LOS ÚLTIMOS AÑOS DE D. JORGE GUILLÉN

Las biografías sobre Jorge Guillén terminan en el año en el que le concedieron el Premio Cervantes, (el primero que se concedió) en 1976, y que le fue entregado físicamente el 23 de abril de 1977. Guillén ya tenía ochenta y tres años. Aún así, todavía vio como en 1981 se publicaba su último poemario, Final, acaso toda una premonición, pues falleció tres años después.

Foto de Jorge Guillén coloreada (el original es en blanco y negro), conservada en el Archivo Municipal de Valladolid (AMVA).

D. Jorge no quiso volver definitivamente a España hasta la muerte de Franco, por lo que hasta 1977 no se asentó en Málaga con su segunda esposa, Irene Mochi-Sismondi, con la que se había casado en Bogotá en 1961. Su primera esposa, Germaine Cahen, con quien contrajo matrimonio en 1921,  había fallecido en 1947.

Jorge Guillén nació en Valladolid el 18 de enero de 1893 y falleció en Málaga el 6 de febrero de 1984. Sin embargo, en los últimos años de su vida, fue cuando conoció con gran intensidad las mayores muestras de cariño y aprecio de sus paisanos. Reconocimientos que ya tenía en un buen número de países y universidades, tanto por su actividad poética como en su calidad de catedrático de Literatura Española, pues no en vano fue una de las voces más personales de la poesía española del siglo XX: acaso el máximo representante de la poesía pura.

Aquel mismo año 1977 del Cervantes, fue nombrado doctor Honoris Causa por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Valladolid. Y al año siguiente, fue elegido académico de honor de la Real Academia Española.

Muy probablemente el primer reconocimiento de su paisanaje lo tuvo cuando se puso su nombre a un Instituto de Villalón de Campos, en 1970. Y en 1976, el Ayuntamiento de Valladolid decide poner su nombre a una calle, y así se une a un buen número de poblaciones españolas que también lo tienen en el callejero. Además, un centro de enseñanza en el barrio Arturo Eyríes lleva su nombre.

Guillén, en 1980 en su casa de Málaga, recibiendo un pan de Valladolid, que tanto echaba de menos, como él mismo dijo en alguna ocasión, de manos del alcalde Tomás Rodríguez Bolaños. AMVA

En 1979, el recién elegido alcalde Rodríguez Bolaños, le invitó a dar el primer pregón en democracia de las Ferias de Valladolid: Guillén escribió el pregón pero no vino a darlo por razones de salud. En su nombre lo leyó el periodista Rafael González Yáñez.

Mas, sin duda, el mayor homenaje que recibió en su tierra le vino unos meses antes de su fallecimiento: en noviembre de 1982 Valladolid llevó a cabo un intenso y excelente congreso sobre Jorge Guillén: exposiciones, conferencias, actos académicos e institucionales, edición de libros. Un homenaje que se quiso tuviera alcance popular y para ello la entonces concejala de Cultura, Pilar García Santos, solicitó que algunos profesores participaran como jurado de un concurso literario y pictórico al que estaba especialmente convocado el alumnado. Todo el homenaje, por expreso deseo de la familia, se organizó de tal manera que no alterara el ánimo del poeta pues se hallaba en un delicadísimo estado de salud, de tal forma que la concejala pedía que todas las actividades se llevaran a cabo en “un silencio activo en torno a D. Jorge, como la máxima demostración de afecto y respeto”. La culminación de aquellos actos fue la inauguración de la escultura Lo profundo es el aire en la calle Cadenas de San Gregorio, junto al Museo de Escultura, realizada por el amigo del poeta Eduardo Chillida.

Imágen del día de la inauguración de la escultura de Chillida (en la foto se le ve con gabardina). AMVA

En el mismo marco del congreso, el Ayuntamiento, en sesión plenaria de 13 de noviembre, acordó nombrarle Hijo Predilecto “por tantos motivos que sería exhaustivo enumerarlos”.

En 1998 se instala en los jardines del Poniente un grupo escultórico realizado por Luis Santiago Pardo (el mismo escultor de la Rosa Chacel sentada en un banco de la misma plaza) titulada Homenaje a Jorge Guillén y a la infancia, en la que el poeta y un niño echan a navegar sus poemarios Clamor y Cántico, como está escrito en la quilla de ambos barcos de papel. Y en 1993, una placa, también de Luis Santiago, con motivo del centenario de su nacimiento, preside la fachada del número  8 de la calle Constitución, donde vivió. Por cierto, nació no muy lejos de aquí: en el número 11 de la calla Montero Calvo (entonces llamada Caldereros).

Foto tomada de la página oficial de la Fundación Jorge Guillén.

A todo esto, en 1992 se había constituido la Fundación Jorge Guillén radicada en el Parque de las Norias y dirigido por Antonio Piedra. El nombre puede llamar a engaño, pues no se dedica solo, ni mucho menos, a custodiar y divulgar la obra del poeta, sino de otros diversos escritores españoles. Aunque sí tiene en depósito la extensísima biblioteca de Guillén.

Fachada de su casa, ahora abandonada, en Málaga.

Tampoco la ciudad de Málaga, en cuyo paseo Marítimo vivió Guillen los últimos años de su vida, fue parca en reconocimientos: en 1979 fue elegido académico de honor de la Academia de Bellas Artes de San Telmo y en 1980 el Ayuntamiento acuerda nombrarle Hijo Adoptivo de Málaga. Un colegio y una calle de la ciudad llevan su nombre. Un busto en las inmediaciones de la playa de la Malagueta completa el recuerdo del poeta en la ciudad andaluza.

La escultura es de Martínez Labrador (1980). Junto a la playa en la plaza de Matías Prats.

El año 1983 fue nombrado  Hijo Predilecto de Andalucía en su primera concesión por la Junta de Andalucía. Aquel año también se concedió esta distinción a Antonio Mairena, cantador; Andrés Segovia, guitarrista; Ramón Carande, historiador y economista; y a los escritores y poetas Rafael Alberti y Vicente Aleixandre.

Está enterrado, por expreso deseo en el Cementerio Anglicano de Málaga, y ya había indicado al alcalde de Valladolid que declinaba el ofrecimiento de recibir sepultura en el Panteón de Personas Ilustres del cementerio del Carmen. Sus restos yacen junto a los de su segunda esposa y no muy lejos de los del hispanista Gerald Brenan,  y del General Torrijos: caudillo en favor de la Constitución  y rebelde contra el absolutismo de Fernando VII, fue fusilado en 1831.

Detalle de la fachada de la casa de Montealegre de un antepasado de Jorge Guillén.
El pergamino nombrándole Hijo Predilecto y la carta manuscrita de Guillén, están inéditas y me las ha facilitado Alejandro Escribano, hijo del que fuera alcalde de Montealegre de Campos cuando el nombramiento de Hijo Predilecto.

Pero no podemos concluir sin la obligada referencia vallisoletana de Guillén, que es el municipio de Montealegre de Campos, del que el poeta dijo que en él estaban raíces desde el siglo XVI. Una vivienda tiene grabada en su fachada el apellido de la familia,  y los muros del castillo muestran un poema suyo dedicado a la impresionante fortaleza,  que lo instaló el Ateneo Vallisoletano con motivo de su elección por el Ayuntamiento como Hijo Predilecto de Montealegre de Campos en 1975: acaso el primer homenaje que se le tributó en tierras vallisoletanas. También en este municipio, el nombre del poeta está perpetuado en una calle.

Lápida clavada junto a la puerta de entrada del castillo de Montealegre de Campos.

CAMINATA HASTA EL MIRADOR DEL MASEGAR, PORTILLO

En alguna estadística de principios del siglo XX, el municipio de Portillo aparecía como el más rico de Valladolid, cuando la riqueza no se medía en acciones ni en petróleo, sino en bienes raíces: en este caso la explotación pinariega. Portillo es un término con gran extensión de pino y ya sabemos que del pino se aprovecha todo: desde la piña hasta la pez (obtenida de la resina mediante hornos llamados pegueras), pasando por el piñón, la resina, y la madera… ahora corren otros tiempos y aquel bien impagable pinariego ya no es lo que era, por desgracia.

En Portillo no solo se explotaba el pinar, sino también la piedra caliza que se extraía en canteras más o menos industriales.

Contado esto, vamos a irnos hasta el mirador del Masegar, en el borde del pinar que mira hacia Santiago del Arroyo, municipio limítrofe con Portillo en dirección a Cuéllar: Santiago en realidad es una pedanía de San Miguel del Arroyo.

Parte del recorrido que vamos a hacer coincide con la senda homologada PRC VA 31 llamada Pino Pinilla, que tiene su principio y fin en Portillo.

Pero no vamos a seguir el itinerario de la citada senda, sino que salimos desde Arrabal de Portillo y más concretamente desde el Centro Provincial de Artesanía (ARTIS).

Y allá vamos…

Centro Provincial de Artesanía promovido por la Diputación Provincial a los pies de Portillo y a la salida de Arrabal, donde comienza una vieja carretera local que ha perdido ese carácter para convertirse en un camino rural.

Un curioso palomar justo detrás del Centro de Artesanía. Su propietario es conocido en el pueblo como Lin, aunque su nombre es Demetrio, un ceramista ya jubilado que hizo la mili en África a finales de los 60 y que se dio el placer de reproducir en Portillo el estilo de las construcciones que allí conoció. Ya no tiene palomas, pues, como él cuenta, se las mataban los cazadores y las cedió a la Sociedad Colombófila Castellana, que las depositó en el palomar del Campo Grande de Valladolid.

La explotación del yeso ha tenido en Portillo uno de sus principales centros productores, así que no es extraño ver en muchos lugares del borde del páramo que mira hacia la carretera de Segovia, restos de aquellas viejas explotaciones, y en el trayecto que vamos recorriendo antes de adentrarnos en el pinar donde está el Pino Pinilla.

