EL CÍRCULO DE RECREO: EVOCACIÓN DE UN VALLADOLID BURGUÉS.

El Círculo de Recreo de  Valladolid es una institución nacida al calor de una moda burguesa y aristocrática decimonónica ya periclitada pero que trata de sobrevivir adaptándose a los tiempos que corren. Mas, con independencia de los factores históricos, su sede social de la calle Duque de la Victoria, ofrece un singular conjunto de detalles.

Los Casinos o Círculos de Recreo son instituciones que se fueron creando hacia el final del siglo XVIII. El monarca Carlos III, impulsor de la modernización de España, fue un entusiasta animador de estos nuevos lugares de reunión de caballeros. Según relató el periodista Francisco de Cossío en 1944, estos Círculos servían para que “varones graves y letrados encontraran el gran pretexto para salir de sus casas libres de todo disgusto conyugal (…) En estos centros de cultura se acostumbraron los hombres a hablar entre sí de cosas banales y divertidas, a murmurar animadamente (…) libres de la tutela de la Economía, de las Ciencias y de las Artes. Y claro está, a los sabios y letrados se les unieron prontamente los frívolos y ociosos, y se creó una palabra maravillosa que corresponde exactamente a la época romántica, la palabra socio”.

Y a la palabra socio le siguió la de Círculo, y acaso cansados los hombres solo de hablar, se decidieron a jugar, y así nació el Casino.

Pronto proliferaron los Círculos y Casinos de todo tipo. Si bien en Valladolid ciudad lo tenemos muy asociado al Círculo de Recreo de la calle Duque de la Victoria, que ciertamente se formó por los hombres influyentes de la ciudad que conformaban la burguesía local, lo cierto es que si nos fijamos en los municipios de la provincia veremos círculos de labradores, de obreros, de artesanos, de católicos, etc. En 1924 había en la provincia 84 círculos y casinos, de los que 15 tenían  su sede social en la capital.

Corría el año de 1844 cuando se fundó el  Círculo de Recreo de Valladolid, con 72 socios y 5 trabajadores de plantilla. Desde entonces han trascurridos casi 175 años y si es cierto que la inmensa mayoría de los socios eran miembros de la burguesía más selecta de la ciudad, ahora se puede hablar, sin que haya perdido ese aire elitista, de una entidad más plural tanto ideológica como socialmente.

No obstante, aquella alta sociedad decimonónica era muy variada, pues entre los socios adscritos que se dedicaban a la política, había moderados, progresistas, unionistas, republicanos, liberales, conservadores…

Es cierto, como comentan algunos de los más veteranos socios y otros de reciente incorporación, que un pasado muy vinculado al franquismo durante la Guerra Civil hace perdurar la imagen de un lugar excluyente y conservador. Pero, según testimonios bien fundados,  en los últimos sesenta años poquísimas veces se ha rechazado a alguien, y no ha sido por razones ideológicas, sino por haber venido precedido de un reconocido dudoso comportamiento social. Se habla de que uno de esos vetos fue, incluso, para un militar de alta graduación.

Una institución tan veterana está cuajada de anécdotas, de entre las que sobresale el que en 1874 se le negó la posibilidad de dar un concierto  a un joven pianista por no venir acompañado  de una persona que garantizase sus conocimientos. Aquel joven pianista se llamaba Isaac Albéniz.

La apertura que desde hace tiempo lleva haciendo el Círculo se concreta entre otras cosas, en que la cafetería y el comedor están abiertos al público. Y en la realización de actividades dirigidas a la ciudadanía y no solo a sus asociados, lo que lleva a en que en sus salones se celebren desde torneos de ajedrez  a  conferencias con los más diversos contenidos.

Sea por unas u otras razones, lo cierto es que el Círculo de Recreo está intentando rejuvenecer tanto su media de edad como que se incorporen socios vengan de la actividad profesional o laboral que sea. Eso sí, se sigue llevando como timbre de honor el que nunca se hayan conocido disputas entre socios por motivos políticos,  y así es voluntad que siga sucediendo. Un intento de neutralidad que lleva a que entre la variadísima decoración de sus paredes y estanterías no figure  imagen o signo de ninguna confesión religiosa.

