sánchez del Barrio en su artículo La provincia de Valladolid, historia abreviada de su territorio, en el queen nos ilustra indicando que en el último tercio del siglo XVIII lo que caracterizaba a la provincia de Valladolid era la irregularidad de sus límites, de tal manera que el 45 % de su superficie se localizaba en enclaves dispersos. Solo las provincias de Toro y Madrid de aquella época superaban la dispersión territorial de Valladolid.

Aquello era debido a que la mayor parte de los territorios españoles estaban bajo jurisdicción eclesial, estaban sujetos a obligaciones  tributarias de otras poblaciones, o eran  propiedad de unos u otros señoríos. Por ejemplo, casi todo el Valle del Esgueva y el  del Jaramiel dependían del arzobispado de Palencia y formaban parte de la comarca palentina del Cerrato.

El territorio provincial  predecesor del actual estaba formada por dos ciudades, amén de villas, lugares, aldeas, granjas y cotos hasta sumar 528 nombres a los que añadir 87 despoblados. En la actualidad Valladolid lo forman 225 municipios y 9 pedanías, amén de un buen puñado de despoblados.

Contado esto, veamos algunas imágenes con las que ilustrar este relato.

Mapa actual de la provincia de Valladolid: en la parte de arriba debería estar grafiada la dehesa de San Llorente, y a la izquierda se ve perfectamente la isla formada por los municipios de Roales de Campos y Quintanilla del Molar.

Mapa de la provincia en 1779. En rojo se dibujan perfiles de territorios inconexos entre sí. Y este mismo mapa, puesto en forma de plano de superficie en el año 1803 nos da idea cabal de cómo era aquella provincia.

Volvamos a los enclaves actuales. Vemos en la parte alta la Dehesa de San Llorente, perteneciente a Mayorga está completamente rodeada por la provincia de León. La Dehesa está despoblada y tiene una extensión próxima a las 11 ha. Está atravesada por el arroyo del Valle, y más que dehesa (algunas encinas conserva) está dedicada a tierras de cultivo. En 2014 el Ayuntamiento señaló una ruta ornitológica para disfrute de propios y forasteros. La imagen está tomada del blog “Valladolid, rutas y paisajes”.

Bodegas de Roales de Campos, lo que nos da idea de un pasado vitivinícola, e iglesia de Quintanilla del Molar. Dos pequeños municipios de Tierra de Campos que apenas suman algo más de dos centenares de habitantes, pero que no carecen de historia y patrimonio. Fotos obtenidas de las respectivas páginas oficiales de sendos Ayuntamientos.

Decíamos que en la provincia hay una veintena de enclaves que perteneciendo a un municipio están fuera de su término. De entre ellos destacamos los dos de la ciudad de Valladolid: Navabuena y el Rebollar, que aparecen dibujados en el plano oficial del Plan General de Ordenación Urbana (PGOU). Navabuena es el situado más al norte y el Rebollar el que está hacia el oeste de la ciudad.

Navabuena, grafiado con el número 3 en el mapa del Ministerio de Agricultura y Alimentación, es un espacio natural de 4.973 ha. en el que hay varias fincas y donde está el Centro Penitenciario de Valladolid, ese mal llamado “de Villanubla”.  Esta foto, así como las del Rebollar están obtenidas del PGOU de Valladolid.

El Campo de Tiro “Faustino Alonso”,  gestionado por la Federación de Tiro Olímpico de Castilla y León, y la de Caza está ubicado en la finca del Rebollar, entre los términos de Ciguñuela, Robladillo y Geria. En el mapa aparece identificada con el número 9. Esta propiedad del municipio de Valladolid ocupa una extensión de 396 ha. En ella hay una de esas construcciones singulares del ámbito rural consistente en un antiguo pozo cubierto acompañado de un pilón previsto para abrevar el ganado ovino.

PEDRO EL REGALADO, HIJO DE MARÍA DE LA COSTANILLA

El 13 de mayo es la festividad de San Pedro Regalado, patrón de Valladolid. Hasta su elección en el siglo XVIII como protector de la ciudad, era San Miguel arcángel el encargado de velar por los hombres y mujeres que habitaban la antigua ciudad cortesana.

Corría el año de 1746. La ciudad, aquel año,  celebró con enorme entusiasmo la noticia del primer vallisoletano que había  subido a los altares. La fiesta duró varios días y cuentan las crónicas que fue una auténtica locura popular. No faltó de nada: fuegos artificiales, grandes hogueras, corridas de toros,  hubo extraordinarios actos litúrgicos, impresionantes comitivas de gremios y cofradías, desfile de bandas de música,  y no faltaron bailes al son de las chirimías. La ciudad toda era una fiesta. Incluso se hizo una consulta popular para ver si la gente le quería como patrono, con una masiva respuesta afirmativa.

Pero ¿quién era ese tal Pedro? Pedro Regalado nació en Valladolid en 1390 –fecha, en cualquier caso no muy fiable-,  y falleció, ya en olor de santidad,  en La Aguilera en marzo de 1456. Sabemos ahora que venía de una familia de judíos conversos.

Su padre se llamaba Pedro  (y apellidaba Regalado) y a su madre (que quedó viuda siendo aún  joven)  María, como casi todas las mujeres entonces (y casi hasta hoy mismo), la conocían como la Regalada o, también, como María de la Costanilla (por la calle donde vivía), actual de la Platería y donde nació Pedro. A Pedro, ya clérigo, en algún documento se le anota como Pedro de la Regalada, o Pedro de la Costanilla, o Pedro de la Costanilla y Regalado, o incluso Periquillo de Valladolid… o fray Pedro de Valladolid y, una vez muerto, mucha gente lo citaba como “el Santo Regalado”.

No es mucho lo que se conoce de su vida.  Cuando contaba 13 o 14 años entra en el Convento de San Francisco, muy próximo a su casa natal. A los 22 años fue nombrado sacerdote. Estuvo al frente de los conventos franciscanos de La Aguilera (Burgos), y el Abrojo (Laguna de Duero). Conventos con reglas de observancia muy rigurosas en los que la oración, meditación y ayuno severo se sumaban a un hábito espartano y a lo sumo unas sencillas sandalias para cubrir el pie durante todo el año (hiciera la temperatura que fuese).

Su fama milagrera ya se fue labrando en vida, pues se le atribuyeron episodios de bilocación, amén del  renombrado caso de domesticación de un toro que, suelto, aterrorizaba a la población (razón por la que también se le considera patrón de los toreros); y su proverbial capacidad de atravesar el Duero utilizando su manto a modo de liviana balsa.

Apenas fallecido, se contabilizaron cerca de doscientos milagros, entre los que, además de realizar numerosas sanaciones de enfermos deshauciados, llegó a resucitar brevemente para entregar un pan a un pobre hambriento que oraba delante de su tumba.

Alcanzó tal fama  que incluso  la Reina Isabel la Católica visitó su tumba en el monasterio de la Aguilera, y mandó erigir un vistoso  sepulcro.

Pues, contado todo esto, vamos a recorrer los lugares que evocan la historia e imagen de este santo silencioso.

La casa natal se le atribuye en el número 1 de la calle de la Platería (antigua Costanilla). No está muy claro que este fuera el lugar exacto –habida cuenta de los dos incendios que tanto en 1461 y 1561 arrasaron la calle-, pero a tenor del apellido de su madre –Costanilla-, sí parece probado que, al menos, nació en esa calle.  Un cuadro y una placa conmemorativa en la fachada dejan constancia del nacimiento del santo.