Una vez terminada la subida hasta los pinares, dejaremos de momento la dirección de la Senda Pino Pinilla (a mano derecha) para seguir unos cientos de metros y ver restos de una antigua cantera de piedra caliza con su típico chozo, que servía de refugio para guardar la herramienta, dormir la siesta o protegerse de las inclemencias del tiempo.

Retrocedemos sobre nuestros pasos y tomamos el camino que conduce al Pino Pinilla.

Pino Pinilla, un buen ejemplar por su altura de pinus pinea. Medra en medio de un lapiaz: una afloración de piedra caliza erosionada por la intemperie que crea un especia de bordado tejido por la naturaleza.

Desde el Pino Pinilla tendremos que volver unos metros para retomar el Sendero Señalizado que nos llevará hasta nuestro próximo destino…

… El mirador de Masegar. Sobre un mirador hacia Santiago del Arroyo a la izquierda; un singular sabinar, de frente; y al fondo se alcanza a ver el perfil de la sierra de Guadarrama.

El mirador está sobre una especie de cadena de minas de yeso que bordea el páramo sobre el que estamos, por eso, desde él se puede ver otra de las construcciones (casetas y hornos normalmente) ligadas a la minería del yeso… Y volvemos a nuestro punto de partida para el pino Pinilla.

Detalle de la caminata que hemos hecho, que entre ida y vuelta suma unos 10 km. Si queremos acortarla, podemos subir con el vehículo hasta la desviación para el Pino Pinilla (eso sí, atentos a los baches).

Si queremos hacer el sendero homologado tal cual está trazado, hay que partir de Portillo, no muy lejos del castillo. En las imágenes, letrero que da comienzo a la Senda Homologada de Pino Pinilla; y su trazado (tomado del blog Terranostrum.es). Esta senda se cataloga de fácil y tiene poco más de 12 km.

2021

Amigas y amigos lectores, permitidme un comentario en este tránsito entre dos años. Quiero contaros que no quiero pensar que 2020 ha sido un año perdido, o un año que nos han robado, como también he oído decir por ahí. No. El año tan duro que vamos a dejar atrás no puede irse sin dejarnos algunas enseñanzas que, desde luego, no todos tenemos que compartir. Yo creo que ha servido para darnos cuenta de lo importante que es la solidaridad y el voluntariado: muchos grupos de personas, organizadas por ONG´s, asociaciones vecinales o de forma espontánea, se han organizado para ayudar a sus convecinos (recados, compra de medicamentos, servicio de comidas, recogida de alimentos, etc.); ha sido un año en el que estemos más o menos de acuerdo con los servicios públicos, la Sanidad Pública y sus trabajadores se ha revelado como un bien imprescindible y a mejorar; hemos comprobado que las personas hemos sido en su inmensa mayoría tolerantes y abiertos, y, sobre todo, cumplidores de las medidas que con mayor o menor acierto se han ido dictando por las diversas administraciones; hemos descubierto, o más bien redescubierto, la naturaleza, los paseos al aire libre, etc. Así que para 2021 deseo lo mejor para nosotros y nuestra gente y que no tengamos que seguir como este pájaro del embalse de San José.

LAS ASOCIACIONES VECINALES EN VALLADOLID: DOS ANIVERSARIOS

La Federación Provincial de Asociaciones Vecinales Antonio Machado celebra en 2020 su 40 aniversario. Y la Asociación Vecinal Rondilla, suma también este año cincuenta años de existencia: es la primera Asociación Vecinal que se registró en Valladolid en los tardíos años del franquismo.

No obstante, el asociacionismo vecinal del siglo XXI tiene una historia que podríamos situar hace cien años, en las primeras décadas del siglo XX.

En esta entrada de mi blog hago una excepción que hasta ahora no había hecho: adjuntar un largo artículo sobre ambos aniversarios. El artículo es el producto de sendas conferencias que di hace un tiempo: una en la Universidad, invitado por el catedrático de Historia Contemporánea Pedro Carasa, y otra, mi participación en una mesa redonda organizada por la asociación Territorios de la Memoria sobre la transición en Valladolid.

(Así que a él me remito para quien quiera saber más sobre el tema, y aquí dejo unas cuantas fotos que casi se explican por sí mismas.)

El asociacionismo vecinal moderno en Valladolid (y en toda España) tiene un carácter singular, cual es haber nacido aún en la  Dictadura.

Asamblea en la iglesia de Canterac, hacia 1975. Foto Archivo Municipal de Valladolid (AMVA)

Los habitantes de la mayoría de los barrios de Valladolid se asocian básicamente con la única pretensión de exigir la actuación municipal necesaria para paliar la graves carencias de dotaciones, servicios y calidad de vida que padecían tanto los nuevos barrios que habían surgido extramuros de la ciudad antigua,  como los viejos asentamientos que, poco a poco iban creciendo.

Imagen de un barrio: viejas casas y solares. ¿Delicias?

Pero las asociaciones vecinales no se limitaron solo al estricto ámbito de su barrio, sino que aquellas más concienciadas participaron también en reivindicaciones de carácter más político: protestar por la implantación de la pruebas de acceso a la Universidad; firmaron un manifiesto junto a partidos y sindicatos exigiendo la readmisión de trabajares y sindicalistas despedidos o sancionados en empresas tales como FASA, MAGGI, INDAL, etc. y además, participaron en la recaudación de fondos para las cajas de resistencia de trabajadores en huelga.

Año 1976. Mujeres de Delicias montando una barricada. Foto AMVA.

Algunas parroquias fueron fundamentales para impulsar y cobijar el movimiento vecinal. Algunos curas tenían un claro compromiso social, y contribuyeron a la concienciación de muchas personas, a la formación de aquellas de escasa formación, y a incentivar el asociacionismo.

Llama la atención cómo una de las primeras actividades que impulsaron algunas asociaciones fue la de creación de escuelas y aulas culturales. Esto se produjo por dos principales razones: una forma de socialización entre personas que hasta entonces no se conocían de nada,  y una forma de mejorar las condiciones de vida, pues los vecinos más concienciados consideraban que la formación  y la cultura abrirían los ojos de las personas que en muchos casos aterrizaban por primera vez en un ámbito urbano, y de eso eran conscientes los impulsores del movimiento vecinal.

Pilarica, 1976. Foto AMVA

Valladolid, como otras ciudades que vivieron el crecimiento industrial acelerado de los años 50 y 60, tuvo crecimientos exponenciales de población y, por tanto, de necesidad de viviendas. Eso produjo la aparición de barrios que carecían de servicios y dotaciones, que solo la presión vecinal primero, y la sensibilidad municipal ya en democracia fueron paliando.

1975. Foto AMVA

Valladolid en los años 60-70 padeció una  brutal especulación del suelo y un desorden urbanístico increíbles. De las luchas para parar aquel despropósito destaca el caso de Rondilla: de no haberse parado por la oposición vecinal la construcción de viviendas en el barrio, esta habrían llegado prácticamente hasta la orilla del Pisuerga. Gracias a aquella movilización de la gente de Rondilla no solo se rebajó la ocupación desmedida de suelo, sino que ahora el barrio, y la ciudad, disfrutan de uno de los parques más bonitos de Valladolid.

Vecinos y vecinas de Rondilla exigiendo un parque. Foto AMVA
Parque Ribera de Castilla y su monolito de inauguración, con el siguiente texto: «Parque Ribera de Castilla. La lucha de barrio y la voluntad del Ayuntamiento hicieron posible este parque. Valladolid primavera 1988. Tomás Rodríguez Bolaños»
Ese mismo año se inauguró el parque de la Paz, en Delicias. Foto cedida por Jesús Ojeda.

Hasta la constitución del primer ayuntamiento democrático en 1979, el movimiento vecinal, a pesar de haber ido logrando objetivos en la década de 1970, no tuvo  el cauce regular de relación con las autoridades municipales, sin que eso signifique que no hubiera contacto y diálogo más o menos fluido.

Delicias, 1976. Foto AMVA.

Decía que el asociacionismo vecinal contemporáneo arranca en la década de 1920, en la que se constituyó  la Asociación de Vecinos de Valladolid, que puso su especial interés en el precio de la vivienda de alquiler, pues era el sistema habitacional sin duda muy mayoritario, sobre todo entre la clase obrera y artesanal. Por eso, en ocasiones la prensa habla de esta asociación como Asociación de Inquilinos. También intervinieron en los problemas de abastecimiento y calidad del agua pues era un enorme problema en muchos barrios. El agua, entonces, la gestionaba una empresa privada: la Sociedad Industrial Castellana (que daba el agua desde la depuradora del canal del Duero en San Isidro).  Las quejas sobre la gestión del agua (en las que también participaba la Cámara de la Propiedad), tras un largo proceso de debate, terminaron por propiciar que el Ayuntamiento municipalizara el servicio de agua. Mas, otros problemas que señalaban los vecinos eran que  había que regar las calles en verano pues los carros levantaban mucho polvo, que la lluvia formaba incómodos barrizales,  que no se regaban con regularidad los jardines, o el deficiente alumbrado público. Con frecuencia también llama la atención entre las reivindicaciones vecinales  la instalación de fuentes y de lavaderos: la ciudad llegó a contar con una amplia red de lavaderos municipales y otros muchos de propiedad privada.

Anuncio publicado por El Norte de Castilla: 7 de octubre de 1927.

A finales de los 60 el vecindario comienza a organizarse  en torno a asociaciones en cada barrio. Se produjo al amparo de la ley de 28 de diciembre de  1964. Una ley que hacía depender de la Delegación Provincial del Movimiento a todas las Asociaciones de Cabezas de Familia. Rondilla, Belén, Pilarica, Delicias, Pajarillos… van registrando asociaciones familiares entre 1970 y 1976. Las asociaciones exigen viviendas dignas, pavimentación, alcantarillado, zonas verdes colegios… pero también comienzan a incorporar un cierto cuerpo político a sus reivindicaciones: por una democracia auténtica, representatividad efectiva de todos los ciudadanos en las instituciones locales.

Rondilla contra el plan urbanístico Ribera de Castilla, 1978. Foto AMVA.