El edificio actual,  que se debe al arquitecto  vallisoletano Emilio Baeza Eguiluz, sigue los dictados del academicismo francés. El primer local que ocuparon en 1844 fueron dos pisos arrendados en la acera de San Francisco (plaza Mayor). En 1854 compran un inmueble en la calle Olleros (actual Duque de la Victoria) esquina con Constitución. Los gastos eran muchos y los ingresos no daban para mantener el edificio en propiedad, así que lo vendieron y al nuevo propietario le arrendaron varios pisos del mismo edificio. A finales del XIX hubo que derribar el edifico por su mal estado y en mayo 1902  se inauguró el que ahora conocemos. En 1913 los socios vuelven a hacerse con la propiedad de todo el inmueble.

 

Vestíbulo de acceso al edificio.

Escalera principal.

 

Salón rojo. Otro hay, contiguo, que se llama verde. Ambos nombres debido al color dominante en su decoración.

Varias perspectivas del interior del edificio.

 

 

Diversos detalles de su salón principal.

 

Las pinturas del edificio se encargaron a Eugenio Oliva Rodrigo, artista palentino afincado en Madrid. El asesoramiento para su elección vino de la Real Academia de Bellas Artes de Valladolid y especialmente de José Martí y Monsó.  Techo del salón,  en el que se representan Apolo y Terpsícore, la Música, el Amor y la Gloria. En total, cuarenta y siete figuras de grupos alegóricos.

 

Pared presidencial del salón, con un cuadro en el que aparecen el Conde Ansúrez y doña Eylo supervisando las obras de la catedral. En un lateral, el laureado Zorrilla.

 

 

Biblioteca principal (hay otra de menor entidad) en la que no falta detalle alguno: librerías bellamente labradas, armario de fichas, columna donde colgar los periódicos. El Casino siempre estuvo suscrito a una gran cantidad de periódicos y revistas, entre los que no faltaban algunos de lengua inglesa o francesa, muestra del espíritu cosmopolita de sus socios.

 

Sala de billar (dispone de dos mesas de juego), y detalle de algunos de sus palos o tacos personalizados.

 

Uno de los varios salones de juego con que cuenta el Círculo.

Restaurante y una bella escalera modernista de acceso.

 

Foto de principios del siglo XX, en que había unos cincuenta empleados entre los que no faltaban peluqueras, limpiabotas, chicos de los recados, encargado de billares, bibliotecario, camareros, limpiadoras, etc. Recuerdo de aquella especie de microcosmos de oficios es, por ejemplo, la silla de barbero que se conserva en los bajos del Casino (junto al restaurante).

Diversos detalles de los muchos que se pueden disfrutar en el edificio: 

 NOTA: además de testimonios directos, para escribir este reportaje he tenido en cuenta los libros: “El Círculo de Recreo de Valladolid (1844-2010)”, de Rafael Serrano García; “Ciento cincuenta años del Círculo de Recreo (1844-1994)”, de VV.AA.; “Guía de Arquitectura de Valladolid”, de VV.AA; y “Valladolid, recuerdos y grandezas (1902)” de Casimiro G. García Valladolid.

12 comentarios en “EL CÍRCULO DE RECREO: EVOCACIÓN DE UN VALLADOLID BURGUÉS.

  1. Me gustaría saber cómo puedo hacerme socio ya que mis padres de jóvenes fueron socios y me gusta ir y tomar algo ya que se está muy a gusto.

  2. Mi padre fue socio hasta su muerte con 91 años. Luego pude haber seguido siendo socio, me lo ofrecieron, pero al no vivir en mi tierra, no me sedujo la idea y desistí. Fu y sigue siendo un lugar emblemático de la «burguesía acomododada» del Valladolid conservador.

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