 Iglesia del Salvador, en la plaza del mismo nombre. Cuando en 1683 se beatificó al Regalado, este comenzó a recibir culto en el templo, debido a que parece razonable que hubiera sido bautizado en él.  Edificada sobre la antigua ermita de Santa Elena, del siglo XIII, ya alcanzó la categoría de parroquia en el siglo XIV, dedicada desde un principio al Salvador.  Su fachada es plateresca, realizada por el famoso Juan Sanz de Escalante entre los años 1541 y 1559. Algún historiador de la época la calificó como de las más preciosas de España.

 

La torre, muy esbelta, presenta dos cuerpos bien distintos: uno, en piedra,  del siglo XVII, y otro –ochavado-  (del s. XVIII) en ladrillo. Rematado por un tejado de pizarra de las canteras de Bernardos (Segovia)  debido a una reconstrucción que hubo que hacerse tras su hundimiento a principios del XVIII. La torre de la Catedral de Valladolid está inspirada en esta de El Salvador.

 

Retablo mayor, del siglo XVIII, definida por el catedrático Jesús Urrea como expresión del rococó vallisoletano. En lo alto del crucero, escudo de los Almirantes de Castilla, protectores que fueron del Salvador.

 

Una de las capillas más interesantes, concluida en 1487,  es la de San Juan Bautista. Acoge un magnífico retablo (1504) de la escuela flamenca. En el suelo se pueden ver enterramientos que seguramente pertenecieran a la ermita de Santa Elena, al tratarse de la zona más antigua del templo.

 

Pila bautismal que la tradición  dice que en ella fue bautizado San Pedro Regalado.

 

Y capilla de San Pedro, con un retablo de  1709 atribuido a Juan de Ávila, representa la traslación del santo por unos ángeles desde el monasterio del Abrojo al de La Aguilera que, precisamente, imita el grupo escultórico que hay en este último monasterio.

 

A un costado del Salvador se erige una escultura instalada en 2004 y realizada por Miguel García Delgado, sevillano con numerosa obra pública en España.

 

El monasterio del Abrojo está en un paraje próximo a la finca real  que frecuentaron los Reyes Católicos, y sus descendientes Carlos V  y Felipe II. De aquel palacio campestre donde se practicaba la caza, hoy quedan las tapias amuralladas, y en su interior una urbanización de chalets.

No  fueron los franciscanos los primeros  en asentarse en aquel lugar, pues antes perteneció a diversas órdenes religiosas, hasta que en 1441 se instalaron los del císter, que serían sustituidos por los franciscanos reformados a los que pertenecía el Regalado.

Tanto el monasterio como el palacio sufrieron un incendio en 1624. No obstante el monasterio fue reconstruido y actualmente se conservan unos pocos vestigios: restos de un muro, el acceso a la bodega, un estanque (con el que  se regaba la huerta del monasterio), y una fuente (llamada de San Pedro).

 

El santuario de La Aguilera tiene su origen en el siglo XIV, acoge el sepulcro de Regalado, amén de una capilla dedicada igualmente al santo. En la imagen, panorámica del edificio y detalle del sepulcro del santo mandado construir por Isabel la Católica. Está realizado en mármol a finales del XV y atribuido a la escuela de Colonia, que por aquel entonces trabajaba en la catedral de Burgos. Ambas fotografías son de Miguel Ángel Santos.

 

… Y obligado es, al menos, dejar anotado que el desaparecido convento de San Francisco (en la Plaza Mayor), es otra referencia de la vida de san Pedro, pues, como ya se ha dicho, en aquel convento,  del que no queda resto edificado alguno, entró el santo en edad adolescente (en la imágen, placa conmemorativa frente al actual Teatro Zorrilla)

Amén del monasterio de la Aguilera y la iglesia de El Salvador, la cantidad de imágenes (cuadros o esculturas) del Regalado que hay en numerosos lugares, dan idea del alcance popular que tuvo. Así, encontraremos (sobre todo esculturas) en el Carmen de Extramuros,  San Lorenzo, Santuario Nacional, Jesús Nazareno, las Angustias y la Catedral, en Valladolid; también en los conventos de las Descalzas Reales y Corpus Christi de la capital vallisoletana;  y en iglesias de Laguna de Duero, Renedo de Esgueva, Cigales, Cabezón, Medina de Rioseco, Melgar de Fernamental, Burgo de Osma…

 

BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA

La Ciudad del Regalado. VVAA. Coordinado por Javier Burrieza. Ayuntamiento de Valladolid, 2004.

San Pedro Regalado: Teófanes Egido. Caja de Ahorros Popular, 1983

Catálogo monumental de Valladolid, de Juan José Martín González y Jesús Urrea. Institución Cultural Simancas y Diputación de Valladolid, 1985.

Iconografía de San Pedro Regalado: S. Andrés Ordax. Junta de Castilla y León, 1991.

LA ÉPICA EN EL ARTE

Hace unos días publiqué una entrada sobre la Guerra de las Comunidades y la Batalla de Villalar. El resultado de aquella batalla fue la degollación de los capitanes comuneros Padilla, Bravo y Maldonado, que está representada en un cuadro que se conserva en el Palacio de las Cortes. Y justo estamos en vísperas del aniversario del levantamiento de Madrid contra los franceses el dos de mayo de 1808. Así que se me ha ocurrido colgar algunos cuadros que reflejan momentos épicos de la historia. Algunos más legendarios que históricos como la batalla de Covadonga; y la mayoría, en general, pintados en el siglo XIX, en el que el romanticismo y la construcción de la identidad de las naciones guiaba los pinceles de los artistas.

El incendio de Troya, de Juan de la Corte, siglo XVII. Museo Nacional del Prado.
Numancia, de Alejo Vera y Estaca, 1834. Museo Nacional del Prado
Guzmán el Bueno, de Salvador Martìnez Cubells, 1884. Museo Nacional del Prado.
Don Pelayo en Covadonga, de Luis de Madrazo y Kuntz, 1855. Museo Nacional del Prado.
Batalla de las Navas de Tolosa o de Alacab, de Francisco de Paula Van Halen y Gil, 1864. Museo Nacional del Prado.
Ejecución de los comuneros de Castilla, de Antonio Gisbert Pérez, 1860. Palacio de las Cortes.
El dos de mayo de 1808 o La carga de los mamelucos, de Francisco de Goya, 1814. Museo Nacional del Prado.
El tres de mayo o Los fusilamientos. de Francisco de Goya, 1814. Museo Nacional del Prado.
Fusilamiento de Torrijos y sus compañeros en las playas de Málaga, de Antonio Gisbert Pérez, 1888. Museo Nacional del Prado.
El cuarto estado, de Giuseppe Pellizza, 1901. Museo del Novecento.
Guernica, de Pablo Picasso, 1937. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.

LA GUERRA DE LAS COMUNIDADES, Y VILLALAR

 “Las campanas de San Pablo / han cesado de tocar. / De pie, los procuradores / se yerguen para mirar / al rey postrado de hinojos / a la izquierda del altar. / El de Burgos, por las Cortes / la ha comenzado a exhortar: / Si nos hallamos reunidos / es por haceros jurar / los fueros y libertades / que tendréis que respetar”

Así comienza Los comuneros, ese bello poema que escribiera en su día Luís López Álvarez, del que  Vicente Aleixandre dijo que era “un poeta muy castellano, uno de los más castellanos que existan en nuestra lengua”.  Y  continúa Aleixandre: “ha conseguido algo que parece hoy casi imposible: el remozamiento de una épica”.

Luis López Ávarez en la Campa de Villalar. Fotografía publicada por El Norte de Castilla.

Publicado por primera vez en 1972, Los comuneros relata los acontecimientos y escenas principales de la Guerra de las Comunidades desatada cuando muchas ciudades españolas se levantaron contra las imposiciones de Carlos I.