Entre 1970 y hasta las elecciones municipales de 1979 se constituyeron en Valladolid (al principio con la denominación de Cabezas de Familia o Familiar) 12; y algo más tarde, ya como Asociación de Vecinos, otras 10. La primera fue Rondilla (1970) y la segunda Belén (1971).

Miembros de la Asociación Vecinal de Rondilla, encartelados a las puertas del Ayuntamiento. Principios años 70. Foto AMVA.

La exposición de motivos de aquella ley seguía la doctrina falangista acerca de la familia. Fue una ley muy controvertida y discutida en el núcleo del franquismo, pues ya había ministerios que, sin cuestionar el franquismo, sin embargo no compartían el ideario falangista, e intuían que los dirigentes de la Falange trataban de iniciar un camino que les reforzara dentro del Régimen: primero, participar en la administración local y, una vez conseguido, llegar a la central.

Es el caso que el 3 de abril de 1979 se producen las primeras lecciones municipales en democracia después de la República.

 Y a partir de aquí comienza la historia del más reciente movimiento vecinal. Cabe indicar que prácticamente todos los partidos que se presentaban a las elecciones estaban a favor de dar cauces de participación a los vecinos (con los matices ideológicos de cada partido).

En el primer pleno tras las elecciones se creó la Comisión Especial sobre Información y Participación Ciudadana, a la que se quiso dar relieve acordando que la presidiera el mismo Alcalde. No se pudo nombrar ninguna Concejalía de Participación Ciudadana pues no tenía encaje legal posible en la legislación sobre los ayuntamientos.

En 1983, reunión del Alcalde Tomás Rodríguez Boláños y otros concejales con representantes de las asociaciones vecinales. Foto AMVA

Por fin, el pleno del 7 de mayo de 1981, tras 26 reuniones de la Comisión Especial,  aprobó las normas sobre participación ciudadana en el Ayuntamiento.

Mientras tanto, ya se  había creado la Federación de Asociaciones de Vecinos de Valladolid Antonio Machado: el 12 de enero de 1980 doce asociaciones firmaron los estatutos de aquella nueva entidad. Entidad que más tarde pasó a ser “de Vecinos y consumidores”; y más recientemente, modificar el término “vecinos” por “vecinales” con la finalidad de acomodar su nombre a un lenguaje inclusivo.

Sede actual de la Federación Vecinal, en la calle Vega, 18.

Aquella Federación supuso un importante salto cualitativo en el movimiento vecinal, pues se empezó a unificar el discurso reivindicativo para hacerlo más de ciudad, lo que hizo que, además, se abordaran temas de carácter general que trascendían al ámbito de cada barrio: planeamiento general de ordenación urbana (PGOU), gestión de servicios públicos (agua, transporte urbano, etc),  fiscalidad y ordenanza municipales y un largo etcétera.

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CINCUENTA AÑOS DEL MOVIMIENTO VECINAL DEMOCRÁTICO

La Federación de Asociaciones Vecinales y de Consumidores de Valladolid Antonio Machado celebra en 2020 su 40 aniversario. Y la Asociación Vecinal Rondilla, suma también este año cincuenta años de existencia: es la primera Asociación Vecinal que se registró en Valladolid en los tardíos años del franquismo, aunque venía funcionando desde tiempo antes de 1970.

No obstante, el asociacionismo vecinal tiene una historia que podríamos situar hace cien años, en las primeras décadas del siglo XX. Ver nota final.

ROMPER LA COSTURAS DEL RÉGIMEN

El asociacionismo vecinal moderno en Valladolid (y en toda España) tiene un carácter singular, cual es haber nacido aún en la  Dictadura.

Fueron muchos los actores que contribuyeron a la vuelta a un régimen democrático: partidos políticos, sindicatos y movimientos populares de base de muy diversas culturas, para los cuales la Democracia y la Libertad eran fundamentales, y, entre ellos, el movimiento vecinal, pues el vecindario organizado, con mayor o menor grado de politización, también contribuyó  a romper las costuras de la Dictadura: fueron los propios vecinos los que como afectados directos de las carencias y desequilibrios urbanos, se asocian básicamente con la única pretensión de exigir la actuación municipal necesaria para paliar la graves carencias de dotaciones, servicios y calidad de vida que padecían tanto los nuevos barrios que habían surgido extramuros de la ciudad antigua,  como los viejos asentamientos que, poco a poco iban creciendo. Y aquello, sin duda, necesitaba quebrar las barreras que imponía una administración local franquista.

Hay que subrayar el papel fundamental que las mujeres  tuvieron en aquellos años, pues aunque no tenían significada presencia en las composiciones de las juntas directivas de aquellas asociaciones de “cabezas de familia”, lo cierto es que aparecen de manera destacada en todas las manifestaciones y actividades reivindicativas en la calle. Además, tal como se pone de manifiesto en el libro sobre la historia del barrio Belén, las mujeres fueron una red de resistencia, difusión y formación importante. Sus maridos estaban en la fábrica o en el tajo: construcción e industrias del metal eran las más fuertes (las mujeres trabajadoras estaban en el textil). Y durante las mañanas las mujeres se  encargaban de crear lazos de solidaridad e información en el barrio.

HUELGAS Y AULAS DE CULTURA

Decíamos más arriba que las asociaciones vecinales tenían como principal objetivo las condiciones de vida de sus barrios, pero decir solo eso no dibujaría con precisión el perfil de muchas de aquellas asociaciones, pues era frecuente que aparecieran también en reivindicaciones de carácter más general o político. Para demostrar esto pongamos algunos ejemplos: en 1973 varias asociaciones vecinales se sumaron a otros colectivos y partidos de Valladolid para protestar por la implantación de la pruebas de acceso a la Universidad; en 1975 también las asociaciones vecinales firmaron un manifiesto junto a partidos y sindicatos exigiendo la readmisión de trabajares y sindicalistas despedidos o sancionados en empresas tales como FASA, MAGGI, INDAL, así como en el sector de la construcción; y además, era frecuente que las asociaciones participaran en la recaudación de fondos para las cajas de resistencia de trabajadores en huelga.

Las asociaciones vecinales trabajaron por la democracia porque les era  imprescindible para conseguir sus objetivos más elementales: necesitaban relacionarse con las instituciones de tú a tú, y no como súbditos. Además, el tutelaje que ejercían la censura y otros organismos, limitaba sus  actividades culturales, reivindicativas, de reunión, etc. (más de un vecino pasó la noche en comisaría por haberse juntado con otros para celebrar la Nochebuena, como pasó en el barrio Belén, pues la policía creyó que era una reunión ilegal).

Algunas parroquias fueron fundamentales para impulsar y cobijar el movimiento vecinal. Algunos curas tenían un claro compromiso social, y contribuyeron a la concienciación de muchas personas y a incentivar el asociacionismo. Para no incurrir en el riesgo de olvidarme de más de un cura (por cierto, también hubo religiosas), citaré solo a Millán Santos, de indiscutible reconocimiento por parte de todo el mundo, de la parroquia de Santo Toribio, en Delicias. José Centeno García, en su libro “Curas obreros. Cuarenta y cinco años de testimonio 1963-2008”, ilustra detalladamente sobre este particular.

Llama la atención cómo una de las primeras actividades que contribuían a la socialización, fue la de creación de escuelas y aulas culturales. Esto se produjo por dos principales razones: una forma de socialización entre personas que hasta entonces no se conocían de nada (en ocasiones la procedencia rural del mismo pueblo servía de nexo de unión entre algunos vecinos); y una forma de mejorar las condiciones de vida, pues los vecinos más concienciados consideraban que la formación  y la cultura abrirían los ojos de las personas que en muchos casos aterrizaban por primera vez en un ámbito urbano, y de eso eran conscientes los impulsores del movimiento vecinal.

Tal vez sea conveniente hacer una matización, y es la de no confundir movimiento vecinal con movimiento ciudadano. El primero creo que ya ha quedado explicado. Y el movimiento ciudadano es la conjunción, sea en ámbito de barrio o ciudad, de organizaciones cívicas muy diversas: vecinales, de padres y madres de alumnos, de mujeres, juveniles, culturales, ecologistas, etc.

VALLADOLID CRECE VERTIGINÓSAMENTE

El mapa del crecimiento de Valladolid ya apunta el porqué del movimiento vecinal: barrios alejados del centro sin servicios: carecían de bus, teléfono, agua corriente, alcantarillado, recogida de basuras, asfaltado, colegios, zonas verdes, instalaciones deportivas, etc.  Pero también el crecimiento interior de los barrios antiguos fue conflictivo, pues se iban colmatando espacios libres (solares y viejas huertas),  con una ocupación de todo el suelo para bloques de viviendas.

Número de viviendas que se fueron construyendo cada año: entre 1961 y 1980 se construyeron 76.555 viviendas .
Entre 1960 y 1981, la población de Valladolid se duplicó, pasando de 150.959 habitantes a 320.293.

Valladolid, como otras ciudades que vivieron el crecimiento industrial acelerado de los años 50 y 60, tuvo crecimientos exponenciales de población y, por tanto, de necesidad de viviendas. Eso produjo la aparición de barrios que carecían de servicios y dotaciones, que solo la presión vecinal primero, y la sensibilidad municipal ya en democracia fueron paliando.

Es de señalar como buena parte de las asociaciones vecinales de Valladolid se constituyen aún en la Dictadura: entre 1970 y 1975 se inscriben 10 asociaciones vecinales; y  hasta la promulgación de la Reforma Política (enero del 77) aún se registran dos asociaciones más.

La primera fue Rondilla y la segunda Belén. No obstante sobre aquel periodo del tardo franquismo volveré en el próximo artículo.

En los cuadros que siguen se pueden observar los crecimientos exponenciales que vivió Valladolid en apenas 30 años: desde 1950 a 1980, la población prácticamente se triplicó.

QUEREMOS UN PARQUE, GRITARON EN LA RONDILLA

Más representativo del enorme cambio urbano que experimentó Valladolid es el dato de que en solo dos décadas: de 1960 a 1980 se construyeron dos tercios del total de viviendas que tuvo Valladolid en todo el siglo XX. Podemos hacernos una idea del brutal proceso de especulación y desorden urbanístico que padeció la ciudad en un régimen de Dictadura, con escasas competencias municipales y nula sensibilidad de las corporaciones municipales hacia un crecimiento ordenado y adecuadamente dotado del casco urbano. Por hacernos una idea, la principal lucha que sostuvo la Asociación Vecinal de Rondilla fue detener la disparatada ocupación del suelo en el barrio, que de no haberse parado por la oposición vecinal se habría  construido prácticamente hasta la orilla del Pisuerga (el famoso plan Ribera de Castilla). Gracias a aquella movilización de la gente de Rondilla no solo se rebajó la ocupación desmedida de suelo, sino que ahora el barrio, y la ciudad, disfrutan de uno de los parques más bonitos de Valladolid. Aquel proceso se saldó en julio de 1982, en el que el pleno del Ayuntamiento aprobó la adquisición de todos los terrenos de la Ribera de Castilla mediante pagos en metálico y permutas. El presidente de la Asociación Vecinal de Rondilla, Juan Cornejo, intervino en el pleno para saludar aquella solución “casi” definitiva que impediría la salvaje construcción de viviendas (aun así todavía habrían de construirse 300) y dedicar la mayor parte de los terrenos a un parque. Un parque que se inauguró formalmente el 20 de marzo de 1988. Por cierto, dos meses después, concretamente el 9 de mayo, también se inauguró el Parque de la Paz en las Delicias: una vieja reivindicación del vecindario de recuperar para el barrio unos terrenos militares.

Se observan tres principales tipos de crecimiento que produjeron carencias graves en los servicios y dotaciones: los nuevos bloques de viviendas que nacían fuera del casco consolidado (como Rondilla o Pajarillos);  los barrios que se iban creando por sí solos con mayor o menor antigüedad: Belén, Pajarillos Altos, Las Flores, España… ; y los barrios consolidados que veían como se colmataban todos los solares y espacios libres, sin que llevara aparejado la urbanización de plazas y dotaciones básicas, como es, por ejemplo Las Delicias.

Paradigmáticos son Rondilla, Pajarillos y Delicias, cuyas zonas libres, dotaciones, colegios, etc. se han tenido que construir en sus bordes, pues el interior se ocupó con una desmesura brutal de viviendas, y de baja calidad, además: sin ascensor, con humedades, sin plaza de garaje, sin aislamiento térmico, etc.  Uno de esos ejemplos bien puede ser la Rondilla, cuyas deficiencias constructivas terminaron en los tribunales.

No obstante, lo cierto es que hasta la constitución del primer ayuntamiento democrático en 1979, el movimiento vecinal, a pesar de haber ido logrando objetivos en la década de 1970, no tuvo  el cauce regular de relación con las autoridades municipales, sin que eso signifique que no hubiera contacto y diálogo más o menos fluido. También hubo movilizaciones o amenazas de llevarlas a cabo que contribuyeron a ablandar la voluntad de los alcaldes de turno. Es curioso, por cierto, que en aquellos años la relación de los representantes vecinales era normalmente directa con el alcalde, no a través de concejales interpuestos, cosa que vendría más bien en Democracia al crear concejales de Participación Ciudadana y concejales de barrio o distrito.

Pero forzoso será indicar que el asociacionismo vecinal tiene también un pasado  muy interesante.

LOS ALQUILERES Y EL ABASTECIMIENTO DE AGUA

En la década de 1920 se constituyó la Asociación de Vecinos de Valladolid (en noviembre de 1921 ya se registran reuniones de una Comisión organizadora de la asociación),  que puso su especial foco de actuación en la política y costes del alquiler de viviendas, pues era el sistema habitacional sin duda muy mayoritario, sobre todo entre la clase obrera y artesanal. Por eso, en ocasiones la prensa habla de esta asociación como Asociación de Inquilinos. Fueron muy activos incluso en el ámbito de los tribunales. Pero no solo se dedicaban a la carestía de la vivienda, sino que también se centraron en  el problema de abastecimiento y calidad del agua en los barrios: bien porque carecían de red de abastecimiento a domicilio (y por tanto de red de saneamiento), o bien porque si tenían agua en las casas, esta no era de aceptable calidad. El agua, entonces, la gestionaba una empresa privada: la Sociedad Industrial Castellana (que daba el agua desde la depuradora del canal del Duero en San Isidro).  Las quejas sobre la gestión del agua (en las que también se involucró la Cámara de la Propiedad), tras un largo proceso de debate, terminaron por propiciar que el Ayuntamiento municipalizara en 1962 el servicio de abastecimiento de aguas. Más, otras deficiencias que señalaban los vecinos eran la necesidad de regar las calles en verano pues los carros levantaban mucho polvo; que la lluvia formaba incómodos barrizales;  que no se regaban con regularidad los jardines; o el deficiente alumbrado público. Con frecuencia también llama la atención entre las reivindicaciones vecinales necesidad de construir fuentes y  lavaderos: la ciudad llegó a contar con una amplia red de lavaderos municipales y otros varios de propiedad privada.

Esta asociación de vecinos en 1931 comenzó a editar una revista titulada “El inquilino”, lo que ya denota su principal actividad.

LA FALANGE BUSCABA PROTAGONISMO

Si damos un salto obviando buena parte del erial asociativo durante el franquismo, podemos citar el año 1967, en el que se constituye una Federación Provincial de Asociaciones Familiares acogida a una legislación tan constreñida, que no pasó de tener una existencia testimonial  y nada molesta para con el Ayuntamiento: por ejemplo se dedicaba a realizar actividades pías en Navidad o a formar parte del patronato del cuerpo de Serenos.

Decíamos que nos adentraremos en lo que podemos llamar asociacionismo vecinal contemporáneo.

A finales de los 60 el vecindario comienza a organizarse  en torno a asociaciones en cada barrio. Se produjo al amparo de la ley de 28 de diciembre de  1964. Una ley que hacía depender de la Delegación Provincial del Movimiento a todas las Asociaciones de Cabezas de Familia. Rondilla, Belén, Pilarica, Delicias, Pajarillos… van registrando asociaciones familiares entre 1970 y 1976. Las asociaciones exigen viviendas dignas, pavimentación, alcantarillado, zonas verdes colegios… pero también comienzan a incorporar un cierto cuerpo político a sus reivindicaciones: por una democracia auténtica, representatividad efectiva de todos los ciudadanos en las instituciones locales.

Entre 1970 y hasta las elecciones municipales de 1979 se constituyeron en Valladolid (al principio con la denominación de Cabezas de Familia o Familiar) 12; y algo más tarde, ya como Asociación de Vecinos, otras 10. 

La exposición de motivos de aquella ley seguía la doctrina falangista acerca de la familia, y la importancia de ésta para la vida nacional. También recordaba toda la legislación vigente que hasta ese momento había apoyado al buen desarrollo de la «célula básica de la sociedad», pero señalaba que: «Sin embargo, parece conveniente dar un mayor grado de Institucionalización, a las asociaciones representativas de la familia española; y lograda ésta, una influencia más directa en los órganos centrales del Estado». Fue una ley muy controvertida y discutida en el núcleo del franquismo, pues ya había ministerios que, sin cuestionar el franquismo, sin embargo no compartían el ideario falangista, e intuían que los dirigentes de la Falange trataban de iniciar un camino que les reforzara dentro del Régimen: primero, participar en la administración local y, una vez conseguido, llegar a la central.

«Proyecto de Decreto Organizando las Asociaciones de Cabezas de Familia, Incorporadas al Movimiento Nacional», así se titulaba el cuerpo legal que se pretendía hacer sobre el tema.  La Secretaría General del Movimiento (SGM) constituyó en poquísimo tiempo un vasto movimiento asociativo. Movimiento asociativo que fue ficticio: una vez que la legalidad impidió la participación de estas asociaciones en los distintos niveles de la vida pública, se olvidaron prácticamente de los otros fines para las que fueron creadas: cooperar con las instituciones educativas, de beneficencia y de emigración, colaborar con las cuestiones de moralidad pública etc. Por lo anterior se puede deducir que, aunque unas pocas asociaciones sí desplegaron cierta actividad, la mayoría fueron constituidas con el solo objeto de servir de cauce a los hombres del Movimiento en su promoción política, por eso su elaboración había sido larga y no exenta de fuertes debates, como ya he dicho, pues la jerarquía católica y los ministros más afines a Franco, quería cortar todas las posibles vías de influencia política al movimiento falangista.

LAS PRIMERAS ELECCIONES MUNICIPALES EN DEMOCRACIA

Es el caso que el 3 de abril de 1979 se producen las primeras elecciones municipales en democracia después de la República. En Valladolid el resultado fue 13 concejales para el  PSOE, UCD 9,  PCE 4, Independientes 2 y  CD 1 (CD era la Coalición Democrática futura Alianza Popular y luego Partido Popular).

 Y a partir de aquí comienza la historia del más reciente movimiento vecinal. Cabe indicar que prácticamente todos los partidos que se presentaban a las elecciones estaban a favor de dar cauces de participación a los vecinos (con los matices ideológicos de cada partido).