Sostiene el historiador Enrique Berzal que “los especialistas más renombrados en la materia  convienen en aplicar al movimiento de las Comunidades de Castilla el calificativo de revolucionario por su potencial radicalmente transformador del orden social y político del momento”. Y que se trata de un episodio, mitificado es verdad, que cumplió una función decisiva “en el proceso de construcción de la identidad nacional española a partir de 1808”.

Fueron unos acontecimientos que estuvieron muy presentes en el debate político de  la España del Romanticismo y en el discurso de construcción de la identidad de la Nación Española.

La Guerra de las Comunidades trasciende la épica de la derrota comunera en Villalar y el marco actual de Castilla y León, pues se trató de una auténtica guerra de alcance nacional. En ella intervinieron multitud de personajes, intereses e intrigas, lo que implicó a numerosísimas poblaciones de toda la geografía española.

Y termina el poema de Luis López Álvarez: “Desde entonces, ya Castilla / no se ha vuelto a levantar, / en manos del rey bastardo, / o de regente falaz, / siempre añorando una junta, / o esperando a un capitán”

Pues bien, vamos a pasear  por los lugares  que fueron escenario de aquella guerra. En el relato no nos vamos a detener en los variados factores que influyeron en aquel movimiento revolucionario que, incluso, tuvo elementos de política internacional. Simplemente,   con el pretexto del 23 de abril, día del mes del año de 1521, vamos a recorrer municipios y paisajes vallisoletanos de aquella gesta comunera, siguiendo, muy resumidamente,  sus principales acontecimientos.

Corría el año del Señor de 1520…

… Y ocurrieron muchas cosas

El pueblo de Toledo se subleva ante la prohibición de Carlos I de que sus representantes se unan a otras villas para oponerse a las intenciones del monarca: su traslado a Alemania para ser proclamado Emperador, pagar  impuestos para costear la aventura real y ver cómo garantizar el gobierno de España en ausencia del rey.

Escultura Carlos V y el Furor, de Leone Leoni, siglo XVI. Museo del Prado.

En Valladolid los sublevados tratan de impedir que Carlos I se traslade a Santiago de Compostela para celebrar las cortes que sancionen sus pretensiones. Una vez abiertas las cortes, que luego se suspendieron, Córdoba, Jaén, Madrid, Murcia y Toro se oponen, y Toledo y Salamanca estuvieron ausentes.

En Segovia, Zamora, Guadalajara, Burgos y otras poblaciones explotan  contra el rey  y en Tordesillas es ajusticiado Rodrigo, por haber votado a favor del rey en La Coruña.

En Ávila se constituye la Santa Junta del Reino (una especie de Gobierno revolucionario) en la que participan delegados de Segovia, Salamanca, Toro y Zamora. Gentes de otras poblaciones asistieron pero sin ser representantes oficiales de sus municipios. Pedro Lasso de la Vega es elegido presidente de la Junta y Juan de Padilla nombrado jefe de las tropas comuneras.

Dibujo representando la Santa Junta, publicado por El Mundo de Castilla y León.

Aquella Junta, que no fue un arrebato rebelde sino el resultado de un proceso político organizado y meditado, aprobó la denominada Ley Perpetua de 1520 que ahora cumple quinientos años, redactada en Ávila por los procuradores castellano. Muchos historiadores la consideran el primer antecedente histórico del constitucionalismo español. 

Ni más ni menos abordó asuntos tales como las competencias de los diputados de los concejos, la independencia judicial,  preceptos que garanticen la libertad individual y los derechos de las personas, los derechos de nacionalidad,  un orden económico al servicio del reino y hasta estableció una Hacienda pública.

El día 21 de agosto, las tropas reales se presentan en Medina del Campo para tomar la artillería con la que atacar a la ciudad de Segovia. Los medineses, conocedores de antemano de la presencia del ejército del rey habían desmontado las piezas artilleras,  y apiladas en la calle las  rodearon con sus cuerpos las mujeres y hombres afines a la causa comunera.

Pensaron los realistas que los defensores saldrían huyendo si prendían fuego a Medina,  pero no se amedrentaron los comuneros y las tropas de Carlos I tuvieron que retirarse sobre todo cuando las llamas, que destruyeron buena parte de la villa, alcanzaron el convento de San Francisco, donde los comerciantes medinenses guardaban sus posesiones. Tres días después, Padilla entró en Medina al frente de sus tropas.

Al saberse la noticia del incendio de Medina, se sumaron a la causa comunera las poblaciones de Palencia, Cáceres, Badajoz, Sevilla, Jaén, Úbeda y Baeza.

Monumento a Juan Bravo en la plaza de Medina del Campo, Segovia. Fue instalado en 1922 y su autor es Aniceto Marinas.

En recuerdo de aquella epopeya llevada a cabo en los primeros tiempos de la Guerra de Comunidades, en Segovia hay una plaza que lleva el nombre de Medina del Campo, y en esta villa a otra plaza se la llamó Segovia.

Aquel mismo agosto, los jefes comuneros parlamentan en Tordesillas con doña Juana y  la Santa Junta se establece en esta villa, hasta que en diciembre cae en manos realistas.

Entonces la Santa Junta se traslada a Valladolid y se reúne en el convento  de San Pablo: nombra a Pedro Lasso de la Vega jefe de sus tropas, pero el l pueblo, descontento, exige que sea Padilla el que esté al frente de las mismas.

Llega el año de 1521…

… Valladolid se convierte en el epicentro de la confrontación entre Comuneros y Realistas.

Las tropas comuneras toman Mucientes.

Restos del castillo de Mucientes, llamado El Palacio. En él se alojo Juana, donde fue reconocida como reina de Castilla.

Padilla destruye la fortaleza de Cigales.

En febrero Padilla sale de Valladolid y  por Zaratán marcha con sus tropas hacia Torrelobatón.  Se debilita la rebelión comunera pues Granada, Cádiz y otras ciudades andaluzas juran fidelizad al rey.

Castillo de Torrelobatón, fortificación de traza correspondiente a la llamada escuela de Valladolid.

Padilla logra, después de tres días de combate, hacerse con la fortaleza de Torrelobatón. Se suceden numerosos episodios en poblaciones de La Mancha:  el obispo Acuña, con sus tropas comuneras,  se hace fuerte en Toledo, donde reside la María de Pacheco, esposa de Padilla, apodada “la leona de Castilla”.

El 15 de abril los nobles acampan en Peñaflor de Hornija y reciben importantes refuerzos.

Aquel fatídico día 23 de abril, día de San Jorge…

Al mando de Padilla, el ejército comunero sale de Torrelobatón hacia Toro. Fue interceptado por las tropas reales y en un terreno embarrado próximo a Villalar se inicia una corta pero intensa batalla. El paraje se conoce como Puente de Fierro sobre el arroyo de los Molinos.

Monumento conmemorativo de la Batalla de Villalar, en la carretera a Marzales, sobre el arroyo de los Molinos. El paraje está declarado desde 1996 Bien de Interés Cultural con la categoría de Sitio Histórico.

Al caer la tarde las tropas comuneras son derrotadas  y sus capitanes conducidos al castillo de Villalba de los Alcores.

Restos del castillo de Villalba de los Alcores.

Al día siguiente los jefes comuneros son condenados a muerte. Juan Bravo y Juan de Padilla fueron decapitados al amanecer. Horas más tarde también cayó la cabeza de Francisco Maldonado. Cuando Juan Bravo oyó decir el pregón previo a la decapitación,  se volvió al verdugo y le dijo que mentía él y quien le mandó dar el pregón, pues no eran traidores sino “celosos del bien público y defensores de la libertad del Reino”.

Cuadro La ejecución de los Comuneros de Castilla, de Antonio Gisbert (1860) conservado en el Palacio de las Cortes, Madrid.