En el pleno extraordinario del 20 de abril de 1979, constitutivo de la nueva corporación, el recién elegido alcalde Tomás Rodríguez Bolaños, incidió en su discurso en los asuntos de participación ciudadana: “Son mis primeras palabras de gratitud y recuerdo. Gratitud a todos aquellos que han  hecho posible el Ayuntamiento Democrático de Valladolid. Mi primer recuerdo –es de justicia destacarlo- tiene que ser para Antonio García Quintana, el último alcalde socialista de Valladolid  (y prosigue) Aplicaré una política de transparencia, democratización de su gestión y responderá ante los vecinos de su labor (también, continúa) ejercer una política de puertas abiertas, sin ninguna cortapisa, en donde las verdaderas asociaciones de vecinos colaboren, en que los problemas no se silencien nunca, que cualquier ciudadano pueda llevar sus quejas y sus iniciativas sin que ninguna barrera administrativa se le oponga…”

En el primer pleno municipal ordinario tras las EEMM, celebrado el 8 de mayo, se aprobó la estructura político-administrativa de la nueva corporación: tenencias de alcaldía, comisiones informativas (que reflejaba las concejalías delegadas), etc. pero no se nombró ninguna concejalía de Participación Vecinal, pues no existía en la administración local ningún acomodo legal para ello. Pero en ese mismo pleno se  creó la Comisión Especial sobre Información y Participación Ciudadana, a la que se quiso dar relieve acordando que la presidiera el mismo Alcalde. Hasta que no se aprobó el reglamento, Tomás Rodríguez Bolaños no nombró concejal delegado. Aunque en algún momento a lo largo del mandato se le dio a Manuel González algún tipo de delegación en temas de Participación Ciudadana, concejal, por otro lado que era el que habitualmente presidía las reuniones de la Comisión Especial en sustitución del alcalde. Una vez que el Ayuntamiento ya dispuso de un marco normativo sobre participación ciudadana, Bolaños encomendó esta concejalía a Claudio López Serrano, del grupo socialista. La comisión estaba compuesta por representantes de los partidos políticos, pero con frecuencia eran invitados a participar miembros de las asociaciones vecinales y de otras entidades.

DOS AÑOS DESPUÉS DE LAS ELECCIONES MUNICIPALES, Y LA FEDERACIÓN VECINAL

Por fin, el pleno del 7 de mayo de 1981, tras 26 reuniones de la Comisión Especial,  aprobó las normas sobre participación ciudadana en el Ayuntamiento.

Es preciso indicar que cuando se habla de participación ciudadana no se estaba refiriendo únicamente al asociacionismo vecinal, sino que también se consideraba parte del asociacionismo a las entidades deportivas, culturales, juveniles,  empresariales, educativas, etc.

Hasta entonces, se había creado la Federación de Asociaciones de Vecinos de Valladolid Antonio Machado: el 12 de enero de 1980 doce asociaciones firmaron los estatutos de aquella nueva entidad. Entidad que más tarde pasó a ser “de Vecinos y consumidores”; y más recientemente, modificar el término “vecinos” por “vecinales” con la finalidad de acomodar su nombre a un lenguaje inclusivo.

Aquella Federación supuso un importante salto cualitativo en el movimiento vecinal, pues se empezó a unificar el discurso reivindicativo para hacerlo más de ciudad, lo que hizo que, además, se abordaran temas de carácter general que trascendían al ámbito de cada barrio: planeamiento general de ordenación urbana (PGOU), gestión de servicios públicos (agua, transporte urbano, etc.), fiscalidad y ordenanzas municipales y un largo etcétera.  Para hacernos una idea, el 14 de mayo de 1984 se celebró una manifestación convocada por la Federación Vecinal a la que acudieron unas 10.000 personas: el motivo era protestar por el aumento de la presión fiscal municipal con el lema “que la crisis la paguen los ricos”.

Volvamos al acuerdo sobre el Reglamento de Partición Ciudadana. Manuel González, concejal socialista y teniente de Alcalde presidente de la Comisión Especial de Información y Participación Ciudadana indicó en el pleno que aquel acuerdo era “el más  importante de esta Corporación Municipal”.  Opinión que compartieron los concejales del PCE, CD y el independiente Santiago Martín.  UCD voto en contra y advirtió de posible ilegalidad apelando a que  la Ley de Régimen Local vigente (de 1975) no admitía la figura de Concejales de Distrito. Efectivamente, la participación vecinal carecía de encaje legislativo hasta que no se aprobó la Ley de Bases del Régimen Local de 1985.

El contenido de aquel reglamento municipal de 1981 recogía,  muy resumidamente, los siguientes epígrafes:

Crear un Registro Municipal de Asociaciones.

Crear los Consejos de Distrito, formados por las Asociaciones Vecinales, las de Padres (APAS –luego AMPAS para incluir el término madres-), juveniles, deportivas, culturales  y comerciantes e industriales.

Crear Consejos Municipales de Sector: Enseñanza, Cultura, Urbanismo, Juventud, Mujer, Sanidad, etc.

Comparecencia de asociaciones en las Comisiones Informativas a petición de cualquier concejal.

Capacidad de las asociaciones recogidas en el Registro Municipal para presentar ruegos y preguntas  al final de cada Pleno.

Consecuencia de aquel acuerdo es que el 6 de junio de aquel mismo año se formó el Consejo Municipal de Abastos: vecinos, consumidores, sindicatos, Cámara de Comercio, etc. El 22 de diciembre se forma el Consejo Municipal de Sanidad y Bienestar Social: además de los genéricos estaban pensionistas, minusválidos, Secretariado Gitano. Y así fueron constituyendo sucesivas comisiones de participación ciudadana.

No obstante todo esto, eran frecuentes las quejas de asociaciones vecinales sobre la existencia de trabas en la participación, sobre todo en temas de urbanismo: planes, suelo, etc. Y la lentitud con que se había llevado el proceso de aprobación del reglamento. Por ejemplo, el mismo concejal del equipo de gobierno (del PCE), Martínez de Paz, el 17 de noviembre de 1981 “manifestó su inquietud por la lentitud con que viene desarrollándose el proceso de articulación de la participación ciudadana, mediante la creación de Consejos de Distrito, asunto que se encuentra condicionado a la urgente incorporación del funcionario de empleo que ha de agilizar el mismo”.

Inauguración del Centro Cívico de Delicias. Foto Archivo Municipal de Valladolid.

Y el 30 de abril de 1982 el Ayuntamiento puso la primera piedra de la Casa de Cultura de Delicias, que incluía una biblioteca, y que  se inauguró el 12 de mayo de 1983: se trataba del primer Centro Cívico de la extensa red de este tipo de dotaciones que se fue creando por todos los barrios de Valladolid.

Pero a partir de aquí, ya es otra historia.

NOTA: este artículo es el resumen de una conferencia que impartí a alumnos de Historia de la Universidad de Valladolid, invitado por el profesor Pedro Carasa; y de mi participación en una mesa redonda sobre el tardofranquismo en Valladolid organizada por la asociación Territorios de la Memoria. Las fuentes son, principalmente de hemeroteca, Archivo Municipal, archivos de asociaciones vecinales y de mis notas tomadas para la redacción y organización del libro “Historia del barrio Belén” en el que participaron más personas. No hay mucha literatura sobre el asociacionismo vecinal en Valladolid, además de folletos editados por las propias asociaciones y artículos en prensa y revistas (Enrique Berzal de la Rosa, por ejemplo),  así que a quien tenga más interés en el tema, remito a tres libros accesibles en las bibliotecas: “Pilarica. Un barrio de Valladolid con historia” (VV.AA. 2007). “Historia del barrio Belén” (VV.AA 2010) y “Democracia y barrio. El movimiento vecinal en Valladolid (1964-1986)” de Constantino Gonzalo Morell (2013).

EL VALLADOLID DE LAS PRIMERAS NOVELAS DE DELIBES

Delibes prácticamente no nombró Valladolid en sus novelas, pero es claro que cuando describe ambientes e impresiones está hablando de su ciudad natal. De aquello que escribió en las novelas que abarcan desde La sombra del ciprés es alargada a Diario de un emigrante, vemos la ciudad de posguerra que Miguel Delibes ya conoció con plena consciencia y con el ojo atento de escritor. Su primera novela, La sombra del ciprés es alargada obtiene el premio Nadal en 1947; Diario de un emigrante ve la luz el año  1958. Ya rozando la década de 1960, Valladolid comenzó a cambiar notablemente.

Comencemos ese paseo por el Valladolid de las primeras novelas de Delibes. Paseo que es más bien un resumen de cosas que me han llamado la atención pero que, evidentemente, no agota el universo deliberiano, pues es muy rico y variado en matices.

Imagen de Delibes tomada de la página de la Fundación Miguel Delibes.

He de advertir que las imágenes que acompañan el artículo no necesariamente tienen que ver con episodios relatados en las novelas, sino hechos acaecidos en aquellos años a los que me estoy refiriendo.

No sé si es una percepción mía o verdaderamente lo quiere reflejar, pero en sus novelas percibo la presencia del frío, nada extraño por otra parte, pues se trata de un rasgo muy  vallisoletano… quizá sea por esa permanente presencia de los cementerios en sus novelas.

Años de racionamiento y escasez: venta clandestina de pan blanco (lo ofrecen mujeres por la calle), colas en la carnicería,  el azúcar que entregaban con el racionamiento alguna gente lo cambiaba por sacarina (que cundía más), los suelos se limpiaban  con Zotal, restricciones eléctricas con los consabidos apagones… y un comentario sobre el enriquecimiento de ciertas personas tras la guerra.

En las Ferias de 1946 comenzaron a desfilar el Tío Tragaldabas y los Gigantes y Cabezudos. Foto Archivo Municipal de Valladolid.

El cine prácticamente aparece en todas sus novelas y delata su gran afición cinematográfica: cines de barrio, NODO, chiquillería en las filas baratas, largas colas para entrar, citas de películas (La mujer de dos caras, El sombrero de tres picos, Sonata triste, El niño de las monjas, Mi mula Francis, Ivanhoe, Me casé con una estrella…), comentarios sobre Greta Garbo y Jorge Negrete –que en aquellos años era el rey de la pantalla en España-.

Primavera de 1954, en el Museo de Escultura Orson Welles rueda algunas escenas de su película Mr. Arkadin, en la que Delibes participó como figurante. Foto tomada del libro La Controversia de Valladolid, del vallisoletano Clemente de Pablos.

Los domingos –no sé si calificarlos de festivos o un tanto grises-: a la salida de misa corros de gente, coqueteo entre los jóvenes, soldados, modistillas, criadas de servicio, estudiantes, oficinistas… ambiente de la calle principal una tarde de domingo. Y el fútbol, que condicionaba las tardes de los domingos, cantinas y el vino de Rueda.

Acera de Recoletos, lugar principal, junto con la calle Santiago, de los paseos dominicales y de «ligue» de la juventud. Foto Archivo Municipal de Valladolid.

Pero los domingos guardaban una dura realidad, y hablando del fútbol, refiriéndose a algunos hombres,  relata Delibes: “Acudían al fútbol para desahogarse de la opresión y los malos ratos de la oficina o el taller; más tarde, en el hogar se liberaban de las contrariedades del fútbol insultando y golpeando a sus mujeres”

Imágenes de la explosión del polvorín del cuartel del Pinar de Antequera en 1950. Murieron 5 personas. Casualmente diez años antes, en plenas ferias de septiembre, hubo otra explosión en el mismo lugar con el trágico resultado de 106 fallecidos. Foto de El Norte de Castilla.

Episodios en los que relata momentos de fervor patriótico: misa de campamento junto a la Estatua de Colón con motivo del Día de la Hispanidad –de la Raza-, manifestación a favor de que los ingleses devuelvan Gibraltar.

Lugares concretos: el Poniente,  el Cementerio del Carmen,  la Universidad y los Agustinos.

En 1950 Franco vino a Valladolid en el viaje inaugural del Talgo. En el mismo día inauguró las empresas NICAS y ENDASA, así como la Granja Escuela José Antonio. Foto del documental (Filmoteca Nacional).

Diversas fábricas entran en funcionamiento,  y otras están en construcción.

Placa en la casa nº 12 de la Acera Recoletos, donde nació Delibes. La fecha real de su nacimiento no fue el 17 de octubre, sino el 22, según consta en el Registro Civil de Valladolid.

Hasta aquí el Valladolid relatado por Delibes, en las que junto a descripciones de un Valladolid a veces amable, en ocasiones más gris, las novelas son relatos de amores, de esperanzas y proyectos, de jóvenes naciendo a la vida, de un mundo rural que va muriendo…

ARTE MUDÉJAR: ATADO A LA TIERRA

Sin duda, la provincia de Valladolid puede presumir de arquitectura mudéjar. Son muchos los municipios vallisoletanos que tienen alguna construcción notable, artesonado, o decorados mudéjares que bien merecen una visita. Una arquitectura  atada a la tierra por su carácter popular, vernáculo,  con frecuencia de construcción modesta en cuanto a costes y muchas veces sin pretensiones monumentales.

Mudéjar es un término de origen árabe –mudayyan- que significa “aquel a quien se ha permitido quedarse”. Se aplica a los musulmanes de la Península Ibérica que después de la conquista de los territorios árabes del sur continuaron en sus lugares de residencia. Se les permitió mantener determinados derechos, como su lengua, vestimenta, religión, leyes, costumbres, etc.). Estos musulmanes se dedicaban sobre todo al cultivo de huertas y a la construcción, de ahí  el término alarife tan usado en siglos pasados: viene el árabe hispano (al´ arif) que significa arquitecto, maestro de obras, albañil…

Artesonado instalado en el salón de plenos de la Diputación de Valladolid, procede de Villafuerte de Esgueva.

Corría el año 1515 y reinaba Juana I de Castilla. La reina concedió un privilegio a treinta carpinteros musulmanes de Valladolid que vivían en el barrio de Santa María (se conserva el nombre de la calle que daba nombre al barrio), a cambio de que fueran obligatoriamente a apagar el fuego con sus herramientas cuando oyeran las campanas de arrebate o fueran requeridos por el Concejo. A cambio se les eximía de la obligación de aposentar a nadie en sus casas cuando la corte u otros nobles recabaran en la ciudad y fuera necesario dar casa y comida a los miembros de la comitiva.  Téngase en cuenta que una de las principales maneras de cortar los frecuentes incendios que entonces había en la ciudad, era derribando casas para crear cortafuegos y evitar que las llamas se propagasen. Y eso quien mejor sabía hacerlo eran los maestros de obras y albañiles. A este “cuerpo de bomberos”, se les conocía como “moros llamados al fuego”, o más popularmente, “matafuegos”. No obstante, antes de aquel privilegio de la reina Juana I, ya se tiene constancia documental al menos desde 1497 de que había en Valladolid “moros obligados al fuego”. Esta obligación no era exclusiva de Valladolid, tal como ha documentado Olaz Villanueva Zubiarrieta, profesora de la Universidad de Valladolid, pues por ejemplo en Medina del Campo había unas ordenanzas de 1492 que ya indicaban que la población tenía que acudir a apagar el fuego con sogas y herradas de agua y, además, se constituyó un grupo de carpinteros asalariados compuesto de moros y cristianos obligados a acudir a apagar fuegos… Pero, esto nos lleva a otra historia muy interesante.

Real Monasterio de Santa Clara, Tordesillas

Volviendo al mudéjar, los musulmanes que permanecieron en territorios conquistados por los cristianos, iniciaron y desarrollaron un arte muy particular y tan extendido por toda España que incluso algunos expertos al mudéjar lo consideran el tipo de construcción genuinamente hispano  del que se puede presumir en España y que, lógicamente, continuaron maestros de obras que ya nada tenían que ver con los musulmanes.

Iglesia de San Miguel Arcángel, Aldea de San Miguel.

Una de las mayores peculiaridades del mudéjar son las techumbres o artesonados, así como el empleo del ladrillo, amén de los decorados arabizantes en puertas y ventanas. No obstante, aún sigue habiendo cierta controversia sobre las características del mudéjar. Por ejemplo el castillo de la Mota, o las iglesias románicas de ladrillo: que si deben considerarse o no de estilo mudéjar.

Ventana de San Pablo, Peñafiel.

En cualquier caso, estamos hablando de un estilo que va desde los siglos XII al XVI o incluso XVII y que, por tanto, fue evolucionando a lo largo de tantos años y que, en eso parece que sí hay consenso entre los expertos, es una manifestación estética y culturas, y no una manifestación étnica exclusiva de los moros que quedaron en España.

Torre de San Pelayo, Villanueva de los Caballeros.

Y también está claro que el mudéjar emplea unos materiales muy característicos, como son el ladrillo, la madera, el yeso, etc. En definitiva, materiales baratos y de ágil construcción, que contrasta con las iglesias u otras edificaciones en piedra que tardaban muchos años en concluirse y eran mucho más caras.  Otra característica del mudéjar es que da gran importancia a los elementos decorativos como por ejemplo tejidos, alfombras, cerámicas y carpintería.

Iglesia de San Andrés, Olmedo. La villa ofrece un parque temático dedicado al Mudéjar.

Cuentan Sánchez del Barrio y Regueras Grande, que el mudéjar vallisoletano nos emparenta con Ávila, Segovia, Toro o Sahagún, e incluso con los centros importantes del arte hispanomusulmán de Sevilla, Granada y Toledo. Pero el mudéjar vallisoletano no se puede decir que tenga una seña de identidad perfectamente delimitada debido, sobre todo, a los muchos años que abarca su existencia: algunos edificios son verdaderas referencias del mudéjar, otros, apenas ecos del estilo andalusí o viejas inercias constructivas ya muy desdibujadas. No obstante, Valladolid tiene un amplio catálogo de construcciones claramente mudéjares, además de la presencia musulmana en buena parte de sus municipios que se recuerda en el nombre de calles y barrios.

Iglesia de San Gervasio y San Protasio, Santervás de Campos.

Valladolid ciudad conserva muchas lugares o recuerdos de clara evocación musulmana: calle Santa María, Alcalleres, Moros, el enterramiento musulmán de la Casa del Estudiante.… el ya comentado grupo de moros obligados a acudir a “matar” el fuego, Y, sobre todo, los restos de una mezquita fechada en el siglo XV que  hace apenas unos meses se descubrieron en la calle Claudio Moyano.

Puerta árabe junto a la iglesia de la Magdalena, Valladolid. Ilustración del siglo XIX realizada por Parcerisa.
Restos de la mezquita recientemente localizados en la calle Claudio Moyano, Valladolid.

NOTA: para la redacción de este artículo he acudido, entre diversos artículos especializados, a dos libros asequibles en cualquier biblioteca: “Rutas del Mudéjar en la provincia de Valladolid”, de Carlos Duque Herrero, Fernando Regueras Grande y Antonio Sánchez del Barrio; y “Arte Mudéjar en la provincia de Valladolid”, de varios autores.

DORAR LA PÍLDORA: FARMACIA BELLOGÍN

En el Museo de Valladolid hay una exposición temporal titulada “Las antiguas farmacias Bellogín”, así en plural, pues aunque la mayoría de las personas solo hayan conocido la que estaba  ubicada en los soportales de Cebadería, a lo largo de la historia ha tenido otros emplazamientos. La exposición muestra, sobre todo, la colección de objetos variados de esta emblemática farmacia vallisoletana que su última propietaria, María Victoria Martín Pintó Bellogín donó al museo hace un año. El nombre de la farmacia  ha desaparecido y el negocio ha cambiado de emplazamiento (prácticamente al lado de la antigua) aunque mantiene el hilo familiar. La exposición de objetos se complementa con un pequeño documental de las farmacias religiosas. Hablamos de una actividad que se inicia a principios del siglo XIX.

El apellido Bellogín ha dado nombre a dos importantes farmacias de Valladolid ya desaparecidas. Una estuvo en la Plazuela Vieja, desde 1817, y otra en La Rinconada, entre 1840 y 1966. 

La mayor parte del fondo expuesto abarca desde 1817 a 1964 y a las piezas de Bellogín, el museo ha añadido objetos que ya formaban parte de sus fondos, procedentes sobre todo de las boticas de monasterios y conventos de la provincia de Valladolid: San Benito, Cartuja de Aniago, Colegio Jesuita de San Ignacio, etc.