El 25 de octubre las tropas comuneras se rinden en Toledo.

Sigue la historia…

El 1 de octubre de 1522 Carlos I promulga en Valladolid un “perdón general”  excepto para 293 comuneros.  Entre finales de septiembre y primeros de octubre de 1522 son decapitados en Tordesillas siete procuradores, Pedro Maldonado en Simancas y el dirigente comunero Villoria, en Salamanca.

Cuatro años más tarde…

En Simancas ocurrió el 24 de febrero de 1526:  el obispo Acuña, que permanecía prisionero,  intenta huir, pero no lo consigue, y apresado de nuevo, el 24 de marzo fue ajusticiado a garrote vil y colgado su cuerpo en las almenas del castillo.

El castillo de Simancas se construyó en el siglo XV, pero tuvo una importante reconstrucción dirigida por los arquitectos Juan de Herrera y Francisco de Mora en el s. XVI.

POSDATA: Tras la degollación, los gobernadores no permitieron que el cuerpo de Padilla fuera entregado a su viuda María de Pacheco, para evitar que sus restos fueran recibidos en Toledo como un mártir y alimentara la causa comunera aún viva en tierras manchegas.  No hay certeza de donde descansas sus restos, pues se sabe que se dio autorización para que fueran enterrados en el monasterio de los padres jerónimos de la Mejorada, sito en el término de Olmedo, pero no hay certeza de que esto se cumpliera y por tanto su cadáver permaneció en Villalar.

Monasterio Santa María de la Mejorada, declarado Bien de Interés Cultural. Imagen aérea tomada de la página oficial de Bodegas y Viñedos La Mejorada.

El caso es que una vez que definitivamente los comuneros rindieron Toledo, el cuerpo de Padilla ya no fue reclamado por nadie, y nada se sabe de su paradero.

Los restos del monasterio, en parte recuperados por el afamado arquitecto Moneo, y sus  tierras, ahora están convertidos en una explotación agrícola donde, entre otras cosas,  se produce un excelente vino. Se puede visitar, pero por si acaso mejor de día, pues cuenta  la leyenda que el  espíritu de Padilla  vaga por el monasterio, pesaroso y añorante de su esposa.

DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE VALLADOLID

Hasta que la Diputación recaló en el palacio de Pimentel,  ocupó diversos y siempre nobles edificios:  el Palacio Real, el palacio del conde de Polentinos (ya desaparecido, estaba en la calle del Santuario con esquina a López Gómez), luego el palacio de Osuna (en la calle Angustias, donde está el teatro Calderón), luego sería el palacio del marqués de Villasante (ahora parte de las dependencias del Arzobispado), también llegó a estar en el colegio de San Gregorio (actual Museo Nacional de Escultura)… Hasta que en 1875 la Diputación adquirió el palacio de Pimentel, sede actual de la institución.

Se lo compró a don Manuel Lara Reinoso, don José Antonio Pintó y Añorga, y otros (influyentes hombres de negocios). Seguramente lo tenían por herencia de don Mariano Miguel Reinoso, que lo había adquirido en 1849 a los hermanos que ostentaban, respectivamente, los títulos de Marqués de Camarasa y Conde de Rivadavia. De ahí que el palacio se conozca indistintamente como Pimentel o Rivadavia.

Mariano Miguel de Reinoso lo fue todo en Valladolid, y el primer ministro de Fomento que hubo en España (durante el reinado de Isabel II). El tramo de la actual calle de las Angustias que daba al palacio, durante un tiempo se llamó calle de Reinoso, pues bajo su mandato fue cuando se aprobó el trazado ferroviario de Madrid a Irún pasando por Valladolid. Por razones políticas a la calle se le quitó aquel nombre y tras varios cambios, en 1863 el Ayuntamiento acordó el actual.

Prácticamente desde su origen, la Diputación ha incluido entre sus actividades, la promoción de artistas vallisoletanos, tanto, en el siglo XIX, con becas de estudio en el extranjero, como por adquisición de obra de lo más variada. Esto hace que actualmente disponga de un fondo artístico que no andará lejos de unas 2.000 obras, y en él están representados prácticamente todos los creadores y creadoras vallisoletanos. De algunos de ellos, como por ejemplo de Eduardo García Benito, hay obra muy exclusiva.

En definitiva, un fondo artístico que da sobradamente para un museo permanente que se suponía tenía que haberse construido en la antigua granja escuela José Antonio, sita en la Avenida Real Valladolid. La Diputación inició el proyecto que desde hace unos cuantos años está inconcluso.

Pero, adentrémonos en el palacio.

1a-crop

El palacio de Pimentel, del siglo XV, ha tenido diversas reformas hasta adquirir, su interior, la distribución y aspecto actual. Desde su construcción fue edificio notable. Sus primeros moradores fueron el Marqués de Astorga y posteriormente don Bernardino Pimentel. Carlos I lo ocupó diversas veces durante sus breves estancias en Valladolid.

2-crop
2b

En 1939 se colocó en el zaguán  el rico zócalo azulejado que representa diversas escenas de la historia de Valladolid. Su procedencia son los alfares de Nuestra Señora del Prado, en Talavera de la Reina. Una empresa que abrió sus puertas en 1908 bajo la dirección de Juan Ruiz de Luna y Enrique Guijo y otros socios, de ahí que la fábrica se registrara como Sociedad Ruiz de Luna, Guijo y Cía. Pero lo cierto es que por la fecha en que se encargaron, en realidad los azulejos los confeccionaron Juan, Rafael y Antonio, hijos de Juan Ruiz de Luna, que un poco más tarde (1942) constituyeron la sociedad Ruiz de Luna S.L. Entre las escenas representadas en la azulejería, destaco la del incendio de 21 de septiembre de 1561 (día de san Mateo).

3a

Patio  interior

4-crop

La escalera que conduce a la primera planta, ofrece el magnífico lienzo de Juan Pantoja de la Cruz titulado La Resurrección de Cristo (1605). Este cuadro, principal entre todos los del fondo de la Diputación, proviene de los fondos artísticos que  atesoraron tanto el hospital de la Resurrección (sobre cuyo solar se construyó la casa Mantilla), como el hospital de Santa María de Esgueva (ahora el solar lo ocupa un inmenso edificio de la calle Esgueva)

5

La galería se cerró con ventanas de madera durante la importante rehabilitación  que se hizo en el edificio entre 1985 y 1990, bajo la dirección del arquitecto Ángel Ríos.

6a
9
9a

El techo de la sala de  Recepciones está enriquecido con un artesonado del s. XV procedente del colegio de San Gregorio. Este recinto se cita como el lugar de nacimiento de Felipe II, sin que haya evidencia alguna de este hecho. Reúne diversos objetos artísticos, como un retrato del monarca –de autor anónimo- y  una Sagrada Familia –de la escuela de Gregorio Fernández-  (ambos del s. XVII)

10a

El salón de plenos se reformó de tal manera que en él pudiera colocarse la armadura mudéjar procedente de la iglesia de Villafuerte de Esgueva

12
11-crop
14

La famosa ventana plateresca que decora la esquina de la fachada del palacio se corresponde con el despacho de Presidencia. Junto a la ventana, un moderno retrato de Felipe II, del pintor Álvaro Delgado.  El despacho se completa con un retablo anónimo del s. XVII y diversos objetos, como este decorado reloj

18-crop
19

Remataremos nuestra visita al edificio fijándonos en la puerta renacentista que en la calle Angustias da acceso a la sala de exposiciones, advirtiendo que no forma parte del edificio original; y la famosa ventana con la cadena que la tradición (no probada)  refiere como el lugar por el que se sacó a Felipe II para ser bautizado en San Pablo. En cualquier caso, como en todo palacio que se precie, no deben faltar las leyendas pertinentes

 NOTA: para la documentación he seguido, principalmente, dos publicaciones que ilustran sobre la Diputación: “La Diputación Provincial de Valladolid en el siglo XIX”, de Antonio de Anta Muñoz;  y el “El zócalo de azulejos del Palacio de Pimentel de Valladolid”, de Ignacio Guerra. Además de algunos inventarios de Bienes Artísticos editados por la Diputación.