Algunos objetos del botamen de Bellogín pasaron hace unos diez años a formar parte de los fondos del Museo de la Farmacia Hispana, de la Universidad Complutense de Madrid. El conjunto cedido corresponde al establecimiento, adquirido por  la familia en un traspaso de 1839. Aquella farmacia la regentó durante toda su vida Ángel Bellogín Gutiérrez, padre del representante más ilustre de la familia, Ángel Bellogín Aguasal (1841-1920). El apellido Bellogín pertenece a una larga familia de farmacéuticos vinculados a Valladolid durante seis generaciones. Manuel Bellogín Tovera inició la saga y ejerció como boticario no religioso en la botica del Hospital de la Resurrección desde 1779 a 1805.

Entre los objetos donados al Museo de la Farmacia Hispana está la fachada de madera, de estilo art decó,  que ha sido completamente restaurada y que se puede ver en las fotografías. En la exposición también se expone una maqueta de la fachada realizada por Víctor Javier Expósitos, trabajador de la farmacia desde hace muchos años.

Decíamos que Ángel Bellogín Aguasal fue el más ilustre de los Bellogín.  Entre otras actividades, fue pionero en la investigación farmacológica,  estuvo en la creación del Colegio de Farmacéuticos de Castilla la Vieja en el año 1865.  No le faltó cierto perfil político, pues destacó en la llamada Revolución Liberal de 1868, tradujo obras científicas de Francia y fue autor en solitario o en autoría compartida de más de una docena de libros relacionados con la farmacia y la biografía de algunos egregios boticarios. Según el historiador vallisoletano Anastasio Rojo (1954-2017), Ángel fue uno de los personajes más importantes de la Historia de la Farmacia española del siglo XIX y de todos los tiempos.

Las piezas procedentes de las instituciones religiosas se fabricaron en los alfares de Talavera de la Reina en los siglos XVII y XVIII.

Diversos objetos procedentes de la Farmacia Bellogín, entre ellos, dos grajeadores del siglo XIX para “dorar la píldora”, que ha quedado como frase sinónimo de dulcificar,  mitigar una mala noticia. Y cierto es que en las boticas se hacían  unas pelotillas medicinales doradas que servían para disimular el amargor del medicamento que envolvían.


Soportales de la calle Cebadería, donde estaba la farmacia en su último emplazamiento.
Detalle de la fachada. Foto de Luis Laforga.

NOTA: si los lectores quieren disfrutar de esta exposición, además de visitarla,  pueden acceder al detallado e interesante catálogo de la misma:

  Catálogo Farmacias Bellogin 2020

LAS LLAMAS DE LA INTOLERANCIA

En el mes de septiembre  de 1998 se publicó la primera edición de “El hereje” última novela que escribió Miguel Delibes y que se ambienta en Valladolid, cuando el famoso Auto de Fe de 1559. Y, recientemente, un libro titulado «Herejes luteranas en Valladolid» habla también de la ciudad y de las monjas del convento de Belén que fueron juzgadas en el mismo Auto de Fe: cuatro de ellas fueron quemadas en la hoguera.

La novela de Delibes es, sobre todo, una narración sobre la tolerancia, o la intolerancia, según como se mire. Relata unos de los  episodios más duros que vivió Valladolid a lo largo de los muchos años de existencia de la Inquisición. Hablamos del año 1559. Aquel año en realidad hubo dos autos de fe: en mayo y en octubre. Entre ambos fueron quemadas 27 personas,  y los huesos de otras dos. También hubo 26 arrepentidos a los que se impuso penitencia.

Entre los condenados a morir en la hoguera hubo cuatro monjas del convento de Belén, donde ahora se levanta el colegio de San José: de hecho, hasta que se puso el nombre de plaza de Santa Cruz, el tramo frente al colegio se llamaba plaza de Belén. Para narrar las circunstancias de estas monjas, y otras tres que se salvaron de las llamas, recientemente se ha publicado un libro: » Herejes luteranas en Valladolid. Fuego y olvido sobre el convento de Belén», escrito por la profesora de la Universidad Asunción Esteban y Manuel González, economista, fue teniente de alcalde del Ayuntamiento de Valladolid.

Como sabemos, la llamada Inquisición “moderna” duró, con mayor o menor intensidad desde que en 1478 la reintrodujeron los Reyes Católicos  hasta que definitivamente quedó abolida en 1834 bajo el reinado de Isabel II, con un breve intervalo tras su abolición por las Cortes de Cádiz. Antes, en la Edad Media, desde el siglo XII  hasta principios del  XV, también hubo Inquisición en España, bien es verdad que bajo el control papal, cosa que fue distinta que con los Reyes Católicos, que eran ellos quienes la controlaban.

Valladolid, una villa por entonces (el título de ciudad no le fue concedido hasta 1596), se convirtió en el epicentro de la lucha religiosa contra el luteranismo. Felipe II quiso dar un castigo ejemplar al núcleo protestante que había en la villa.

Pero, antes de continuar, bueno será hacer un comentario acerca de la palabra “hereje”. Ha quedado en los diccionarios de la lengua  como “Persona que niega alguno de los dogmas establecidos en una religión. Persona díscola” , etc. Cuando su origen etimológico se acerca más a “decisión,  opción”… también “separación”. Es decir, persona que decide, que opta. Le pasa lo mismo que a la palabra “pagano”, que no significa sino habitante de los pagos (granjas) romanas alejadas del imperio. Pero la historia ha terminado por aplicarla a quienes no abrazan el cristianismo ni ninguna religión monoteísta; o persona no bautizada.

Y volvemos a Delibes. Muchos críticos han resumido la novela indicando es que es una historia de amor, pasión, odio, intolerancia, y también de amistad y decepción. Críticas de su día hablan de la novela como un libro de recomendada lectura por tratarse de buena literatura y de una gran historia.

La obra nos lleva a recorrer el Valladolid del siglo XVI a través de la calle Santiago, la judería, la plaza Mayor,  el puente Mayor o la catedral. Siguiendo estos rincones, el Ayuntamiento ha organizado la “ruta del Hereje”. Y que comienza en el barrio de la judería, donde Cipriano tenía su almacén e industria de confección de pieles.

La historia se articula en torno a la familia Cazalla, y en concreto Agustín, cabeza más notoria del movimiento luterano en Valladolid, y que era Capellán de Carlos I. Predicaba en la corte del emperador y famosos fueron, también, sus sermones en la iglesia de Santiago de nuestra ciudad. En la imagen, uno de los rótulos que señalan los lugares que aparecen en la novela de Delibes: iglesia de Santiago.

La novela de Delibes, que también es un tratado sobre el amor, nos lleva por diversas ciudades, pueblos y parajes que el protagonista principal, Cipriano Salcedo, próspero comerciante de Valladolid, recorrió  numerosos lugares a lo largo  de su vida buscando  a Minervina, la dulce criada que le crió. Nuestro protagonista quedó huérfano de madre después del parto, causa por la  que su padre le odiará toda su vida y le internará en un orfanato  tras su primera niñez, separándole  de  su querida Minervina. La ilustración es del propio libro.

Auto de fe en la plaza Mayor, bastante idealizada por parte del autor. Aquellos juicios fueron rápidos y muy severísimos. El primero  estuvo presidido por Juan de Austria. Comentan algunos historiadores que Carlos I en realidad veía a los luteranos españoles más como enemigos políticos que disidentes religiosos. El segundo Auto de Fe, de octubre, estuvo presidido por Felipe II. La lámina es una copia de Verico, tomada del Voyage de Laborde.

La cruel e implacable condena llevó a que los que no se arrepintieron fueran  abrasados en las hogueras levantadas en el Campo Grande, en una época que en realidad era un inmenso descampado dedicado a exhibiciones militares, justas de caballeros y recepción de autoridades que provenían de Madrid, pues del Campo Grande partía este camino principal que comunicaba con la Corte. Tan cruel fue la condena que incluso desenterraron los restos de Leonor de Vivero (que estaban en la iglesia de San Benito), madre del doctor Cazalla, para arrojarlos al fuego. También fueron ejecutados Francisco, Beatriz y Pedro, hermanos del doctor. Dice la historia que Cazalla, que adjuró, recibió el “trato favorable” de ser previamente estrangulado para que no sufriera los horrores del fuego. En total, trece fueron los ejecutados, entre los que estaban cuatro monjas del convento de Belén. A mayores, la condena mandó asolar las casas del Doctor Cazalla y de Leonor de Vivero.

De todas formas, el Santo Oficio no se limitaba solo a juzgar a quienes se apartaban de la estricta fe católica, sino que también ejercía la censura de pregones y publicaciones, como puede verse en este texto de Calixto y Melibea conservado en la Universidad de Valladolid.

La última sede que tuvo el Santo Oficio fue un gran edificio que ocupaba la esquina de Real de Burgos con Madre de Dios. Se sabe que antes la sede la tuvieron en calle Francos (actual calle Juan Mambrilla) y luego en la calle Pedro Barruecos. En la foto, el actual colegio Macías Picavea, donde estaba la última sede de la Inquisición, junto a la iglesia de San Pedro Apóstol, lugar donde se celebraban los llamados “autillos”, es decir juicios menores. La última sede se quemó por los cuatro costados la noche del 6 al 7 de diciembre de 1809   debido a que por el toque de queda impuesto por el mando francés, no se podían tocar las campanas llamando a fuego.

Cuadro de Goya titulado «Auto de fe de Inquisición». A los reos se les ve con el capirote característico de los acusados. Está depositado en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.

Placa fijada en la fachada del colegio San José, que recuerda los nombres de las cuatro monjas cistercienses (popularmente llamadas bernardas -por el nombre del refundador de la orden: San Bernardo-) procesadas en el Auto de Fe de 1559 y que fueron, al igual que el doctor Cazalla, quemadas en la hoguera. Con este recuerdo se trata de sacarlas del olvido, sobre todo porque detrás de sus nombres y de las otras tres monjas juzgadas, hay una gran historia que también habla del Valladolid de aquella época de intolerancia.

CANALES DE VALLADOLID

Hace escasas fechas el documental “El Canal de Castilla”, rodado en 1930 ha sido declarado Bien de Interés Cultural. Se trata de un testimonio gráfico de enorme valor histórico para las generaciones futuras. Y nos da pie para hablar de los canales de Valladolid.