DÍAS DE PESCADO

Es tradición que trasciende a las creencias religiosas asociadas a la abstinencia,  que en el tiempo que precede a la Semana Santa aumente el consumo de pescado asociado a platos tradicionales; y, sobre todo en tierra adentro de Castilla, al bacalao. Aunque, como me informan en mi pescadería, gente de vieja tradición pescadera, cada vez menos. Tiempos hubo, me cuentan, en que el miércoles de ceniza se consumía tanto pescado como en toda la Navidad.

No hay una razón única que explique el consumo de bacalao, aunque podemos intuir algunas: se trata de un pescado que en siglos pasados era asequible a las economías modestas frente al pescado fresco de mar, debido a su forma de conservación; otra razón es que en la Meseta había mercados tradicionales que abastecían de pescado de mar conservado a muchas poblaciones: destacan los mercados de Medina de Rioseco y Villalón de Campos.

Por eso es tradicionalmente apreciada la cocina del bacalao en muchos municipios castellanos, alejados, paradójicamente, de la costa. Un producto que perduró en tiendas especializadas en venta del bacalao.

No obstante, no solo se distribuía bacalao, sino numerosas especies procedentes  de los puertos del norte. Cuenta el historiador Bennassar que en el Siglo de Oro los arrieros traían a Valladolid pescado secado al sol o en salazón de Santander, pero sobre todo de Galicia, aunque, como luego veremos, el mayor consumo de pescado, que de todas formas no sería muy popular, sería de agua dulce, sobre todo cuando todo el pescado procedente del mar quedaba frecuentemente reservado para la Corte.

Es increíble la cantidad de maneras que había de conservar el pescado de mar: secado al aire (merluza, congrio), curado salado (bacalao), espolvoreado con sal (sardina), escabechado, anchoado, ahumado, etc. Solo, muy excepcionalmente, llegaba al interior pescado fresco conservado con hielo y helechos… pero ese tema daría para una larga historia.

Es probable que el origen del condimento llamado ajoarriero proceda porque es una pasta con base de ajo al que se añade aceite, y otros productos según lugares y costumbres, como el pimentón, que se preparaban lo arrieros para condimentar el bacalao.

Lo cierto, es que el consumo de pescado de mar era, en general, un pequeño lujo que no todo el mundo se podía permitir. Y, además, su consumo tenía cierta importancia solo los llamados “días de pescado”, que era la Cuaresma. Por otro lado, lo que predominaba en siglos pasados era el consumo de pescado de río, un consumo que ha llegado con cierta vitalidad hasta no hace tantas décadas, aunque ya sin la intensidad de antaño.  Y en eso, Valladolid y muchos de sus pueblos, no solo no son una excepción, sino que había una actividad específica dedicada a la pesca de río y su venta.

De la pesca de agua dulce hay unos cuantos testimonios en la provincia de Valladolid, de los que comento los siguientes.  

Algunos familiares de antiguos pescadores de Castronuño en un recuerdo de aquella actividad que han inaugurado en la localidad. Foto de Jonathan Tajes publicada en El Día de Valladolid.

En Castronuño ha sido una práctica de la que aún hay un recuerdo vivo  y personas que han vivido de la pesca. No en vano hubo unas 50 familias que  tenían en esta actividad rentas principales o complementarias. Una actividad que todavía algunas personas practicaron hasta la década de 1950. En la orilla del Duero, a los pies del municipio, hay un paraje que se llama “El puerto”.  La pesca se vendía en municipios limítrofes. Igual que las capturas que se efectuaban en Pesquera de Duero, municipio en el que incluso en un pilón se conservaba el pescado vivo hasta su venta. En Medina del Campo se documenta que en  las Lagunas Reales, mediante barcas se  obtenía tenca y anguila: tan pingue era la actividad que se llegó a nombrar un guarda que evitara la pesca furtiva.

Fotografía de pescadores de Laguna de Duero publicada en el digital Laguna al Día.

En Laguna de Duero, durante la posguerra hubo alguna familia que obtenía abundante pesca en los ríos Duero y Pisuerga que luego no solo vendían en Laguna, sino en varias poblaciones, según informa la revista digital “Laguna al día”. Había una familia, los Adeva, conocidos como  “los Peceros”.

Pero, sin duda era en Valladolid ciudad donde más potente y organizada estaba la industria de pesca que, lógicamente, se organizaba en torno al Pisuerga.

Pinheiro da Vega, el circunstancial cronista de la corte vallisoletana de primeros del XVII, da cuenta del consumo de pescado y escribe que le llamaba la atención el pescado que venía de Santander y Vizcaya, y las truchas que traían de Burgos. Además, comenta que Valladolid tenía mucha cantidad de barbos,  y que había un barco  que se arrendaba para la pesca “detrás de la isla de San Jerónimo”, que es lo que ahora se conoce como la isla del Palero, frente al Museo de la Ciencia.

El historiador Bartolomé Bennasar, que ya hemos citado antes, indica que si bien venía pescado de los puertos del norte, señala la importancia del pescado de los ríos Duero y Pisuerga, de tal manera que en el siglo XVI se pescaba para abastecer el mercado anguila y barbo, pero también, aunque en menor cantidad, trucha. Y señala que se pescaba con redes, buitrones y otras artes «cuyas mallas dejasen escapar a los peces de peso inferior a una libra (420 gr.)» Y que había puestos, de concesión oficial, que estaban obligados a tener el mercado abastecido de pescado.

El Catastro de la Ensenada, de 1752, anota que a lo largo de las orillas del Pisuerga había cinco canales de pesca (de propiedad eclesiástica alguno), que solían construirse junto a las presas de los molinos. La técnica de pesca consistía en cerrar en un momento dado la entrada de agua al canal y una vez semivacío, coger los peces que en él habían quedado atrapados.

Los mencionados canales estaban en los siguientes lugares: uno en el pago del Requejo, inmediato a  las aceñas del Cabildo, en la Overuela;  otros dos canales en el mismo arrabal de la Overuela; otro canal a la altura de las Tenerías; y  finalmente otro  a la altura del actual barrio de Arturo Eyries (pago conocido entonces como Bistaberde).

Además había diversas barcas cuyos propietarios capturaban directamente en el cauce del río. De cinco de ellos, con sus nombres y rentas también da cuenta el Catastro de la Ensenada.

La pesca en el Pisuerga se ha mantenido, con mayor o menor intensidad, hasta entrado el siglo XX: aún está vivo el recuerdo de «los» Catarro, de los que Juan Martín era en las primeras décadas del XX un destacado pescador. Más conocido fue su sobrino Luis Gallego Martín que, años más tarde, adquirió popularidad con ese mismo apodo y que durante décadas se dedicó a pasear niños y grandes en la barca del estanque del Campo Grande.

Pescador en el Pisuerga. Foto de L. del Hoyo Fernández publicada en Arquitectura y urbanismo del antiguo Valladolid, de Juan Agapito y Revilla (edición facsimil del Grupo Pinciano)
Barcas y pescadores en el Pisuerga. Mism autoría y lugar de publicación que la foto anterior.

El epicentro de esta actividad notable en la villa era la plaza de la Red (más o menos la actual plaza de Rinconada). Pero también hubo una calle hubo un lugar a la altura de la calle Juan Mambrilla, que se conocía como la Redecilla, por haber en él un mercadillo de pescado.

Se llamaba de la Red porque en sus puestos se vendía pescado obtenido principalmente con red, es decir pescado de manera, digamos, profesional, no pieza a pieza mediante caña. En la plaza había una modalidad de venta de pescado, que se llamaba “remojado”, es decir pescado no manipulado que, procedente del mar, se volvía a meter en agua  y eso le daba cierto aspecto de frescura: de ahí que la fuente que había en la plaza de la Red se usaba, entre otras cosas, para que las vendedoras de pescado remojaran las piezas en su pilón.

Detalle de la fachada de una tienda histórica de Valladolid que ya está cerrada, situada en la plaza del Caño Argales.

El mercado de la Red, como otros enclaves de venta de alimentos, desapareció una vez que se construyeron los famosos tres mercados municipales: el de Portugalete, el Campillo y el Val en la década de 1880.

ADENDA: Añado, a posteriori, comentarios de algunos lectores que creo que aportan curiosos detalles a este artículo.

Ricardo Martín López cuenta que su abuelo, aunque no era pescador profesional, tenía una barca en el Pisuerga desde la que pescaba y que  el sobrante de lo que él no consumía, lo vendía a alguna pescadería.

José Luis García Martín me escribe que es nieto de un pescador profesional (Julián Martín Rojo) de red que pescaba en el Pisuerga y afluentes. Curiosamente fue contemporáneo del Catarro (que curiosamente también se llamaba Julián Martín).

José de Castro da noticia de la existencia de algún pescador por el río Sequillo, aguas debajo de Rioseco, que vendía su producción en los pueblos que hay a lo largo de la ribera de este río.

Valentín Rincón Blasco relata que de Dueñas (Palencia) salían carros con barbos incluso hasta Villada. Parece que capturados por un tal Catamelones, que hacía pesca furtiva con red.

José Ignacio Hernández Toquero recuerda unas conferencias en la Universidad de Valladolid hacia 1986 en las que un antropólogo que hablaba de una aldea cercana a Roa a principios de siglo XX pasaban por ella arrieros dos o tres veces por semana vendiendo pescado.

LA UNIVERSIDAD, UNA CIUDAD DENTRO DE VALLADOLID

A fuerza de lo cotidiano, quizá  apenas valoramos que en Valladolid tenemos una Universidad. Una institución que es una auténtica ciudad dentro de la ciudad. Por historia, por arquitectura, por arte, por patrimonio, por número de personas implicadas: en torno a 18.000 entre alumnado, profesorado y personal administrativo (aparte, los campus de Palencia, Segovia y Soria).

El siglo XIII es la centuria de las universidades en Europa (la de Bolonia, en el siglo XI, fue la primera universidad de Europa), aunque aún no tenían las características que ahora conocemos. Eran, más bien, lugares de Estudios Generales, en los que se trataba todo el conocimiento universal sabido hasta la época. No se expedían títulos que acreditaran una especialización ni nada parecido. Esta enseñanza, hasta que se formaron universidades propiamente dichas,  se daba en abadías, monasterios  y sedes episcopales. Era,  en definitiva, la Iglesia quien la impartía.

En el recurrente debate sobre la antigüedad de nuestra universidad, podemos dar por bueno que fue la tercera universidad que se creó en España, detrás de la de Palencia (que duró pocos años), y la de Salamanca. En cualquier caso,  la de Valladolid fue una universidad modelo y de ella se copió cuando Sancho IV impulsó la creación de la universidad de Alcalá de Henares. Aquello ocurrió en el año 1293. Por tanto en el siglo XIII ya existía en Valladolid lo que entonces podíamos llamar universidad.

Será en 1417, reinando Juan II, cuando se convierta propiamente en universidad. Es decir, paso de un lugar de Estudios Generales a Universidad confirmada por el papa Martín V al aceptar el establecimiento de una cátedra de Teología.

En el siglo XVI en Valladolid ya estaban claramente configuradas las especialidades de Cirugía y Medicina (nació como cátedra de Física), Matemáticas, Filosofía, Leyes, Cánones, Teología, Retórica, Griego y Hebreo. Incluso ya había dos colegios mayores: el de Santa Cruz y el de San Gregorio. La denominación de las cátedras y el número de ellas fue evolucionando con el discurrir del tiempo.

¿Cómo era, por ejemplo, en tiempo de los Reyes Católicos, el calendario universitario? Pues no muy distinto al actual: el curso duraba desde el 18 de septiembre hasta el 15 de agosto, con vacaciones en Navidad y Semana Santa… más un buen montón de días festivos, que según unas épocas u otras, rondaba los 55.

Las graduaciones (el doctorado diríamos hoy día), se celebraba con gran solemnidad: misa y procesión  por la ciudad, obsequio de vino a los asistentes, a veces también corrida de toros o vaquillas, paseo a caballo del nuevo doctor por toda la ciudad… y al final, el nuevo doctor invitaba a comer en su casa.

Con estos antecedentes propongo dar un paseo por los principales lugares relacionados con la Universidad. Nuestros pasos nos llevarán desde el edificio histórico de la plaza de la Universidad hasta el final del campus Miguel Delibes pasando por Santa Cruz, Centro Buendía, Facultad de Medicina y Campus Esgueva.

Vamos a disfrutar paseando de una especie de ciudad viva y con su propia personalidad en el vientre de Valladolid. No sin antes indicar que además de lo que aquí relatamos, la Universidad tiene el Museo de Ciencias Naturales en el interior del colegio público  García Quintana  sito en la plaza España. Las colecciones de museo se comenzaron a formar en el año 1860.

Propongo comenzar frente al edificio materno de la Universiad, en la plaza que lleva el mismo nombre. El primer edificio data de finales del  s. XV. Tenía su fachada hacia la actual calle de la Librería. En el siglo XVIII (1716) se reconstruye con la fachada que ahora conocemos. Es el mayor exponente del barroco vallisoletano.  Sobre todo la parte que da a Librería es la que más reformas ha conocido: tuvo un observatorio astronómico (1915) y un reloj en la esquina con plaza de la Universidad. Hasta lo que ahora se puede ver, que incluye una profunda modificación en 1972 tras un incendio y otras reformas posteriores.  Este edificio acogía antes todas las especialidades universitarias hasta que el número de facultades y de alumnos fue creciendo y hubo que construir nuevas dependencias. (En las imágenes, la parte superior de la fachada en la que se representa a la Sabiduría pisando a la Ignorancia –en forma de niño-; y antiguo edificio -imagen tomada de la Fundación Joaquín Díaz-, procedente de una postal de la editorial Heliotipia Artística Española).

Fachada medieval de la calle Librería, según el grabado de Antolínez de Burgos.

Torre del observatorio astronómico, que daba a la plaza de Santa Cruz (detalle de una foto de Antonio Passaporte)

Escudos de la Universidad de Valladolid, expuestos en el Museo al que se accede por el edificio Rector Tejerina. Hay una sala de exposiciones  montada sobre unas arquerías góticas del finales del XV.

Palacio de Santa Cruz (1484) y reformas del XVIII.  Este era el antiguo colegio mayor, que ahora está detrás (1675), quedando el edificio histórico para dependencias administrativas del rectorado. En la imagen se ve la campana que regulaba las horas universitarias y uno de los vástagos supervivientes que delimitaban el área de dominio de la Universidad, en la que no podían entrar autoridades ajenas a la propia institución. Entre otras cosas, el palacio acoge una maravillosa colección de Arte Africano. E imagen antigua de la Biblioteca Histórica (foto tomada del Museo de la Universidad de Valladoid, que en realidad es una vista parcial de la foto original de Jean Laurent).