La provincia vallisoletana está atravesada de un puñado de canales para el abastecimiento de agua, y el regadío de un buen número de hectáreas. Lógicamente la captación de agua para distribuirla a través de estos canales está en los dos principales ríos: Pisuerga y Duero, y en los dos canales “mayores”: Duero y Castilla.

La mayoría de estos canales y sus muchas acequias se fueron construyendo en los años 50 y 60 del siglo XX, y salvo los taludes de los canales de Castilla y del Duero, muchos de cuyos tramos  están construidos en tierra o con piedra de cantería, el resto encauzan sus aguas entre paredes de hormigón buscando las salidas hacia las acequias que se desparraman por diversas comarcas.

Del Canal de Castilla, que toma sus aguas del Pisuerga en Alar del Rey (Palencia),  no nos vamos a detener en su  interesante historia y abundante documentación. Solo apuntaremos que los 207 kilómetros que suman sus tres ramales y que pasa por 38 municipios de las provincias de Palencia, Burgos y Valladolid,  se dieron por completados en 1849, año en el que comenzó su explotación el ramal de Campos. Su construcción tuvo como principal objetivo la navegación, hasta que hacia 1960 se transformó completamente para el regadío y abastecimiento de agua a algunas poblaciones. Para lo que en esta ocasión pretendemos, diremos que además de abastecer una población de 400.000 habitantes de entre las que destacamos los municipios de Valladolid, Medina de Rioseco y Palencia, bien directamente o a través de los nueve canales que alimenta, sirve para regar entre las provincias de Valladolid, Burgos y Palencia más de 24.000 hectáreas. También produce energía eléctrica a través de los saltos de algunas de sus esclusas. La totalidad del canal está declarado Conjunto Histórico desde 1991. En la foto, la esclusa número 41 y 42, en el término de Valladolid.

El Canal del Duero tiene 52 km. Se inauguró en 1886 y es administrado por una Comunidad de Regantes, entre los que está el Ayuntamiento de Valladolid. Además de abastecer de agua a la capital, mediante sus hijuelas o acequias también riega los términos de Quintanilla de Onésimo, Sardón de Duero, Traspinedo, Villabáñez, Tudela de Duero, La Cistérniga, Laguna de Duero, Simancas, Santovenia de Pisuerga y Valladolid. Las imágenes muestran el lugar de captación del agua del Duero en Quintanilla de Onésimo, y el acueducto metálico por el que el canal cruza el Duero en el término de Villabáñez.

Canal de San José. Año 1946. Toma el agua por la margen izquierda del Duero a la altura de la presa del embalse de Castronuño. Tiene 51  km. de los cuales 8 en la provincia de Valladolid. Riega los términos de Castronuño, Villafranca de Duero y otros de Zamora. Red de acequias: 99 km. riega 4188 ha. En la fotografía, un ramal del canal en Villafranca.

Canal de Tordesillas. 28, 2 km. Arranca en Villamarciel y riega los términos de San Miguel del Pino, Tordesillas, y otros municipios. Toma sus aguas del Duero. Se construyó en 1923 y riega 1900 ha.

Canal de Pollos. 13 km.  Entró en servicio en 1945. Riega 1171 ha. y toma sus aguas del Duero Tiene una extensa red de acequias de 44 km.

Canal de Castronuño. Tiene 5,5 km. de longitud. Riega 388 ha. y comenzó a funcionar en 1960.

Canal de Toro – Zamora. Discurre por tierras vallisoletanas y zamoranas, Ha tenido diversas ampliaciones desde que comenzara a funcionar en 1945.Año 1952. Discurre por la margen derecha del Duero. Nace en la presa del embalse de San José (Castronuño), y riega casi 7.000 ha. y tiene una longitud de 60,2 km.

Canal de Riaza. Hubo varios proyectos y comenzó a llevar agua en 1945.a lo largo de sus  51, 40 km.  Toma sus aguas en la desembocadura del río Riaza en el Duero, exactamente en el pantano de Linares del Arroyo, término de Berlanga de Duero (Burgos). En Burgos y al principio de Valladolid, 17 km. vienen por la margen izquierda, y en un puente sobre el Duero, pasa a la margen derecha. Se adentra en la provincia atravesando los términos de Bocos, Curiel, Peñafiel, Pesquera, Valbuena, Olivares y Sardón para regar las feraces tierras de valle del Duero. Riega 5.040 ha. en 3 municipios de Burgos y 7 de Valladolid. El paso del Duero es aéreo mediante un sifón acueducto. El curioso puente sobre el Duero (en la fotografía) por el que pasa el agua del canal, salva un vano de 70 m. mediante un arco de curvas circulares de 63 metros de radio, con dos tubos de chapa de 10 mm. de grosor,  y 1 m. de diámetro arriostrados entre sí y articulados en sus extremos.

Canal de Macias Picavea.  Tiene 28 km. Coge sus aguas en el parte final de ramal de Campos del Canal de Castilla, en Medina de Rioseco, término municipal que riega, además de los de  Villabrágima, Tordehumos, Villagarcía de Campos y otros (en total, 2.265 ha.). Está en servicio desde 1959.

Canal de Padilla. Un pequeño canal de  2,2 km. se construyeron en 1966. Toma el agua del Duero, frente a Padilla de Duero, y riega unas 145 ha.

Anotamos, por último, el Canal Simancas Geria-Villamarciel, de 10 km. toma sus aguas del canal de Tordesillas y riega algo más de 600 ha. la atura de Geria. Dispone de dos ramales.

Volvamos al documental sobre el Canal de Castilla: fue realizado por el salmantino Leopoldo Alonso  Hernández en 1930,  y recoge la forma de vida de la época en torno al canal, los paisajes inéditos, así como la industria generada alrededor con las fábricas, molinos y batanes surgidos en los márgenes. Sirve asimismo para ver la gran cantidad de empleados que eran necesarios para la navegación y las actividades asociadas a la explotación del canal. Las imágenes son tres fotogramas del documental.

El documental, que dura 19 minutos, se puede ver en el siguiente enlace: https://www.youtube.com/watch?v=zZ36uriL-D0&feature=youtu.be

LA ARMEDILLA: UN LUGAR ESPECIAL

Otoño es una época excelente para dar un paseo que nos lleve desde el monasterio de La Armedilla, en Cogeces del Monte, hasta la cueva de Valdelaperra, la más larga conocida de Valladolid.

Santa María de La Armedilla es un monasterio medieval en ruinas localizado en el corazón de la vieja Castilla. Perteneciente a la orden de San Jerónimo, fue fundado en 1402, aunque los orígenes devocionales del lugar se remontan varios siglos atrás, al menos, desde el momento en que unos pastores descubrieron la imagen de la Virgen en la cueva que aún se conserva, allá por el siglo XII. Así resumen la importancia de este enclave la Asociación de Amigos del monasterio de la Armedilla, gente empeñada en consolidar lo que queda del monasterio y su entorno,  y ponerle en valor desde el punto de vista histórico y monumental.

El lugar ya era frecuentado en época prehistórica, pero hay que esperar hasta el siglo XII para encontrar la primera referencia documental al lugar de Sancte Marie Amidelle, cuando es cedido por el concejo de Cuéllar a los monjes cistercienses de Santa María y San Juan de Sacramenia. En esa época, o algo después, solo existiría la ermita-cueva que custodiaba la talla de una virgen con fama de milagrera, una granja perteneciente a los monjes y un albergue de peregrinos.

El siguiente hito en la historia del monasterio es la llegada de los monjes jerónimos en 1402 que serán quienes inicien un ambicioso proyecto arquitectónico, sobre todo en el siglo XVI que es cuando se lleva a cabo la construcción del claustro y de la gran iglesia gótico-renacentista. Con la desamortización del siglo XIX comienza la pérdida catastrófica de su patrimonio artístico y monumental. Una foto aérea permite ver la planta de la iglesia. Y desde este punto vamos a iniciar nuestro paseo hasta la cueva de Valdelaperra.

Por encima del monasterio, en el horizonte en el borde del páramo, destaca la silueta del chozo de los Pedrines de casi siete metros de altura, que será nuestra referencia.

Propongo comenzar el paseo por la parte derecha del monasterio, por un ancho camino que lo bordea. Cruzamos el valle del arroyo  Valdecascón y algún panel nos da señas de ciertos enclaves.

Tendremos que ir derivando hacia la izquierda y una vez en el páramo ir hacia el chozo de los Pedrines, atravesando o bordeando el páramo. Veremos restos de una potente construcción agrícola (quizá restos de una casa de monte).

El chozo de los Pedrines.

Justo hacia el otro lado del páramo, una antena y una pequeña caseta blanca nos marca la dirección que debemos tomar para llevar a Valdelaperra.

Llegados a la caseta, es mejor desplazarnos unos metros hacia nuestra izquierda y veremos una pequeña bajada muy marcada, que nos lleva hasta la boca de la cueva.

La cueva, de cerca de cien metros de profundidad,  pasa por ser la más profunda de las exploradas en tierras vallisoletanas. Los primeros metros son accesibles. El resto habría de recorrerlo prácticamente reptando. Fijémonos en el techo de la cueva para ver unas impresionantes chimeneas (ciegas) formadas de manera natural.

Paisaje el valle del arroyo Valimón desde la cueva.

Podemos volver por el mismo sitio o buscando un camino visible hacia nuestra derecha y con el monasterio al fondo. Bajaremos de nuevo al valle del arroyo  Valdecascón, atravesamos el arroyo y volvemos, siempre teniendo el monasterio como referencia, bordeando la vieja tapia del monasterio y pisando en algunos tramos el camino de piedra original que construyeron los monjes hace siglos.

Y… de vuelta a la Armedilla. Depende de los que nos entretengamos, en poco más de dos horas habremos disfrutado de un bello paseo.

Un plano con referencias a seguir, obtenido de SIGPAC.

NOTA: En este mismo blog hay un artículo más centrado en el monasterio: La Armedilla, en un bello paraje.