Centro Buendía. En el número 14 de la calle Juan Mambrilla (antigua calle de Francos) está ubicado en un palacio de finales del s. XV de la familia Acuña (condes de Buendía). Es, junto con el palacio de los Vivero (Archivo Histórico Provincial), el único vestigio de arquitectura civil del XV: es un buen ejemplo del tránsito de gótico al renacimiento.

.Presume la Facultad  de Medicina de  antigüedad, pues Enrique III  en 1404 creó su antecedente más inmediato,  que por entonces se conocía como cátedra de Física. Una fotografía del primer edificio de Medicina a finales del siglo XIX (foto de AMVA)

Biblioteca Reina Sofía: antigua cárcel de Chancillería y casa del Alcaide. El patio por donde antes paseaban los presos se ha convertido en una sala de estudio. El edificio se acondicionó en el año 1988.

Casa del Estudiante, reacondicionada sobre dos antiguos palacios del siglo XVI (Condes de Ribadabia y Marqueses de Camarasa). Uno de ellos fue anteriormente un centro de beneficiencia. En las reformas que se hicieron a partir de 1973 (cuando los adquirió la Universidad), se descubrió la maqbara (cementerio) musulmana.

Edificio de Ingenierías Industriales, (antiguo de Ciencias), en el Prado de la Magdalena. Edificado sobre terrenos municipales en 1968. Junto a él la actual residencia de estudiantes Alfonso VIII, que en realidad se concibió para albergar un hospital materno que nunca llegó a funcionar. Junto a la facultad está el edificio de la antigua Escuela de Enfermería, hoy dedicado a residencia estudiantil universitaria.

Facultad de Filosofía y Letras (inmediatamente detrás de Ciencias) y una imagen de la cúpula central. A un costado está la de Comercio, y al fondo, los talleres de mantenimiento de la Universidad (desde 1989): antiguas naves de fabricación de sacos construidas en 1928 por  el arquitecto Manuel Cuadrillero.

Y cruzamos la Esgueva: Escuela de Ingenierías Industriales, (junto a la facultad de Ciencias Económicas y Empresariales –que comenzó a funcionar en 1985-). El otro edificio de Ingenierías  está en la Huerta del Rey, así como la Escuela de Arquitectura, que comenzó en el curso 1979-80. (Foto del Archivo Municipal de la colocación de la primera piedra de la Facultad de Económicas en 1982).

Y llegamos al Campus Miguel Delibes (rebasada la Facultad de Económicas), levantado entre el paseo del Cementerio y el paseo de Belén, se ha consolidado ya en el siglo XXI. Alberga diversas facultades y servicios universitarios, así como el afamado IOBA. Pasee hasta el final, donde está la planta de Biomasa que surte de calor a casi todas las dependencias universitarias. Detalle del interior del edificio de Investigación Científica… Por cierto, hay cafeterías en varias facultades por si necesitamos reponer fuerzas durante nuestro paseo.

En el paseo del Cementerio, además de una  residencia para estudiantes, se ha plantado un “arboreto”, que tiene su origen en el que ya hubo en la Universidad en el siglo XVIII hasta 1960 como unidad didáctica. En esta versión moderna se reproducen los paisajes característicos de Valladolid: Tierra de Campos, de Pinares y los páramos. Y al otro lado de las facultades, junto a las vías del ferrocarril, un espacioso y agradable jardín con su lago. Se trata de espacios que urbanizó y mantiene la propia Universidad.

NOTA: En Valladolid la mirada curiosa hay sendas entradas sobre el Museo de la Universidad y el de Arte Africano del Palacio de Santa Cruz. los comentarios detallados de las fotos históricas que he incluido me los ha proporcionado Antonio Torres Ochoa.

EPIDEMIAS Y PANDEMIAS EN VALLADOLID

La historia de la Humanidad está cuajada de epidemias y grandes calamidades sanitarias: fiebre amarilla, tifus, cólera, disentería, gripe… Aunque, sin duda, el mayor recuerdo que ha dejado han sido la peste, la terrible enfermedad asociada a la Edad Media aunque llegó incluso hasta el siglo XIX. Pero en la Edad Contemporánea  no faltan nuevas epidemias como el SIDA o  el Ébola.

Y de muchas de ellas no se salvó Valladolid.

En 1832, en Valladolid, el cólera morbo,  que comenzó a “presentarse” recurrentemente desde el siglo XVII, causó la primera muerte en julio, duró más de un mes y causó unos 2.000 fallecidos.

Grabado del cólera en Sevilla en 1833. Publicado por el diario ABC.

Poco más de treinta años después (1869) las fiebres tifoideas produjeron numerosos fallecidos. En lo que tiene que ver con esta enfermedad,  Valladolid registra una singularidad histórica, y es que en 1590 había sufrido un virulento episodio de tifus exantemático que no padeció el resto del país y que se llevó por delante miles de personas.

Corría el año de 1885 y de nuevo el cólera, que duró de agosto a octubre, dejó un balance de 2.400 muertos entre la provincia y la capital, de los que 761 lo fueron en la ciudad. En aquella ocasión, entre otras medidas, el Ayuntamiento de Valladolid prohibió el uso de las aguas del Esgueva. Una medida que un tiempo antes la tomó el Ayuntamiento de Medina del Campo, que prohibió coger agua del Zapardiel incluso para lavar. El motivo de aquellas prohibiciones era el que se trata de una enfermedad bacteriana que se propaga a través del agua o alimentos contaminados.

El famoso “dengue”, que era en realidad la gripe, golpeó la ciudad entre finales de 1888 y primeros meses del año siguiente, con el triste saldo de 2.000 personas muertas.

Entre otras crisis sanitarias, aunque con menor incidencia en términos de fallecimientos, Valladolid sufrió en 1911 una epidemia de viruela.

A lo largo de principios del siglo XX en España se produjeron numerosos episodios locales de epidemias con elevada mortandad, como tifus en Barcelona en 1914, de viruela en Toledo en 1920, al igual que en Madrid en 1924, etc.

Imagen sin identificar autoría ni lugar, aunque se cita, con duda, Valladolid.

Tristemente recordada aún es la famosa y mal llamada gripe española de 1918. En aquella pandemia Valladolid registró su mayor pico de incidencia con una media diaria de 20 fallecidos entre la capital y la provincia. Se estima que el número de personas muertas ascendió a 3.000 incluidas un buen número de médicos y sanitarios.

Imágen de sanitarias en EE UU o Reino Unido durante la «gripe española». Publicada por la BBC.

En la capital,  amén de aplicar los conocimientos de la medicina y las medidas higiénicas pertinentes para cortar aquella pandemia, se llevaron a cabo rogativas a la Virgen de San Lorenzo, a la sazón ya patrona de Valladolid desde 1917, cuya imagen sacaron en procesión entre la iglesia de San Lorenzo y la Catedral. Fue una epidemia que en dos años se llevó por delante  entre 20 y 40 millones de personas en todo el mundo. Se llamó “gripe española”, aunque en absoluto su origen estuviera en España, sino en fue en Estados Unidos de Norteamérica donde se diagnosticó el primer fallecimiento. En Senegal se llamó gripe brasileña, en Brasil, gripe alemana,  y los polacos gripe bolchevique. Tuvo más nombres según latitudes: en definitiva, era una forma de culpar al extranjero o al adversario del mal que nos aquejaba.

Mas, hubo epidemias no declaradas, pero muy persistentes en el tiempo, cual fue la tuberculosis: la Memoria de la Junta Local de Sanidad de Valladolid de 1894 habla de un fallecido al día por su causa. La persistencia de esta tremenda enfermedad llegó, con especial virulencia, hasta después de la Guerra Civil. Una de las principales causas de padecer esta enfermedad, también conocida como tisis, es la malnutrición, por eso es especialmente virulenta entre grupos de población de escasos recursos o en épocas de hambre (después de la Guerra Civil). Pero también las clases pudientes, a causa de dietas inadecuadas para adelgazar (fue una enfermedad muy característica del Romanticismo), padecieron la tuberculosis: de la que falleció, entre otros, Gustavo Adolfo Becquer.

La lucha contra la tuberculosis llegó hasta avanzado el siglo XX: incluso el Fuero del Trabajo del franquismo incluyó de forma específica la lucha contra la tuberculosis.

Antiguo Sanatorio Antituberculoso en la calle Muro.

Para combatirla, en Valladolid llegó a haber al menos cuatro centros dedicados a curarla. En 1919 la marquesa de Alhucemas, en nombre de la Reina inauguró el Real Dispensario Antituberculoso Victoria Eugenia en la calle Muro. El edificio se dedica desde 1983 a sede del Centro de Educación de Personas Adultas dependiente de la Junta de Castilla y León. Hubo un centro antituberculoso infantil en el Prado de la Magdalena inaugurado en 1914. Otro centro especializado en la prevención y cura en la calle Ramón y Cajal. Más curioso es el sanatorio que se ubicó en la carretera de Madrid (km 186-187, en una finca de la viuda de Cuesta) el año 1938, pues estaba destinado exclusivamente para la milicia nacional de Falange y de las JONS, y se le puso de nombre Onésimo Redondo.

Sanatorio antituberculoso de Boecillo. Archivo Municipal de Valladolid.

Un gran sanatorio en el pinar de Boecillo, en la raya con Viana de Cega, cerró sus puertas en 1963 y tras algún otro uso, como el dedicado a personas con discapacidad, este inmenso edificio de cuatro plantas entró en el más absoluto abandono. Tal es su aspecto casi fantasmagórico que incluso el famoso programa de Cuarto Milenio le dedicó un reportaje.

Archivo de la Real Academia Nacional de Medicina.

La lucha contra la tuberculosis se materializó en diversas campañas de recaudación de fondos mediante cuestaciones y fiestas. Como curiosidad podemos contar que en 1907 alumnos del Real Seminario de los Ingleses de Valladolid jugaron contra el Madrid, campeón de España, un  partido de  “football” para recaudar fondos en favor de la liga antituberculosa, según informó el 23 de abril de aquel año El Norte de Castilla.

MUCHO LE DEBE SAN JOSÉ A SANTA TERESA: CENTRO JOSEFINO

“El lenguaje de las fuentes”, una novela de Gustavo Martín Garzo, da vida y voz a José, acaso el personaje bíblico con menos papel en la Historia Sagrada, y del que, sin embargo, o acaso por ello, se ha escrito una ingente literatura. Y para custodiar y dar a conocer todo lo que se ha escrito sobre San José, tenemos en Valladolid el Centro Josefino. Se trata del archivo y biblioteca más importante del mundo que ofrece todo lo que se ha publicado sobre el personaje.

El padre de Jesús, el Crucificado, tardó en ser venerado. Fue, en cierta manera, un santo tardío, tal como relata el carmelita descalzo Teófanes Egido, historiador que fue cronista de Valladolid.

En occidente las primeras referencias a su culto datan del siglo XII (anteriormente la iglesia copta de Egipto ya le veneraba), y fueron especialmente  los padres carmelitas lo que difundieron su culto.

La imagen de aquel padre callado que apenas tiene papel en la Biblia, está desvirtuada, pues se ha venido insistiendo en presentarle como una persona mayor (quizá para hacer ver que, efectivamente, cuando nació el Salvador el ya no estaba en edad muy dispuesta para la actividad marital) y, por tanto, el nacimiento de Jesús tuvo que ser necesariamente milagroso. Pero San José no era una persona mayor y se sabe que casó con María siendo muy jóvenes ambos.

A San José se le dio escaso protagonismo en la vida de Jesús. Y acaso por aquella vida tan callada que le fue asignada es que se trate, ahora, de un personaje bíblico con una extensísima literatura. Y a su  estudio y divulgación  se dedica el Centro Josefino Español, sito en el convento de Carmelitas Descalzos de San Benito.

Es sobre todo a raíz de que Santa Teresa atribuyera a la intervención milagrosa de San José la sanación de sus graves enfermedades (incluso se la dio por muerta), que aquel padre discreto se popularizara entre la cristiandad, de tal manera que se convirtió en el nombre propio más usado en España y Latinoamérica a partir del siglo XVII hasta finales del XX. Y en 1870 se le hizo patrón de toda la Iglesia.

San José tiene una doble celebración en la Iglesia, pues además de la del 19 de marzo, el humilde carpintero también le sirvió a Pío XII para intentar contrarrestar la influencia socialista entre los trabajadores, y propuso en 1955 que la fecha del 1º de mayo, que ya hacía tiempo que los trabajadores la celebraban, se convirtiera, para el mundo cristiano, en el día de San José Obrero.

El Centro Josefino Español de Valladolid,  creado en 1940,  es ahora el principal centro en todo el mundo dedicado exclusivamente a San José.  Hubo otro en Canadá, y actualmente hay sendas bibliotecas sobren el santo en Polonia  y  Méjico, pero muy lejos del contenido e importancia de este.

La biblioteca incluye devocionarios, patrología, el Talmud de Babilonia, sermones cuando desde los púlpitos, en el Renacimiento, se empezó a pregonar al santo. El Corán, que también se encuentra en la biblioteca, considera a San José como un gran profeta.

El libro más antiguo que se conserva (que en realidad es el primero que se escribió sobre San José) data del s. XVI.

Convento de carmelitas descalzos,  donde se alberga el Centro Josefino Español.

Algunas vitrinas que guardan imágenes del santo, mostradas por Teófanes Egido.

La biblioteca también tiene algo de obra de arte, como un cuadro atribuido a la escuela de Zurbarán… 

…Pero llama la atención un cuadro del XVII que representa el nacimiento de Jesús,  que  en realidad es una escena reconvertida, pues originalmente se trataba del nacimiento de la Virgen,  y su figura de recién nacida se convirtió en el Niño Jesús por obra y gracia de los pinceles.

El libro más leído sobre San José es “La sombra del padre: historia de José de Nazaret”, del polaco Jan Dobraczynski, y ha sido traducido a prácticamente todos los idiomas.

En el Centro se puede consultar todo lo publicado en todos los idiomas sobre el santo, aunque,  por supuesto, predominan los textos de estudio, pero también hay novelas y teatro: Paul Claudé y G. Martin Garzo, con su “El lenguaje de las fuentes”, por ejemplo.

“Excelencias de San José” es otro libro muy divulgado que se imprimió en Sevilla en 1710. Su autor fue Pedro de Torres. Como curiosidad se puede comentar que el mero título del libro “Los celos de San José”  (una obra de teatro del s. XVII de Aurelio Valladares Reguero) fue suficiente para que interviniera la censura de la Inquisición.

Una pieza del XVII  llamada “la auténtica”, pues incluye un supuesto certificado de autenticidad del anillo con el que se casó San José. Cosa imposible, porque en aquellos años y cultura  no se utilizaba el anillo como símbolo de desposorio. Por otro lado, no hay en el mundo ninguna reliquia de él porque, en la evocación popular, subió tan rápido al cielo que no fue posible desmembrarlo ni tomar objetos personales de él.

La visita al Centro josefino, de la mano de Teófanes, me permitió ver una rancia biblioteca de finales del XIX de uso exclusivo por la comunidad carmelita.